El ingeniero Mauricio Macri quiere tirar a Néstor Kirchner por la ventanilla del tren. El exabrupto del devaluado dirigente de la derecha argentina (en realidad, uno de tantos. Nuestro país es generoso en producir estos ejemplares) me trajo a la memoria libros, películas y situaciones históricas al respecto.
La primera dificultad es conseguir un tren. Sólo en el conurbano bonaerense subsiste este servicio de transporte de pasajeros. Del maltrato que sufre la gente que lo utiliza, ni hablemos. Hacinados, burlados los horarios, los asientos destruidos, en fin, una mugre. Imagino a Macri pasajero de alguno de esos vagones y me siento Bretón.
En 2003, el entrañable editor, poeta y militante de izquierdas, mi amigo José Luis Mangieri, editó "El Ferrocidio", de Juan Carlos Cena, para su sello La Rosa Blindada (como un homenaje a Raúl González Tuñón). Luego, o antes, no importa, el mismo Cena y bajo el mismo sello, publicó "El Guardapalabras (Memorias de un ferroviario)", con prólogo del querido Osvaldo Bayer. En ambos textos se da testimonio del daño monstruoso que el dinosaurio de La Rioja le produjo al aparato productivo nacional y, fundamentalmente, al tejido social argentino. Pueblos enteros murieron o languidecen a lo largo y ancho del mapa de la patria. Ustedes recordarán las tremendas jornadas de resistencia de los laburantes de los rieles; y la respuesta privatizadora: "ramal que para, ramal que se cierra".
Macri dice, está grabado y filmado, que Menem fue el gran transformador. Y tiene razón. Transformó pueblos pujantes, en comarcas fantasmas. Transformó tierras fértiles, en campos yermos.
Me acordé, también, de "El ferroviario", la película de 1955, dirigida y protagonizada por Pietro Germi, esa mirada del noble trabajo de maquinista, vista desde los ojos neorrealistas de un pibe italiano de la posguerra.
O de "Tira a mamá del tren", de 1987, con la batuta del enano gigantesco Danny DeVito, inspirado en Alfred Hitchcock.
Al final, voy a terminar agradeciéndole al crispadito alcalde municipal, haberme sacudido el disco rígido de mi memoria para saborear estos recuerdos.
De lo que se trata, vuelvo a nuestros días (no queda otra) es de subirnos al tren, sin tener que tirar a nadie por la ventana. Para eso habrá que reconstruir (ahora con mentalidad federal y no inglesa) el mapa ferroviario del país. Que cada uno ocupe el asiento que le corresponde, sin codazos ni robos ni escupitajos.
Mientras tanto, mientras Mauri deshace Buenos Aires, este jubilado mendocino añora los viajes en tren. En uno de esos, leí Rayuela, por primera vez. En ese viaje me hice mejor ser humano.
20-08-2010
Julio es muy importante tu blog, para tener todos los comentarios y reflexiones a mano. Felicitaciones. Rafael Quero
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