Entrevistado por Andrés Oppenheimer, el flamante Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, se refirió a nuestro país. Dijo: "cada vez que miro a la Argentina me dan ganas de llorar". Si usted cree que el peruano pensaba en los tobas, los jóvenes victimizados en los campos de la pampa húmeda por las multinacionales agrarias y sus hijos putativos; si piensa que la aflicción del notable escritor es por las mujeres humildes de la patria que deben recurrir al aborto clandestino, con riesgo cierto para su vida; si sospecha que su angustia es por la discriminación explícita o implícita que sufren los ciudadanos de países limítrofes o no (entre ellos el suyo, el peruano), por parte de la oligarquía nacional; si cree, piensa y sospecha todo eso, está equivocada, lectora amada.
Marito tiene ganas de llorar porque él ve a la Argentina empobrecida, cautiva del populismo y la demagogia, presa de políticas económicas erróneas. Claro, el tipo es un conspicuo miembro de la Internacional Liberal. A tal punto que en la nómina de los grandes artífices de la cultura argentina nombra a Borges, por supuesto, Sábato, Alberdi y Sarmiento, pero omite, por ejemplo, a Cortázar. ¿Casualidad, amnesia, causalidad?
Como donde él ve populismo nosotros vemos participación popular; donde él ve demagogia, nosotros inclusión; donde él ve políticas económicas equivocadas nosotros vemos independencia; donde él ve empobrecimiento nosotros vemos expansión del mercado interno. Como tenemos distintos oftalmólogos, propongo que, de aquí en más, en nuestro país se lo llame Mario Vargas Llora.
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En su novela "El cementerio de Praga", el intelectual italiano Umberto Eco, pone en boca de uno de sus personajes la siguiente definición: "Una mística es una histérica que llegó antes al confesor que al médico".
Inmediatamente me surgió la duda. ¿Se habrán conocido? ¿Habrán conversado en su escritorio romano? O quizás el encuentro fue en algún café del Trastevere. Me cuesta imaginarlos surcando los canales venecianos en una góndola al arrullo de una canzoneta. Pero también me resisto a magnificar la genialidad del autor de "El péndulo de Foucault".
Si no se conocieron, ¿cómo hizo Don Umberto para definir con tanta precisión a Lilita?
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Disiento. El texto de José Pablo Feinmann no es un ensayo de filosofía política. O, en todo caso, no sólo eso. Se llama "Peronismo I - Filosofía política de una persistencia argentina".
Es un manual de sintomatología, diagnóstico y terapéutica de una enfermedad nacional: el gorilismo. Ataca a derecha y a izquierda del cuerpo social vernáculo. Hacia la derecha, los pelos gorilas cubren linajes, cuentas bancarias, propiedades rurales y urbanas, status y otras glándulas.
Hacia la izquierda, ataca los ojos, el olfato y ciertas funciones cerebrales, produciendo presbiscia, miopía y casos muy extraños de andropausia ideológica.
Este libro brinda elementos imprescindibles para curarse. Si, luego de leído e internalizado, usted amada lectora, sigue pilósamente afectada, busque un congreso de psicólogos (de la tendencia que más le pinte y que admita su obra social) porque entonces lo suyo es crónico.
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