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viernes, 20 de agosto de 2010

La tía Rosa

Rosa Martínez salvó a su sobrina de una muerte segura. No pudo con Julio, el compañero de ésta. La salvó por sus contactos con los asesinos. Por sus contactos y porque almuerza en público y con público.
Cuando almuerza y cuando actúa, es decir, siempre, se cambia de nombre. Invita famosos, los adula, los mima. Y ellos le devuelven las flores.
La sobrina y Julio fueron secuestrados en 1977. Julio, el 18 de marzo, precisamente. Trabajaba en la DGI. Lo mataron, junto a dos compañeros, en un "enfrentamiento". Había sido torturado en un centro clandestino de detención. Torturado, su cuerpo torturado.
Rosa habló con su jefe, con el Ministro del Interior, el usurpador Harguindeguy. Salvó a su sobrina, la hija de su hermano. Recuerde, 1977.
Un año más tarde, en pleno Campeonato Mundial de futbol, Rosa devenida Mirtha, almuerza con farandulitos nacionales. Todos, unánimes ratas morales, denuncian la "campaña antiargentina". Ella ve, como Ernesto Sábato, rasgos de emotividad patriótica en el genocida Videla. 1978. Estaba Susana Giménez, también, en Almorfando por TV.
Un año después de salvar a su sobrina y no poder salvar a Julio, se solazan en denostar las informaciones que venían del exterior.
32 años más tarde, Mirtha, más decrépita, más indigna, más vieja dama indigna, confiesa en cámara el drama familiar, resaltando su rol humanitario, gracias a su fama, por supuesto. Ninguno de los comensales mediáticos se levanta y se anima a producir un ejemplar gesto de dignidad ante miles, millones de televidentes, tal vez. Como alguna vez hizo Cecilia Rossetto. Apenas una reflexión sutil e inteligente, pero sesgada, de Florencia Raggi.
Tampoco vi ni escuché a ningún dirigente de la comunidad judía, repudiar a Chiche Gelblung por la inmunda comparación entre Auschwitz y el ADN de los hermanos ¿Noble?
Sigo.
Julio Panebianco fue muerto, masacrado por buscar un país sin viejas damas indignas. Su tía política es cómplice de sus asesinos. Seguirá almorzando en público, solidarizándose con otras viejas damas indignas como ella, que se escudan en su edad avanzada para estirar el momento, que llegará, claro que si, en el que deberán informar a la sociedad que son lo que son: cáscara putrefacta de un fruto pasado.
El país  que viene, este que estamos gestando, será el de todas las voces, el de los almuerzos familiares en las casas de las viejas abuelas dignas, las que nos enseñaron el camino.
18-06-2010

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