"La sombra es lo que permite hacer la lectura de la luz"
José Saramago
No fue mágico. Si por magia se entiende lo oculto como método para mostrar lo inverosímil, no fue magia. Sí, como lo maravilloso y estupendo. Tal vez ésta haya sido la más completa semana de la memoria, porque a la catarata de actividades culturales y políticas se le debe sumar que, precisamente, esas actividades tuvieron (tienen todavía) ese condimento de ritmo, color y canto vital que aportan, cada vez más y mejor, los jóvenes.
Pedro Alejandro Sandoval tiene 33 años, vive con Julia, su compañera y es analista de sistemas. Su número favorito es el 84 y representa el infatigable trabajo de Abuelas para recuperar identidades robadas. Pedro viene del horror de haber sido apropiado, viene caminando, marchando con Julia, con el amor como bandera política. Con la política como bandera enamorada. Llegará a nosotros para contarnos, como nos contó en la radio, su viaje desde el horror hacia el amor.
Pero todo comenzó el lunes 21. Ese día concretamos el sueño. El cuentacuentos que escribe sencillo, el uruguayo de todos, él y Helena se llegaron hasta esta tierra para compartir con su gente las palabras, los silencios, los gestos de inmensa ternura y compromiso que atraviesan su vida y su obra.
Dialogó con periodistas, se ufanó de recibir la máxima distinción universitaria en "el país que está a la vanguardia en la defensa de los derechos humanos EN EL MUNDO" (así lo dijo, con mayúsculas). Quizás como un saludable contagio institucional de semejante definición, la justicia de su país le daba las herramientas legales a Macarena Gelman, la nieta del gran Juan, para que accione por sobre la ilegalidad de la llamada ley de caducidad.
Firmó libros por más de dos horas y hubiese tenido que quedarse varias más si se dejaba llevar por el fervor amoroso de sus lectores.
Recibió el Honoris Causa en una ceremonia popular, con canto coral incluído, con los defensores del agua agasajados por él, con un discurso dedicado a rescatar la deuda que tenemos con los "fracasados" de nuestra América. Moreno, Castelli, el inmenso y apabullante ejemplo pedagógico de Simón Rodríguez, el reconocimiento de la revolución haitiana de 1804 como la primera en conquistar las dos libertades: la del dominio colonial francés y la de la esclavitud (así le fue y así le va. Se lo siguen haciendo pagar con hambre y miseria), la increíble lección de desarrollo autónomo de aquel Paraguay que, por la osadía patriótica de habérsele plantado al imperio británico, fue masacrado hasta la última gota de sangre de sus hombres y, por fin, el lúcido y doloroso itinerario vital de José Gervasio Artigas, el impulsor de la primera reforma agraria en este continente, entre otras medidas muy mal vistas por los dueños del puerto de Buenos Aires.
Nos dio una lección de literatura, lectura y ternura militantes ante miles de mendocinos en comunión de sentimientos y pensares, cuando contó sus andanzas por los pueblos del mundo, su preferencia visceral por los humildes, esa adicción (él lo dijo, no yo) por el futbol como un juego, la cosecha de amigos que su siembra humanitaria produjo y la infatigable esperanza porque esta resurrección de Latinoamérica sostenga y profundice el rumbo de integración y justicia.
Todo lo anteescrito es parte de la luz de esta semana. Pero el haz mayor se vivió en la marcha que por las calles de la ciudad tuvo en Eduardo Galeano a un ciudadano más. Él lo quiso así, aunque el cariño que recibió en el transcurso de la caminata hacia el más feroz de los centros clandestinos de detención, el D2, nos mostró, le demostró que los mendocinos no nos cansaremos de agradecerle su coherencia de años, los materiales estéticos, éticos, morales e ideológicos que nos ha nutrido en los años de sombra y en estos de luz en camino. Si parecía una estrella de rock, firmando autógrafos, sacándose fotos, recibiendo abrazos y regalos.
Sin embargo, para los diarios hegemónicos locales no hubo recital. No encuentro la crónica de lo sucedido en La Nave Cultural ante más de 5.000 personas. Ni Los Andes (clarinete huárpido), ni ese medio que se dice UNO, pero no llega a medio, describieron uno de los acontecimientos cívico-culturales más impactantes e históricos de los últimos años en nuestra región. Allá ellos, que creen censurar a Galeano pero le ocultan a sus lectores la realidad real, mientras el primero (el centenario) rompe el vínculo con la editora del suplemento cultural por haber publicado un poema de homenaje a Néstor Kirchner; y el otro (el que no llega a medio) sigue, con pasión digna de mejor causa, la interna radical provincial como si en ello nos fuera la vida.
Al darnos el abrazo de despedida, luego de una noche luminosa de vinos y anécdotas compartidas, Galeano me pidió que siga portándome mal.
Ojalá esté a la altura de sus expectativas.
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