"No tenemos que copiar las cosas malas de ajuera, Lloriqueo. ¡Nosotros tenemos que crear nuestras propias cosas malas!"
Inodoro Pereyra, por Roberto Fontanarrosa
Efectivamente, ni Sarkozy ni Berlusconi ni Aznar ni Netanyahu ni Piñera ni Uribe. Nosotros somos capaces de crear, solitos, la representación del enano fascista que llevamos dentro, según la genial Oriana Fallaci.
Los porteños eligieron a Mauricio Macri contra la gestión de Aníbal Ibarra. En segunda vuelta lo votó gente que, en primera vuelta electoral, había votado a candidatos de izquierda, como voto testimonial. Buena gente, de fin de semana en country, padres abnegados, profesionales progresistas y honestos, impresionados hasta la náusea por la corrupción criminal que desenmascaró Cromagnon.
Antes, mucho antes, habían votado por Fernando de la Rúa, por Erman González, por el FREPASO, y así siguiendo. Antes de antes, en la prehistoria del neoliberalismo, habían elegido a Alfredo Palacios. Ejemplos de estado de ánimo pendular hay para hacer dulce.
Transcribo el párrafo segundo de la página 46, del libro "El Pibe", de Gabriela Cerutti, colega y hoy legisladora en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: "Mauricio, el hijo de Licio Gelli, estaba a cargo de la zona rioplatense de las actividades y negocios de la P2. Una de sus primeras tareas fue lanzar la filial argentina de la Logia. Decidió llamarla PRO Argentina."
No se sabe por qué nadie, ni la propia Cerutti, hace hincapié en esta "casualidad" histórica, que deriva en esta "causalidad político-delictiva" de hoy.
Corrían ríos de sangre en el país. Estábamos bajo dictadura.
De aquellos días a éstos ha pasado buena parte de la vida. Mientras tanto, los que votaron a Macri, el otro Mauricio, cacerolearon frente a la Quinta de Olivos, pidiendo la cabeza de la yegua, como amablemente le llaman a Cristina, para defender la hiperrenta sojera que, como se sabe, nació antes que la Patria, con la cruz y la espada. Si hasta ayer la consigna de los defensores del olor a bosta de vaca era Dios, Patria y Hogar, hoy se han modernizado y mantienen a Dios, identifican a la Patria con la Soja y al Hogar con la TV. Sería entonces, Dios, Soja y TV.
Macri tiene hoy un problema macro. Pero el electorado porteño tiene, a su vez, la oportunidad de demostrar que aprendió la lección, de terminar con los exabruptos electorales, con la histeria burguesita del castigo por mal comportamiento. Y empezar a valorizar el fin del curro previsional, la plualidad de voces e imágenes, el ascenso legal del amor y la familia igualitarios, la asignación universal por hijo, la política de derechos humanos y la flamante defensa de la integridad de género. Ya en las elecciones del 28 de junio de 2009 se castigó el patético rumbo de la gestión macrista. Esa indigestión quedó enmascarada por el traspié del kirchnerismo a nivel nacional. Solá, De Narváez, sus socios de entonces, huyen hacia 2011, lejos, lo más lejos posible del empresario de la nada. Porque, convengamos, la historia empresarial del pibe es, más bien, prontuario de vago impune. Hasta ahora, lo de impune, digo.
20-07-2010
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