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miércoles, 17 de julio de 2019

La vida te da sorpresas

20 de diciembre de 2001. Afuera, el gobierno de Fernando de la Rua regaba de sangre las calles del país y dejaba 39 muertos. Sí, ese presidente que María Eugenia Vidal, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires y candidata a la reelección, considera el mejor desde la recuperación de la democracia en 1983.
Adentro, la Academia Nacional de Periodismo premiaba un trabajo mío en forma de reportaje a la colega chilena Mónica González. Ediciones B había publicado "La conjura. Los mil y un días del golpe", ese Golpe de Estado que arrasó con el experimento de socialismo por vía electoral que encabezó Salvador Allende.
Después la conocí personalmente en Mendoza cuando vino, por mi iniciativa, a la Feria del Libro local. Cenó en casa, ella y su nieta, el mismo año en el que también llegó la inolvidable Patricia Verdugo.
Hoy leo, con estupor, cierta incredulidad y sabor amargo que Mónica ha firmado la Solicitada de FOPEA que pretende defender a Daniel Santoro, periodista de investigación de Clarín, indagado por el juez federal Alejo Ramos Padilla como presunto integrante de una asociación ilícita dedicada a extorsionar empresarios y armar causas contra Cristina Fernández de Kirchner y varios exfuncionarios de sus gobiernos, varios de ellos presos hoy de manera injusta e ilegal.
Mónica González tiene, en su país y Latinoamérica, un prestigio similar al que tiene nuestro Horacio Verbitsky de quien es gran amiga. O era, ya no sé.
Como mantuve hasta ahora una muy buena relación a la distancia le envié un correo electrónico para contarle quién es Santoro. Aunque quiero creer que una periodista de su trayectoria es improbable que firme algo así sin tener información cierta de lo que apoya. Aún no me respondió, después de dos días.
Tengo un sentimiento ambiguo. En parte sorpresa, como dije, pero también indignación y, sobre todo, mucha pena.
Prefiero que la vida me dé otro tipo de sorpresas. En fin.

lunes, 8 de abril de 2019

El tío

Todo empezó cuando una profesora de Marxismo Astral (sí, la posmodernidad tiene estos ruleros psicodélicos que suelen dar guita) increpó a través de facebook a mi primo Santiago. El Gordo (en realidad, casi no escucha y cuando le decimos Sordo responde que ya va a adelgazar) es ateo, racionalista y descree de atajos pseudocientíficos y, digamos todo, de dietas alternativas también.
La cuestión es que somos sobrinos de Tu Sam. Si usted puede tener un tío orfebre, escribano, ciruja, periodista, fiscal extorsionador, juez federal o diputado nosotros podemos tener uno astrólogo, horoscopero o zodiacal, como quiera llamarle.
Conozco un cómplice de nuestros sábados de café que dice que tiene un tío entrenador de futsal, pero que pidió asilo político en Pakistán desde enero de 2016. Y le creemos, claro.
Siempre tuvimos quilombo a la hora de saludarlo cuando venía a casa. O de nombrarlo en las reuniones familiares. Es que somos muy tradicionalistas y nos enseñaron que no hay que tutear a los mayores, mucho menos a un tío.
Nunca pudimos decirle tío Tu, por eso. Y tío Su queda horrible y es confuso, ambiguo.
Como se estarán imaginando tampoco nos atrevemos a llamarle tío Sam. Si bien les conté que somos tradicionalistas es sólo en las costumbres. Nuestro árbol genealógico está repleto de luchadores antiimperialistas y, precisamente, debemos respetar esa tradición. Somos "oriundos del marxismo", como le espetaron una vez a cierto ministro de economía. Por lo tanto, imposible. Además, nadie nos creería que nuestro tío sea Eso, ese muñeco disfrazado. Cruz diablo.
Ya nos juntamos muchas veces para resolver el conflicto. Fue inútil, aunque estuvimos cerca de lograrlo.
Les cuento. Mi prima segunda Ana Bella tiene militancia en una agrupación política juvenil. Pobre, dice mi tía Gabriela, viene marcada desde el nombre. Pero ella, mi prima, nos contó de un presidente efímero al que la muchachada llamaba Tío porque el Padre de ellos era otro. Cuando fundaron la agrupación cayeron en la cuenta de que no podían ponerle "La Tío" y de ahí el nombre que ostenta hoy, explica nuestra primita.
El asunto es que desde el Marxismo Astral están convencidos que Karl y Friedrich nacieron marcados por su signo respectivo y nosotros, la familia digo, no logramos convencer al tío de que se inscriba en el Curso. Dice, el muy turro, que su decanato en Piscis o la influencia de Capricornio en Saturno le aconsejan abstenerse.
Mientras tanto, el Gordo sigue morfando a destajo aunque su horóscopo de la semana le pide prudencia.

jueves, 21 de febrero de 2019

Volvió a nacer

Se dice así. Cuando se extrae un niño ileso de entre los escombros después de un terremoto o un tornado; si una muchacha sale de entre los hierros retorcidos de un micro accidentado sin un solo rasguño mientras a su alrededor la sangre es un partícipe necesario; si el rayo que debió caer, pero no cayó en el árbol bajo el que nos refugiamos y así en tantas oportunidades en las que el azar tejió sus hilos misteriosos y no pasó lo que tenía que pasar, decimos que hemos vuelto a nacer. Que ese niño, aquella muchacha y nosotros volvimos a nacer.
En esos casos de manera involuntaria.
Pero ella no. Ella se preñó a sí misma, se embarazó de identidad. Ella, que parió y amamantó como cualquier mujer un día empezó a saber que debía ser la protagonista de su nuevo nacer. Pasó así, según nos contó una tarde en casa, con café y un libro cubano que trajo como buen augurio de nuestro cercano viaje al primer territorio libre de la América contemporánea.
Hace años, cuando ella era más joven de lo que es ahora empezó a saber. Fue en una peluquería. El peluquero estaba en la tarea imposible de hacerla más linda de lo que era y es. Y en esa charla entre tinturas, secadores, ruleros y revistas del corazón atrasadas le confesó que en plena dictadura y mientras el elenco de teatro independiente del que era parte ensayaba, en plena noche un grupo de tareas allanó ese domicilio. Los metieron presos, pero ellos también tuvieron el azar de su lado y volvieron a nacer. Por la descripción que hizo de los sabuesos ella descubrió que uno de esos tipos era su progenitor (jamás pudo decirle padre o papá).
Y desde ese momento, dice, supo que estaba casi sola frente a su destino. Por otras circunstancias ni la madre estaba en condiciones de auxiliarla. Sólo la tía y su Eros que, ahora adopta el nombre y el abrazo permanente de Fabián.
Empezó entonces la toma de conciencia, en paralelo con el devenir tanático de la patria y el erótico de los días y sus noches. Recorrió los senderos que había que recorrer, algunos pavimentados, los menos, y los más con dificultades, trabas, trampas y peligros, pero siempre con el objetivo firme, lúcido de saber qué se quiere hacer con la nueva criatura que se iba gestando, autogestando.
Y lo logró. Y hoy esa nueva mujer, que no es producto de un milagro ni obra de ningún ser suprahumano, está transitando la burocrática misión de cambiar sus documentos, sus tarjetas bancarias, su carnet de conductora y otras banalidades así. Me gusta imaginar qué cara pondrá la empleada del Registro Civil y la de la entidad bancaria cuando Mariana les entregue fotocopia fiel del original de su nueva Partida de Nacimiento. Si adivinarán que más que en ese papel la nueva Mariana está en su sonrisa, ya no sólo la que surge de sus labios y de los dientes, esas "diminutas ferocidades", según Miguel Hernández, sino de la que ilumina con sus ojos de niña nueva.
Nosotros, quienes la amamos por esto y por tanto más, nos proponemos ser los sonajeros multicolores y las cajitas de música que necesite para crecer, seguir creciendo, sana y fuerte, feliz y comprometida como hasta ahora. Pero, sobre todo, nos felicitamos por ser condecorados con su ejemplo y su amistad.
Estos son los casos en los que, con ovarios militantes así, las mujeres que han vivido los horrores históricos casi como nadie resignifican aquello que canta el pueblo en las plazas. "A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido".