A Silvia Núñez, in memoriam
Ya de chico, sus padres y tíos, le descubrieron actitudes raras. Para decir avión, decía no barco; para decir maestro, decía no alumno; sol era no luna y así. Pero lo que más llamó la atención de propios y extraños era su fascinación por los avatares de la revolución cubana. Se sabía de memoria cada uno de los pasos de las arduas tratativas por unificar las distintas agrupaciones de combatientes. Por supuesto, a Fidel Castro lo llamaba no Batista.
Si los niños normales les piden a sus padres o a sus abuelos que les cuenten o les lean un cuento, él pedía, obsesivamente, cada noche el alegato de Fidel ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al Cuartel Moncada. Usted sabe, ese que se conoce como "La historia me absolverá".
Pasaron los años. Coherente con sus rarezas, estudió ingeniería. Sus amigos del barrio se jugaban porque iba a seguir una carrera humanística, pero no. Se supone que descubrió su vocación cuando tuvo como profesor de Matemática al ingeniero Cuadrado. Como era ordenadito y perfumado, llegó a rector de la regional de la Universidad Tecnológica Nacional. De ahí a la gobernación provincial, un paso. Y ese paso fue producto de una confusión social. Los votantes lo confundieron con el papá de Mafalda y, en agradecimiento y homenaje a Quino, lo ungieron primer mandatario. Cuando daba una entrevista decía "este gobernador" para referirse a él mismo. Era, sin duda, una derivación madura de su costumbre de hablar por la negativa.
Sorprendido hasta el insomnio, recibió el ofrecimiento de ser vicepresidente. O, no presidente, como insistía en los almuerzos familiares. Lo demás es conocido. Votó no positivo y salvó a los herederos de Segundo Sombra.
Una sola cosa más. Se dice que está escribiendo sus memorias. El fascículo (no da para mucho más) aporta una prueba más de su rareza y confusión. Impregnado de sus lecturas juveniles, pero despistado al fin, le pondría por título "La historia me absorberá"
08-04-2010
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