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lunes, 27 de enero de 2014

Veo veo

"El poder de los medios siempre tiene que contar con el idiotismo de los sujetos. Una vez que conquista ese idiotismo, lo profundiza y trata de evitar que el sujeto salga de él". David Thomson, en "Filosofía política del poder mediático", de José Pablo Feinmann (Planeta, 2013)


La Casa Blanca es verde. La calle del muro es verde. Los enanitos son verdes. El prepucio de Marcos Aguinis es verde. La kipá del rabino Bergman es verde. La Suciedad Rural Argentina es verde. La cornisa de Majul es verde. La mano derecha de Macri es verde y la izquierda, también. La suma del cuadrado de los catetos es verde. "El sueño de la razón produce monstruos", verdes, por supuesto. El dial de Radio Buitre es verde. La pechera de los camioneros es verde. Los tacheros son verdes. El bolsillo del presidente de la DAIA es verde. El caño de Tinelli es verde. La Industria Messi es verde césped. "Si lo verde tuviera otro nombre debería llamarse" billete. La sonrisa afro de Obama es verde. El tigre de Tigre es verde. Los escribanos son verdes, doy fe. El novio nuevo de Susana es verde. La nueva arruga de Mirtha es verde. Todas las puntas del este son verdísimas. Los riñones putrefactos por los que vomita Lanata son verdes. Julio Grondona es verde. Mariano, también. El Banco Vaticano es, obvio, verde. El aborto clandestino es verde. Carlos Saúl es un viejo verde. Nicolás Maduro no es verde, es maduro. Sebastián Piñera es verde. El bigote de Caparrós es verde. La cólera de los hermanos Wermus es verde. El "sojete" Eduardo Buzzi, "rico en dólares y pobre en pesos", dice de él mismo, es verde sic. Los diagnósticos televisivos de Nelson Castro son verdes. Jorge Fernández Díaz es un periodista verde. La cebolla de verdeo no tiene la culpa, pero es verde. El pino, el pinar y Pinedo son verdes. La rubia y sus patitos van desordenados, pero todos verdes. El diario Mentiras Del Zonda es verde. Las damas patricias y caritativas son viejas verdes. El desayuno de Hermes Binner es verde pálido. Julio Cobos toma mate de cabotaje, verde. El ombligo de Shakira es maravillosamente verde. La TV te ve verde y vos ves todo verde. Cristina no fue a Davos y le dijo a Macri "A Davos andá vos porque Davos es verde". El "argentimedio" (otra vez Feinmann) piensa, respira, ve, huele, mea, coge, camina, compra, caga y vende verde. El sentido común es verde. Shrek es verde, pobrecito. La petrolera de la concha es verde. El Estado de Israel es verde. El sionismo es verde. El negocio minero es verde. El Padre Grassi es verde y su sotana es verde caca. El corredor de Bolsa es, por definición, verde. Y el viejo de la bolsa, también. Sofovich es verde. El titular de la Unión Industrial es improductivamente verde. La maestra de mi nieto es verde. El Grupo Trompetín es verde. Alejandro Sanz es verde. Y Ernesto Sanz, también. Y Christian Sanz, verde servicial. Los chistes que me cuenta Gladys son verdes. El sindicalista del barrio viejo es verde. Y el de apodo carnavalesco, también. La Embajada es verde. Walt Disney, aun congelado, es verde. Los calzoncillos y el chiche de Duhalde son verdes. La monarquía es verde desteñido. El boxeo es verde. La SIP es verde. Los Boinas Verdes, idem. De la Rúa cree que es verde. Los economistas truchos dibujan verdes. La UCR, o lo que queda de ella, es verde. El PJ es cáncer verde. Los 85 tipos que tienen la misma cantidad de guita que la mitad de los seres humanos de nuestro planeta son Papas verdes. La soja nos infecta de verde. El intendente de Godoy Cruz, Mendoza, es verde. ¿A papá mono con bananas verdes? Sí. La Argentina padece "los mil distintos tonos de verde". ¿Capitalismo con rostro humano?. Lo veo verde. Los Falcón de la muerte eran verdes. La camiseta de Ferro es verde. El Colorado De Narváez no es colorado, es verde. El Increíble Hulk, para ser, se pone verde. La tapa del libro que estoy leyendo es verde. El energúmeno que nos está espiando es verde. Los jueces que protegen a violadores deberían sufrir hasta morir verdes. El Capitán América es verde. El juez Griesa es verde. Los monoteísmos inventaron lo verde.  Así, todo dogma es verde.

El pañuelo de las Madres es blanco.

miércoles, 15 de enero de 2014

Juan y yo

Lo voy a intentar. Porque anoche dormí mal y porque el desasosiego y la desolación son el factor común de lo que he leído hasta ahora. A Mempo le salió lagrimear y putear a la Parca, Miguel Rep también se ensaña con enero, mes de despedida de varios grandes, Cristina Banegas no puede decir más que adiós, Sasturain no sabe qué elegir para decir el dolor. Y así casi todos. Y yo no encuentro el tono, pero tengo que intentarlo.
Lo vi sólo dos veces en la vida. La primera, en Buenos Aires, durante los nefastos 90, en la década infame menemista. Había viajado a Buenos Aires para recibir el Premio Nacional de Poesía o algo así. Yo estaba esperando a Rodolfo Braceli en la antesala del lugar donde se grababa el programa "Los siete locos", conducido por Cristina Mucci. Y entró él junto con Mara Lamadrid, su compañera. Me acerqué y me presenté. Cuando me identificó se le encendió ese entusiasmo casi infantil de todo poeta amoroso. Quedamos en intentar vernos, pero su agenda lo hizo imposible. Pude entrevistarlo telefónicamente para "Buena Letra" (Diógenes, 2000), mi libro de conversaciones con autores y autoras. Y fue una delicia.
La segunda y la última fue en Mendoza, no hace mucho. Dio una charla en la sala del Concejo Deliberante de Godoy Cruz. Allí dijo públicamente que debería sentirme orgulloso de ser el nieto de quien era.
Es que entre Juan y yo está mi abuelo. "Violín y otras cuestiones", con prólogo de Raúl González Tuñón, su primer libro, fue publicado en 1956 bajo el sello editorial de Manuel Gleizer, mi abuelo. Juan tenía 26 años y formaba parte del grupo de poetas "El Pan Duro", integrado por José Luis Mangieri (querido y entrañable Loco, enorme editor también), Julio César Silvain y Héctor Negro, entre otros. Todos jóvenes comunistas que contaron con la generosidad proverbial del viejo Gleizer. Se fueron disgregando hacia otras afiliaciones partidarias, pero siempre con la proa de su barca hacia una sociedad más igualitaria en la que el ser humano y la naturaleza se hermanen en plenitud. Después, lo que se sabe. Creó un lenguaje poético fundacional en nuestro idioma, vivió atravesado por la Historia, fue víctima de la perversa lanza del genocidio. Y, sin embargo, nunca dejó de privilegiar su amor revolucionario, la belleza, por sobre el dolor de su experiencia.
De todos los grandes que editó Gleizer (Borges, Lugones, Gerchunoff, Scalabrini Ortiz, los González Tuñón, Macedonio, Cancela, Eichelbaum, Gálvez, Fijman, Franco, Marechal, César Tiempo y tantos más) sólo queda en pie y trabajando el monumental Marcos Silber ("Volcán y trino" fue su debut y, a su vez, el último título del fecundo catálogo Gleizer, en 1958). Eso quiere decir que, con el fallecimiento de Juan, empieza a cerrarse una época gloriosa de nuestra cultura. Aunque, como bien dice su amigo Eduardo Galeano, la muerte miente.
No hay pena que supere a la maravillosa experiencia de leerlo, haberlo visto y seguir su huella periodística.
Hoy soy yo el abuelo que tiene un nieto llamado Juan. Quizá llegue a ser poeta. Belleza tiene.

jueves, 9 de enero de 2014

Supuestamente

La manipulación de que son objeto las nuevas tecnologías ya no asombra. Leo, sin conmoverme, que un programa de radio "editó" declaraciones de Mirtha Legrand (nacida Rosa Martínez hace muchos años, ya demasiados) y que de esa construcción artificial queda, supuestamente claro, que la mina confirma que tuvo un romance con el comandante Hugo Chávez.
Todos los maestros de la literatura de ficción (y fíjese que escribo maestros y no críticos) enseñan que, para ser creíble, un relato debe ser, al menos, verosímil. Con eso alcanza. Aunque éste no lo es (los que lo conocieron coinciden en afirmar que el bolivariano tenía buen gusto al tiempo de elegir sus parejas. O ser elegido por ellas), vamos a suponer que el método de copiar y pegar utilizado por los autores de la ficción romántica dio en el clavo y que han desvelado una historia oculta de la vida de ambos personajes. Y, siguiéndoles el juego, no han hecho otra cosa que incorporar una pista más, tal vez inopinadamente esclarecedora, en la investigación que, supuestamente, se sigue en Venezuela acerca de la etiología del cáncer pélvico que transformó a Chávez de héroe a mártir. Porque, a contramano de lo que ella misma autoproclama como una de sus virtudes (que su programa televisivo en el que un grupo de notables almuerza ante las cámaras, trae suerte a quienes tienen que comer y responder, al unísono, sus imbecilidades de vieja concheta), esta revelación erótica estaría demostrando lo contrario. Demuestra lo contrario. ¿No será un hallazgo científico que puede llegar al Nobel descubrir que, según la confesión de la protagonista, una noche de lujuria con ella lleva, inexorablemente a la tumba? ¿Acaso la prematura muerte de Daniel Tinayre, su marido real, no avala la teoría? La señora es una maqueta arrugada y mediática de cierta idiosincracia clasista, discriminadora y xenófoba de nuestros sectores medios. No sólo de las mujeres de esos sectores, está claro. Según el experimento radial, se comprueba, supuestamente, que también siembra metástasis entre quienes toca con su sexo. Claro que el desaguisado histórico le resta épica a la batalla final del líder de la Revolución Bonita. Los médicos cubanos sabrán la verdad. Y, supuestamente, Fidel. Toda derrota, y la muerte lo es, tiene su explicación, pero que esa explicación esté impregnada del amaneramiento, superficialidad y pensamiento precario de la exactriz de la época de los teléfonos blancos del cine nacional, no hace más que agregar pena a la pena de haber perdido a Chávez.
Sin embargo, los periodistas de "Locos & Bohemios" (así se llama el programa que da origen a estos ditirambos) quizá sean herederos, conscientes o no, de Orson Welles, el genial autor de la ficción radial "La guerra de los mundos" (1938), que sumió en el pánico a un público preparado para creer la catástrofe que pintaba su relato.
Me queda la esperanza de creer que, supuestamente, el sacrificio del Comandante fue a ciegas. Que el episodio carnal sucedió una noche sin luna, en una playa caribeña, con una sobredosis de alcohol en su sangre y el inevitable estado de perturbación de los sentidos , menos de ese necesario para consumar el contagio, y que entonces, aleccionada por las fuerzas oscuras del imperialismo criminal, ella lo sometió. Mas todo se sabe tarde o temprano. No hay horror que permanezca escondido para siempre. Supuestamente.

viernes, 3 de enero de 2014

Resaca de 2013

Cené poco. Y tomé menos. Apenas unas lonjas de carne fría, solomillo de cerdo y pescetto (¿te acordás, Juan?), con salsa de berenjena y tomate y otra con palta. Coca Cola y, de postre, helado de mousse de limón con vino Chenin. Una delicia. O sea, de resaca etílica y gastronómica, casi nada. Hablo de la otra, la mediática. Vicio profesional intacto pese a que estoy transitando mis primeros días de vacaciones.
La semana anterior al 24 de diciembre el Colegio Notarial de Mendoza publicó en los principales diarios locales un documento en el que manifestaba su oposición al proyecto de modificación del Código Civil y su fusión con el Comercial. Lo más insólito no es su oposición sino las razones. Según los escribanos no hace falta, está muy bien así como está.  El mamotreto jurídico que rige las relaciones privadas de los habitantes de este páramo del sur del planeta está vigente desde 1869 por la "prepotencia de trabajo" de una comisión presidida por Dalmacio Vélez Sarsfield, según ordenaba el decreto firmado por Justo José de Urquiza unos años antes. El asunto es que los muy notables notarios zanjoneros no quieren que se modifique nada. Ellos son partidarios de las momificaciones más que de las modificaciones. Quizá sea pereza porque tendrían que ponerse a estudiar nuevamente y ya no hay papel secante, ni máquinas de escribir Underwood, o como se llamen, y la gente se sigue amando "aunque no tengan permiso" y ellos cobran un ojo de la cara y la yema del otro por certificar que el garabato que queda registrado en el libraco de su oficina es tu firma. 
Su declaración ratifica una característica ancestral de una porción importante de la sociedad mendocina. Tengo dicho que Mendoza atrasa. El resurgir de Cobos, ese pusilánime de cabotaje en la política argentina, el espasmódico amor por los émulos de Trotski entre ciertas capas medias provinciales y la inveterada costumbre de reventar la noche de niños, adultos y animales con pirotecnia (ese "lacre inalterable de la imbecilidad", como dice Norberto Soares), me lo confirman, pero nunca imaginé que existía un conglomerado burocrático que atrase más aún. En síntesis, por ahora: los escribanos locales dan fe, ese es su laburo. También dan lástima.

II

La lógica del martirologio. O puede ser la del morbo por la muerte y sus arrabales. Poco antes de terminar el año la voracidad mediática por sobrevolar la desgracia y, por eso mismo, vender centímetros de publicidad o segundos radiales y de pantalla, tuvo a la salud de Alfredo Alcón, ese eminente actor argentino, como protagonista. Especularon con su edad avanzada y mantuvieron a la clientela al borde de la histeria, con sus cámaras y micrófonos apostados en la puerta del sanatorio como cuervos sobrevolando los despojos. ¿Se moría o mejoraba? Por ahora, Alcón vuela más alto y, por supuesto, dejó de ser noticia. La obscenidad en capítulos. Un poco antes le había tocado el turno al gobernador de San Juan, José Luis Gioja, que vio cómo el helicóptero que lo transportaba se hundía en el tierral de un paraje llamado, paradójicamente, Valle Fértil. Fue el 11 de octubre pasado y aún trata de recuperar su anterior apostura. Va queriendo, pero sospecho que las empresas periodística hubiesen preferido un poquito más de drama o, su equivalente, un punto más de rating y algunos ejemplares más de venta en los kioscos del país.
Después, los excesos de tabaco, alcohol y otras sustancias le pasaron factura a Cacho (o Facho) Castaña. El cantor porteño está pagando por sus andanzas nocturnas, diurnas y vespertinas. Al sanatorio donde aterrizó su fatigado cuerpo se trasladó la requisitoria del morbo. Como, entretanto, se murió el Dr. Tangalanga, un humorista telefónico, típico ejemplar de la friboludez de los noventa, ya no se sabe si Castaña está mejor, igual o peor. Tampoco si Tangalanga dejó secuelas en el inconsciente colectivo nacional o no. Es que, poco antes del brindis del 31 de diciembre, se trituró "la capocha" (según la itálica expresión de nuestra Morocha) el germano Michael Schumacher. El múltiple campeón de Fórmula 1 estaba esquiando en los Alpes franceses y se despistó. Los medios esperan al acecho en las puertas del sanatorio de Grenoble. Gioja le dejó su lugar a Alcón, éste a Castaña, luego tuvo sus cinco minutos de fama fúnebre el cómicoide y finalmente, por ahora, Schumacher. La danza macabra sigue y espera la próxima tragedia.

III

Acá, mientras el calor nos tenía aferrados al aire acondicionado para poder subsistir más o menos lúcidos, fallecía José Antonio Chiavetta, Pepe. Me llamó mi amigo Luis Villalba. Lo había leído en Facebook, en un homenaje sentido y sincero que publicó el actor mendocino Darío Anís. El Pepe fue una figura señera en el ámbito cultural de Mendoza. Sobre todo, en teatro. Director, maestro de actores y un profundo conocedor de técnicas y vanguardias. Pepe era el padre de la destacada escritora Liliana Bodoc y de mis amigos y compañeros Hugo y Silvia. Hincha de Boca, cáustico en sus diálogos, fue un personaje singular en medio de la chatura provincial en la que, al sabio decir de Mempo Giardinelli, suele reinar cierta "mentalidad municipal". Enviudó dos veces y tiene el insólito récord, hasta donde sé, de haber sido el único ser humano que se fracturó la muñeca de su mano jugando al ajedrez. Si eso no es vehemencia y convicción...A su vez, era capaz de gestos de infinita ternura cuando me veía en una mesa de café y, sobre todo, al reconocer a mi hija Laura y sus pinturas.
Pues bien (o pues mal), ningún medio gráfico o digital de la provincia publicó nada. Ni la noticia de su partida ni, mucho menos, el homenaje que su trayectoria merece. Sólo el periodista Juan Villalba, en Radio Universidad, y los programas "Dicho de otro modo" y el nuestro, "El Candil", en Radio Nacional Mendoza, le hicimos una modesta justicia al reguero de arte que sembró Pepe. Ni siquiera haber sido el padre de una escritora famosa y formada en esta tierra (el primer tomo de "La saga de los confines" está dedicado a él) les alcanzó a los señores y señoras del periodismo vernáculo para dedicarle aunque más no sea un párrafo en la sección Cultura de los matutinos locales.
La lógica es la misma de lo desarrollado en el párrafo anterior, pero al revés. Como se trató de un trabajador del arte que no brilló en marquesinas titilantes no hubo cámaras ni grabadores para cubrir el dolor de los suyos. La muerte de Pepe no vende, entonces no merece segundos ni centímetros. El ADN de la crueldad mediática.
Sus cenizas fueron esparcidas en un teatro al aire libre, en el Parque San Martín. Ernesto Suárez, el Flaco, generoso y talentoso actor, lo despidió junto a los hijos y algún pájaro autóctono.