A instancias de Teresita Saguí, entonces mi profesora de Análisis de Imágenes y hoy mi amiga, leí "Lo Imaginario", de Jean Paul Sartre. Nunca terminaré de agradecérselo. El libro comienza planteando el tema del fondo y la forma a los ojos del espectador. Para ejemplificarlo, el pensador francés propone el caso de una mancha de humedad en la pared.
Recordé el texto al ver la foto de los invitados de Héctor Magnetto, el capomafia de Clarín, a sus almuerzos, o cenas ,con dirigentes políticos de la oposición. Eso que los medios llaman peronismo disidente y que a mi se me ocurre, reincidente. Y también al escuchar el discurso neoliberal del muy sojero señor Biolcati, el titular de la Sociedad Rural.
Vuelvo a Sartre. Si la derecha argentina pretende aparecer como la salvadora de la patria, tendrá que eliminar su mancha de humedad, esa que ha socavado el tejido social, desde 1930 hasta el 2003, por lo menos, con el costo corpóreo de miles de muertos, desaparecidos, niños robados y el desmantelamiento de la producción nacional.
Para solucionar una mancha de humedad en un muro no basta con pintar encima. Por más que se sumen capas de pintura, tarde o temprano la mancha reaparecerá. Indefectiblemente. En los juicios por delitos de lesa humanidad que se tramitan por estos días en Córdoba y San Rafael, Mendoza, resulta explícito.
Con la derecha argentina pasa algo así. Los Macri, los De Narváez, las Carrió y demás ornamentos zoológico-políticos, son manos de pintura con el que el establishment pretende tapar la misma mancha de siempre, pero con distintos colores. Se me ocurre que nunca lograrán generar un derechista como el colega Robert Cox, liberal a la antigua, defensor de Madres y Abuelas durante el genocidio, un personaje que hubiese admirado el mismísimo Sarmiento. Tan anglosajón, tan encuadrado en concepciones tradicionales de la democracia, la libertad de expresión. En fin, tan honesto. Esa virtud que le falta a los arriba maltratados.
Las personas en situación de calle, los marginados que aún muestra esta sociedad como una mácula vergonzosa, son hijos de años de humedad perniciosa.
Mientras empresarios polirrubros, políticos desvergonzados y periodistas genuflexos reeditan La Gran Comilona, enorme film de 1973, dirigido por Marco Ferreri, mientras la conspiración puede terminar en vómito social, habrá que revocar la pared, hacer un buen y sólido trabajo de fondo y forma, para eliminar la mancha y pintar multicolor el futuro de mis nietos. El rumbo, le llamó Sandra Russo.
10-08-2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario