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jueves, 22 de agosto de 2013

Dicen que estoy loco

El cargo más apetecido por el Frente Reaccionario (que excede largamente el Frente Renovador del intendente de Tigre, Sergio Massa) es el de presidente, pero de la Cámara de Diputados de la Nación. En su primera aparición pública luego de las elecciones primarias del 11 de agosto pasado, Cristina, desde la tribuna, tuvo un diálogo casi tangencial, una digresión en su discurso, con Julián Domínguez, el diputado oficialista y exministro de Agricultura que ocupa aquél cargo. La Morocha le dijo, como quien no quiere la cosa, que iban por él.
Si trazamos una línea tortuosa, pero real, entre la campaña lanzada a toda máquina para declarar insana a la presidenta (Chiche Duhalde y su teoría de la mujer apolítica, Jorge Lanata y su teoría del caos, Jorge Yoma y su teoría de fin anticipado de mandato, Nelson Castro y su teoría del mal de Hubris, Ramón Puerta y su teoría de la junta médica, Ernesto Tenenbaum y su teoría de dos años bajo la cama, Marcelo Longobardi y su teoría de mamma mía, Héctor Magnetto y su teoría de las Islas Seychelles. Falta Mirtha Legrando con alguna teoría gourmet y cartón lleno), el vaticinio lógico de un próximo recrudecimiento y profundización del ensañamiento judicial contra Amado Boudou (a quien ya tienen mediáticamente sentenciado, aunque no esté procesado, como sí lo está Macri), queda el tercer escalón en la línea sucesoria, el titular de la Cámara baja. Ya no sería como en Honduras, con la amenaza de reelección de Manuel Zelaya como excusa (aquí la mismísima Cristina desinfló el operativo de la reforma constitucional), ni como en Paraguay, con la masacre de Curuguaty y la payasada de juicio político a Fernando Lugo. Acá, entre las hectáreas de soja y las comisiones bancarias, entre las vacaciones en Buzios o Miami y un 0km cada año y medio, somos más sofisticados. A la mina hay que declararla loca. ¿En qué país serio se ha visto que se creen escuelas y no cárceles? ¿Acaso no es una locura inconmensurable repartir más de 60 millones de libros en los colegios, casi 3 millones de netbooks, crear un ministerio de ciencia y técnica, repatriar casi mil investigadores o que un hincha de un club de fútbol de Corrientes pueda ver a su equipo por televisión, gratis? ¿Cómo se puede soportar que las empleadas domésticas reciban sueldo, bono de sueldo y aportes jubilatorios? Cuando éramos del primer mundo les llamábamos sirvientas, y el sol seguía saliendo, alto y amarillo, como corresponde. Y, sobre todo, ¿a quién se le ocurre desendeudarse y no recibir más los sabios y generosos monitoreos del FMI? ¿En qué vivís paímos, como dice mi amigo Nene Ávalos? Es más, si no pueden bajar con buenos modales institucionales al tercer muñeco, lo harán de prepo y les queda aún el cuarto escalón: Ricardo Lorenzetti, el amigo del CEO de Clarín y titular de la Corte Suprema de Injusticia.
Cuando lo comento con amigos y compañeros me miran como quien está soportando a un viejo choto decir cosas que sólo dicen los viejos chotos. Mis seres queridos, más indulgentes, dicen que estoy loco. Puede ser. Lo que sigue es un buen indicio de lo que dicen.
Se llaman blatodeos, miden entre 3 y 7,5 centímetros. Han encontrado unas 4.500 especies. Supongo que, entre tantas, debe haber algunas vernáculas. Puedo expresarlo sin culpa ni remordimiento porque, como saben, no soy creyente. Quiero decir que, al menos para mí, no son animalitos de Dios. Cuando era chico (biológicamente, se entiende) me resultaba fascinante pisarlas. Sentir ese ruido tan particular de caparazón crujiendo bajo mi peso. Hoy, con más años de los que merezco y menos de los que aparento, dicen, me dan asco, pero ha regresado, al compás de ciertas actitudes públicas y privadas, aquella sensación de justicia que me daba cada vez que las veía aplastadas, ya sin poder para ensuciar el mundo. Son muchas, demasiadas. Se han puesto en marcha y tratan de llevarse la casa por delante. Las cucarachas.

viernes, 16 de agosto de 2013

Charrúas, guaraníes y un delirio mío


                                                                A mis amigas, a todas



No es lo mismo rojo que colorado. Ayer asumió la presidencia de Paraguay Horacio Cartes, multiempresario derechista que reinstala así en el gobierno (el Poder no lo perdió nunca) al Partido Colorado, el de Stroessner. Hasta hace un rato estaba seguro de que al pueblo de ese mapa se lo conocía, generalmente, como los guaraníes. La confusión me vino porque en el diario "Los Andes" de hoy, viernes 16 de agosto de 2013, dice que "el mandatario conservador charrúa" prometió combatir la pobreza y bla bla bla. Lo de siempre. Y hasta se colgó de la sotana del Papa con el latiguillo de que si no cumple le hagan lío. Pero lo sorprendente, periodísticamente hablando, es el intercambio étnico que hace nuestro "Clarín" del pedemonte, con el pueblo uruguayo, al que, siguiendo con sus clases magistrales de calidad comunicacional,, habría que empezar a denominar como "guaraníes". O sea, que en Cuyo, ya sabe, está permitido hablar de charrúas paraguayos y guaraníes orientales, me cago en la Guerra de la Triple Alianza. En nuestra tierra, capaz de producir el milagro del agua y el fulgor del ocre en el otoño, todo es posible. Si votaron a Cobos también pueden traspolar pueblos originarios. De todos modos, cualquier desatino pasará inadvertido para la señora enojada que no puede comprar dólares y guardarlos en el colchón.
Sin embargo, el premio al papelón de la jornada se lo lleva Hilda. Te cuento. Hilda tenía una frutería en un barrio del conurbano bonaerense. "El Cabezón" se llamaba el boliche y su especialidad, las manzanas. Crocantes, jugosas, de todas las variedades: bicolores, amarillas del tipo Golden Delicious, rojas del tipo Red Delicious y verdes del tipo Granny Smith. Hilda hizo un curso de especialización en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y lo aprobó cum laude. Tan bien le fue con el negocio que convenció a su marido para que invirtiera unos ahorros non sanctos con el loable propósito de ampliar las instalaciones y contratar personal (féminas únicamente) para inaugurar el servicio de delivery. Así fue. El éxito de ella y la astucia de él hicieron el milagro. Hilda fue catapultada al masculino mundo de la política. Pero no cerró el local manzanero. Al contrario, lo adaptó a los nuevos tiempos, le puso la foto de Francisco en el frontis, seleccionó su clientela (eliminó a homosexuales, divorciadas, ateas, trans y otras perversiones de la modernidad satánica) y hasta le cambió el nombre, luego de discutirlo con el capo mafioso de su zona, el marido. Consensuaron en rebautizar la frutería y, ahora también, verdulería: "El candidetto" se llama desde el domingo 11 de agosto. Cuando las clientas, asombradas y lentas, le preguntan la razón de tan extraño nombre, Hilda y el marido sonríen, pícaros y enigmáticos. Adivinen, les dicen. Y comienzan las especulaciones. Que si se trata de un italianismo (eso lo sugiere una profesora de Letras del colegio de monjas de la otra cuadra), otra piensa que es un error del letrista que hizo el cartel y no falta aquella que cree, pero no lo dice, que es un mensaje subliminal al novio de la adolescencia de Hilda, cuyo apellido terminaba en "etto".
Por eso sorprenden (o no, usted verá) las declaraciones que efectuó en una radio amiga (de ella, de su marido y del candidetto): "Tiene que entrar en el debate si la mujer está preparada para ejercer la política per se, con sus características, con sus condiciones y convicciones o si, simplemente, va a acompañar el proyecto de alguien". También habló de lóbulos y desequilibrios, pero con la espuma del odio filtrándosele por entre los labios. Y no se trata de que la exsenadora nacional Hilda González de Duhalde esté haciendo una autocrítica (después de todo ella es una mujer que hace política. Basura, pero política al fin), sino de la ofensa, golpista y de género, a gran parte de la sociedad. Igual que el diputado Jorge Yoma, el jefe de campaña de Ernestina y sus secuaces y el médico y periodista Nelson Castro. Todos, en coro con Chiche, sugieren que Cristina está enferma, desequilibrada psicológicamente, y fogonean un Golpe institucional para que no llegue a 2015. Meten miedo, tratan de que todos compremos manzanas podridas y verdura en descomposición en el ahora Mercadito "El candidetto".

martes, 13 de agosto de 2013

Los voy a extrañar


                                                 "Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman"
                                                                                                               Eduardo Galeano



Fue efímero, apenas pocos días, pero acompañaron mis mediodías, mis tardes y mis noches, incluyendo las horas de sueño y las de vigilia. A algunos los llevaré en el recuerdo por el resto de mis días. ¡Cómo disfruté con la imagen de esa parrilla pletórica de chorizos! Alineados como los soldaditos de plomo de la infancia, cuando mi inocencia aún no había sido perturbada por el pacifismo y la canción de Víctor Heredia. Verlos desaparecer, prolijos y apetitosos, por la maligna influencia de la ideología neomarxista del viceministro de Economía y la perversa persecución del secretario de Comercio Interior, me producía (todavía me produce) esa indescifrable sensación de ganas de comerme cada uno de los embutidos que iban esfumándose de la pantalla televisiva y, a la vez, un ataque de risa que, por respeto al descanso de los vecinos, no se transformaba en carcajada sísmica, barrial, provincial, continental y universal. La cuestión es que los chorizos se iban, tal vez a otra parrilla, y al final, chorizo.
O la nena que abandonaba la mesa familiar para salir con el chico Argen y dejaba al abuelito Tina en estado de soponcio y con el postre sin comer. Y esa moneda que, en cámara lenta, sube y baja mientras se escuchan los voces en off de Menem prometiendo que no nos iba a defraudar, la de Duhalde (el malo) devolviendo los depósitos bancarios en la moneda correcta, la de Néstor invitándonos a compartir su sueño y la moneda que sigue bajando lentamente y el creativo que se olvidó del helicóptero, del chupete en el corralito, los científicos lavando platos, los jubilados en bolas, los sueldos devaluados, los 38 muertos de diciembre, Cavallo y sus secuaces mediáticos, de Kosteki y Santillán, y la moneda que se diluye en papeles pintados, los ahorristas pateando Bancos, las filas en Ezeiza, el país a la deriva y el pesimismo encabezando nuestra vida.
En fin, que pasaron las PASO y los spot de campaña me quedaron en la retina y, vale decirlo, dejaron buena guita en las agencias de publicidad. Los voy a extrañar aunque, felizmente, en poco más de dos meses volverán las inspiradas ideas de los creativos, dispuestos a alegrarnos los almuerzos, a recrearnos las tardes y las noches para que sepamos, de una buena vez, que la agenda la marca el grupo de prohombres argentinos que, desinteresadamente, pone todo lo que tienen al servicio de la sociedad que busca salvarse de esta dictadura chavista, marxista y corrupta que dignificó el trabajo, construyó casi 1.800 escuelas nuevas y repatrió mil científicos y le dio la posibilidad al mediopelo de tener vivienda propia. ¡Gloria eterna al pseudoperiodista gordo y fumador, el ícono del dedo medio en alto, el patriota de la verdad, el denunciador posesivo, el fabricante de candidatos impolutos, el gran resucitador de cadáveres políticos!
Acá, en la provincia del vino magnífico y las muchachas en flor, triunfó el voto bobo. El sociólogo mendocino Marcelo Padilla escribió: "Cobos es una representación simbólica patética de lo que puede una sociedad construir como autorrepresentación". No tengo mucho más para agregar. Apenas sugerir que el PJ local (léase bien: digo el PJ, no el kirchnerismo) parece más heredero de Herminio Iglesias que militante del gobierno de Cristina. Que Julio Cobos, el primer vicepresidente que fue jefe opositor mientras ejercía el cargo, se haya convertido en el candidato derechista más ganador en estas internas generalizadas, junto con el restaurador intendente de Tigre, Sergio Massa, es una evidencia de que el surrealismo está tan vivo aquí como cuando André Breton y Alfred Jarry, entre otros, brillaban en Europa. Ni Marcelo Santángelo, el genial mendocino que mantuvo encendida su antorcha, lo hubiese imaginado.
Pero no es monopolio vernáculo el delirio. Barack Obama, quien sigue sintiéndose el presidente del mundo, acaba de avisarnos que nos va a espiar con más transparencia. Claro que, aclaró que lo hace para protegernos de tanto loco suelto que entra a los tiros en las escuelas, tanto terrorista enardecido que bombardea preventivamente a poblaciones inermes , tanto narcotraficante insaciable. O sea, protegernos, parece, de ellos mismos. Un oxímoron. De manera que ahora, después de su iniciativa, el agente de la CIA deberá tocar el timbre en tu casa, presentarse y decir que viene a cuidarte, pero como es espía no se lo digas a nadie. Ni a tu perro, a tu gato o tu canario y, mucho menos, a la vecina, porque en el almacén lo puede divulgar y, entonces sí, todo el operativo se va al carajo y el pobre tipo pierde su trabajo o tiene que pedir asilo en Moscú, un horror.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cultural y político, sí.

Lo voy a transcribir textual para que no te molestes en ir a buscar el diario y, hasta llegar a la cuestión que nos convoca, tengas que atravesar el territorio de la mentira cotidiana. Lleva por título "Una radio bien política". Ahí va:
"Radio Nacional Mendoza es una emisora de larga trayectoria y, desde hace años, escasa audiencia. Y algo que siempre la caracterizó - junto con Radio Libertador; otra emisora de gestión estatal de la provincia- es poseer un auditorio por el que pasaron figuras de la música popular y desde donde se emitían programas. Hace años ese auditorio fue bautizado con el nombre de un referente de la historia, las letras y la cultura mendocinas, Juan Draghi Lucero. Pues bien, ahora nos enteramos de que ese lugar ya no funciona como un espacio cultural sino como un "centro cultural y político". ¿En qué quedamos: Nacional no era una radio? ¿Desde cuándo un medio de comunicación tiene un centro político?" (Fin de la cita, Rajoy mediante). El sesgado comentario aparece en la página 16A, Sección "Mirador", columna "Se supo!", sin identificación del autor, Diario Los Andes de Mendoza, del miércoles 7 de agosto de 2013 y se respeta la puntuación un tanto estrafalaria del texto.
Apenas arranca, el comentario chicanea con el asunto de la audiencia. El rating, esa obsesión mercantil, cultural y política que parece atravesar cualquier mirada que tenga relación con la comunicación social. Y no te digo si la medición viene con el sello de IBOPE. Es, más o menos, como las estatuillas del premio gauchesco, que tienen membrete del ganador antes de que se enciendan las luces de la frivolidad fiestera. La "escasa audiencia" a la que se refiere el escriba tiene abundante inteligencia, sensibilidad y compromiso, y comparte el principio irrenunciable de que, al menos en nuestro caso, la comunicación es un servicio público y, por ende, un derecho también político y cultural.
En setiembre próximo la Nacional Mendoza cumple 60 años y, efectivamente, por su Auditorio (si me permite el colega, lo escribo con mayúscula) han pasado figuras señeras del patrimonio artístico nacional. Recuerdo haber visto y escuchado, en vivo (una ventaja geriátrica, diría un amigo), a Mercedes Sosa, Los Trovadores, Antonio Tormo y, si mi memoria no me hace una zancadilla, Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui y los célebres radioteatros con presencia de público, entre otros. Sigue diciendo el protestón que desde allí "se emitían programas", así, en tiempo verbal pretérito. Eso le pasa por desayunar tarde. Le cuento que, desde febrero de 2011, fecha en la que arranca la nueva gestión, se emiten (así, en tiempo presente), semanalmente, programas. Él dice que ahora se entera (una prueba más de que Mendoza atrasa), dos años y medio después, de que la radio se ha transformado, explícitamente y por sabia decisión de la Dirección, en Centro Cultural y Político. En el "Draghi Lucero" hay, invariablemente, cada fin de semana recitales, cine, presentaciones de libros, conferencias, debates, cursos y todos, pero todos, se emiten por AM 960, FM 97.1 e internet, en vivo y en simultáneo. He participado de algunos de ellos. Por ejemplo, por allí anduvo Arturo Somoza, Rector de nuestra universidad pública, Milagro Sala, líder nacional de la "Tupac", Alejandro Horowicz presentó su libro "Las dictaduras argentinas", Jaime Sarusky, Premio Nacional de Literatura de Cuba, en reportaje compartido con el colega Alejandro Frías. Como se puede apreciar, actos culturales y políticos todos y cada uno.
Pero el tema es conceptual. A las preguntas del anónimo periodista acerca de "¿En qué quedamos: Nacional no era una radio? ¿Desde cuándo un medio de comunicación tiene un centro político?", cabe responderle que Nacional es una radio y que, por definición, no tiene un centro politico. Es un centro cultural y político. Ahora le pregunto yo ¿acaso las emisoras privadas de la provincia se dedican a la gastronomía, la belleza corporal, la producción de almizcle, la moda en Sumatra y la última investigación en adelanto científico para cremas faciales? ¿Radio de Cuyo, Radio Nihuil o Radio Mitre no hacen, mejor dicho, no son políticas?
El ditirambo conceptual se explica si recordamos que Los Andes es Clarín y, también por definición, ve ventanillas de cobranza en cada minuto audiovisual. O, tal vez, que la escasa audiencia que nos acompaña desde febrero de 2011 no sea ya tan escasa. Y eso les moleste, aunque sea "un tantico así", como sigue diciendo el Che.

viernes, 2 de agosto de 2013

Disconformes o inconformes

Ni una gota de sangre. No hace falta someterlos al pinchazo, al ayuno mañanero ni al estrés de ser atados por un trozo de goma en el brazo que facilite el trabajo del extractor del fluido. En el caso que nos ocupa sólo basta con leerlos. Llevan su ADN en las letras, a flor de página y con ostentación de originalidad de cuarta.
La nota está firmada por el colega Oscar Martínez (sospecho, con fundamentos, que no se trata del gran actor argentino sino, simplemente, de un homónimo). Se titula "Los nuevos desafíos que debe enfrentar la industria financiera" (Los Andes, 29-7-13, Sección A, pág. 7). ¡Industria financiera! Puta madre, como dice la Morocha en momentos de exaltación, pero jubilosa. ¿Dónde carajo le ven la chimenea, el humo, los ladrillos, la productividad? Si lo único que ha producido la mentada "industria" es marginación, desigualdad, hambre, desocupación y concentración obscena de la riqueza.
De todas maneras la Academia Internacional de la Timba no le otorgará un Óscar a Oscar porque el concepto no es de su invención. Según un querido amigo, que está en el mundo del cibernegocio y la sabe lunga, el asunto viene, cuándo no, del Norte. Allí le llaman "financial industries" o "banking industries" y nuestros colonizados comunicadores lo traducen, obedientemente, de modo literal.  Es que el premio que anhelan los amanuenses del neoliberalismo tardío es la banca. O las bancas, si nos fijamos con atención en los escarceos preelectorales de las últimas semanas. Y si la industria, cualquier industria, es un "Conjunto de operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte de uno o varios productos naturales" (Fin de la cita, como diría el inclasificable intelectual hispano, Merkelito Rajoy), según dicen y profetizan los capos de la lengua que nos parió, no resulta fácil meter a la especulación financiera en esta definición. Coherencia visceral de los "nonos": esos personajes nostálgicos de las mieles garcas de los noventas (Digresión: gloria infinita a nuestro oyente Honorio, viejo querido de 89 años, que no quiere cumplir más para no entrar en la década de los 90).
Bajo el cielo inmaculado del desierto mendocino existen ejemplares paradigmáticos de esa "coherencia". El primer precandidato a diputado nacional del radicalismo local (o lo que queda de él, del Partido, digo) es un tristemente célebre exdecano de la Universidad Tecnológica Nacional, Regional Mendoza, aquel que por un error histórico y una controversia cósmica fue ascendido a vicepresidente de la Nación y que, por esto último, fue expulsado "de por vida " de la Unión Cívica Radical. La misma que hoy lo considera la carta principal del mediopelo local. Son gente de vida corta y memoria nula. O viceversa, como guste.
El historiador Pablo Lacoste (raro espécimen de gorila rubio), augur o pitoniso precordillerano, imagina que Sergio Massa será el líder del "peronismo ciudadano" después de las elecciones legislativas de octubre próximo. Aunque no se sabe, pero se sospecha, de qué se trata esa tipología sociopolítica, bien vale recomendarle al señor de apellido remeril y típico gusto francés que le dé a su pollo unas clases elementales de Historia argentina. Estaba el candidato del felino municipio bonaerense sometido a un interrogatorio televisivo. Todo iba más o menos bien, el tipo relajado y canchero respondiendo con soltura, la sonrisa Odol instalada en su máscara de joven promesa civilizatoria entre tanto oficialismo bárbaro, cuando de repente se produjo un cortocircuito antológico. El músico y animador televisivo (reconozcan mi generosidad semántica, por favor) Roberto Petinatto le tiró una frase para que el peronista ciudadano diga, o adivine al menos, quién la había lanzado al océano de la vida. Y, momento aciago, Sergio se puso a tantear y a tontear en su biblioteca mental. La encontró casi vacía y entonces arriesgó. Se lanzó a la pileta, pisó la cáscara de banana y dijo: "Es una expresión típica de Carrió". No, era de Perón y no se trataba de una nota a pie de página, precisamente. Celia, mi compañera, dice que eso no es lo peor. Quizá tenga razón, pero al ciudadano se le ven las enaguas.
Se sabe que cualquier proceso de cambio social, político y cultural, en la medida en que avanza y se consolida, va dejando lastre. Quiero decir que aquellos que dieron, con entusiasmo, los primeros pasos porque creían que eran protagonistas de una clase de maquillaje, empezaron a abandonar el tren y fueron descendiendo en las estaciones intermedias. Alberto Fernández, Sergio Massa, Julio Bárbaro, Hugo Moyano, Jorge Yoma, Felipe Solá, Enrique Thomas, Julio Cobos, son sólo algunos pasajeros que, por distintas causas, van aligerando el camino. Síntoma claro de que no hay pavimento garantizado ni tramo fácil en la ruta hacia la equidad inclusiva plena, pero también que avanzamos hacia tiempos luminosos, aunque con acechanzas en cada recodo del trayecto.
Es que son, apenas, diez años, un pestañeo en la historia de una sociedad que se precie de seria. Por eso, me parece que lo que se dirime en estos tiempos es qué actitud asumimos ante el desafío. Si el de los disconformes, por odio de clase, porque sus intereses se ven tocados, por alcurnia discriminatoria o porque añoran sus mejores momentos de "industriales financieros", por ejemplo. O el de los inconformes, porque todavía quedan compatriotas a la intemperie, porque hay feudos provinciales que matan a los pobres, porque aún no se registran todos los trabajadores, porque es imprescindible debatir el tema del aborto y su legalización, porque sigue la Iglesia católica invadiendo nuestra vida civil cotidiana, entre tanto laburo por hacer. Pero con el pecho (y las pecheras) listo para defender el piso de lo logrado. Porque debajo de ese piso están los compañeros desaparecidos, los nietos a recuperar, las Madres, las Abuelas y los Hijos que sembraron. Y más abajo aún, el infierno del que venimos.