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lunes, 20 de septiembre de 2010

El hartazgo N° 102

"Me tienen harto con la dictadura". Eso dijo, dos veces, Jorge Lanata. A la gran actriz Cecilia Roth, le produjo una profunda tristeza los dichos del otrora mítico director del diario Página 12. A mí, asco.
Basta hacer un análisis tranquilo del asunto para darse cuenta de que el hartazgo al que hace mención el periodista es, ni más ni menos, una confesión de impotencia intelectual, una mezcla de contradicción en los términos, con fuerte dosis de clasismo tardío.
Hoy, justo hoy, se conocerá la identidad del nieto recuperado 102. Un número que revela que nuestra sociedad se lame aún las más profundas heridas, producidas por los padres de esa criatura siniestra que tiene harto a Lanata.
La sociedad que emerge de aquel hartazgo muestra sus cicatrices sin cerrar. Por ejemplo, hay inseguridad en la Argentina. Un poco menos que hace 34 años, pero hay. ¡Cómo no va a haber inseguridad si Carlos Menem, Domingo Cavallo, Julio Grassi, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y demás miembros del staff, están libres! Es cierto, Videla, Martínez de Hoz, Etchecolatz, Astiz, Menéndez, Bussi, von Wernich y asociados, fueron sentenciados por genocidas y siguen recorriendo sus últimos días de vida, de banquillo en banquillo. Algo ha cambiado en el país. Los descreídos de siempre podrán imaginar usos interesados en el tema derechos humanos. Pues, que lo hagan y se solazen en vedetismos fáciles. Las víctimas directas, en primer lugar, y quienes no padecemos desconfianza patológica, sabemos que las Madres, las Abuelas y los organismos de derechos humanos siguen su tarea de saneamiento.
La percepción de temor a la que hace referencia Robert Cox, también es cierta. ¡Cómo no va a tener temor Magnetto, cómo no va a temer Gelblung, cómo no tendrá cagadera Morales Solá, si se caen las máscaras de sus complicidades! Si vieron un spa en la ESMA, si acumularon prestigio y guita en tiempos de desasosiego, si vieron en cada joven un enemigo. Claro que deben temer. A la verdad, al juicio de la historia, al fantástico momento en que tengan que explicar lo inexplicable. Por eso Ruiz Guiñazú no quiere hablar de los colegas asesinados en Honduras. Prefiere jugar a ser la dama de hierro de una supuesta independencia periodística.
Alguna vez dije, públicamente, que entiendo a los Vila, los Manzano, los Noble y los Mitre. Ven que les tambalea el curro de siempre. Es lógico que convoquen a la SIP, que pongan el grito en el cielo (con la inestimable bendición del Cardenal Primado de turno, como históricamente ha sido desde Lué hasta Bergoglio). Pero que protesten en nombre de la libertad de expresión, es too much. Parece un chiste, Y para humorista prefiero a Capusotto.
Mirando el paisaje desde mi ventana (la que da al jardín y la supuestamente boba) me confirma que nuestro país, nuestra democracia en construcción, necesita una derecha inteligente. El muestrario de lo que hay hace agua por todos lados. Insisto en que, pese a cierta flaqueza en su discurso, hay un abismo entre Cox y Macri o Cobos o Duhalde o Alfonsín o Solá. De Carrió no opino más porque me faltan elementos de psicopatología.
En fin, que por prepotencia de dignidad, parafraseando a Roberto Arlt, hoy habrá un pibe que recupere la posibilidad de reconstruir su vida. La de los setentas, esa de la que, al pedirnos no hablar más, se nos presenta cada día con sus tragedias pero también al pie de la primavera. Mañana.

6 comentarios:

  1. Coincido con Ud Julio, me produce asco escucharlo a Lanata que, despojado de famas ,aparece como lo que es ,un soberbio exacerbado.Amen de mercenario por supuesto,hace mucho que muestra la hilacha,desde el fin de Menem se mostró como un reaccionario

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  2. Querido Julio,
    Te escribo en formato epistoral porque el que venía sobre papel parece que se va perdiendo. No es así si ejercemo esa voluntad de recordar cómo era el mundo cuando no había internet, ni nuevastecnologías. Ni mejor ni peor,simplemente otro, del que todavía se peuden sacar algunas enseñanzas, a saber:
    1.- A Lanata "lo tienen harto con la dictadura": No era así cuando yo escribí bajo su dirección en El Porteño primero y en Página 12, después. Por entonces era un joven periodista que se indignaba con "el festival de morbo" al que apelaban los medios que habían sido cómplices con la dictadura y en esos nuevos tiempos, no sólo necesitaban blanquearse (si esto fuera posible, alguna vez) y, al mismo tiempo, apelar a lo más bajo de a persona humana:gozar con la degradación de los muertos, propios o ajenos.
    Pero ese muchacho gordo, apasionado y, casi, una flor robada de los jardines de Quilmes, se convirtió en este hombre desesperado y voraz que lanza denuestos como mandobles desesperados, pensando que así salvará sus últimos restos del naufragio. Me apena (sí, lo repito: me apena) ver que quien podría haber sido uno de los mejores editores de diarios de su generación encarna hoy la desesperación vociferada. El mundo hizo plop, cantaba Charlie, y Lanata sigue sin entender por qué él no está en el centro de la escena, dando una cátedra que nadie le pidió, con un pasado reciente que debe esconder de los pocos desavisados, ya que no de sus laburantes acreedores. Tanta voracidad hace que uno termine devorándose a sí mismo.
    Antes de leer tu comentario, acababa de escribir una nota sobre "Memoria de un escrito perdido" de nuestra común amiga Cristina Raschia. Podés eoncontrarlo en las notas de mi feisbuk, ya que -también- he decidido castellanizar aquellas palabras extranjeras que alguna vez fueron "chauffer" (hoy chofer), "gaiola" (hoy gayola) y así sucesivamente.
    Y hoy la sociedad argentina recuperará para sí y para la generaciones por venir, la identidad de otro de los nietos apropiados. Ocasión para celebrar, sin duda. Ocasión para respetar los encontrados sentimientos de quienes se re-encuentran públicamente.
    Las tres cosas se unen en otras dos que recordé: "Memoria de un escrito perdido" me remitió a Borges. Él sostenía que si para la biología, la memoria es la "capacidad" de recordar, a su criterio, se trataba de la "facultad" de olvidar. Es decir, de la voluntad de hacerlo, como si ésto fuera verdaderamente posible.
    Y también me remitió a ese gran periodista polaco llamado Riszart Kapuzsinski, quien contaba como, durante la ocupación turca, los armenios se habían tomado la tarea de memorizar sus obras maestras de la literatura profana o religiosa, porque sabían que parte del plan de exterminio incluía su forma de ser cultural. Cada uno memorizaba un pedacito de un texto que transmitía oralmente a las generaciones má jóvenes. Para que no olvidaran. Para que pudieran recordar algo de quienes habían sido, y volvieron a serlo.
    El olvido fracasa. No es un deseo, es un hecho que la historia comprueba y demuestra todos los días.
    Y ese es el peor terror, el peor fantasma que produce pavor en quienes se comprometieron con la dictadura (no hago nombres, no soy cobarde, prefiero el derecho a no constituirlos como dialogantes): el fracaso de la política del olvido.

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  3. Muy bueno. Aconsejo leer también: http://pajarosalinas.blogspot.com/2010/09/farsas-y-alcahuetes.html
    Abrazo

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  4. Julio: Lanata me tiene tan harto como a vos. Cox no me parece, ni mucho menos, brillante. Y, nobleza obliga, Caparrós cada vez peor ¿Qué lo diferencia de Lanata respecto a su desdén pro olvido? ¿Seguís pensando que no es un canalla cuando desprecia la reivindicación de lo ocurrido en los 70 e intenta desviar la atención calificando de "Iglesia" a los que estamos a favor de la acción del gobierno en este sentido? Feliz primavera. Oscar.

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  5. Tenes razon...Este mundo esta lleno de periodistas "canallas". Son aquellos que trabajando para un canal o radio privado responden a los intereses e ideologias de sus amos, y los que trabajando para una radio o tv publica, responden a los intereses del gobernante de turno. En este caso, Mr and Mrs, K

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  6. Menduco, no sé quien sos, pero sí sé que sos: un cobarde provocador que se esconde en el anonimato para no dar debate de ideas con hidalguía. Así hicieron en plena dictadura, de noche y con capuchas, trataron de matar las ideas. Pero ya lo dijo Sarmiento, no se matan, cagón.

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