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jueves, 20 de octubre de 2016

Nada

Silvina Anfuso es la responsable del área de género del gobierno de Mendoza (perdón, tengo una muy saludable dificultad para retener los nombres burocráticos de las oficinas estatales y empresariales). Para explicar por qué no se sumaba a la Marcha contra la violencia que sufren las mujeres en esta sociedad masculinizada argumentó que la protesta estaba muy politizada.
Debería saber, digo, debería tener aprendido aquel principio que las feministas han universalizado ya: "Lo personal es político", que postuló Carol Hanisch y pasó a ser emblema de todas y casi todos.
El país y, por onda expansiva, otros lugares del mundo vieron desfilar, nos vieron marchar, con pancartas, cantos, llantos y dolores compartidos.
Mientras tanto, Anfuso y seis o siete mujeres burocráticas se juntaron a tomar el té con Su Excedencia el señor gobernador, Alfredo Cornejo.
No sé si Cangrejo lleva su Diario personal, como hacían ciertas figuras públicas antaño. Por ejemplo, Luis XVI, el decapitado monarca francés, cuya tumba vi en la Basílica de Saint Denis, donde descansa, ya sin su testa, junto a María Antonieta.
En la entrada de su Diario correspondiente al día 14 de julio de 1789 se lee: "Rien" (Nada).

martes, 11 de octubre de 2016

Eso no se hace

Un par de amigos dictaba un taller literario en un café del centro mendocino. Carlos Levy, un grandioso poeta urbano, y Emilio Fernández Cordón, el Emilio, tremendo cuentísta que tuvo la pésima idea de irse de este mundo antes de tiempo.
La juntada bohemia se llamaba "El adjetivo asesino". Juguetones los tipos. Es que el término adjetivo es sustantivo y asesino es un adjetivo que no siempre mata. "Cosas así siempre tan tristes", decía el cronopio.
Escribo estos delirios a raíz del discurso que Mempo Giardinelli pronunció en su nombre y en el de nosotros, sus compañeros del Manifiesto Argentino, en el estadio cerrado del club Atlanta para conmemorar los primeros cien años de democracia representativa en el país. En realidad, la excusa fue homenajear a Hipólito Yrigoyen. El gran chaqueño universal hizo un extraordinario uso y abuso de los calificativos. Flechas luminosas contra el blanco, rayos de dignidad dirigidos al corazón y el hígado de esta caterva de malandrines que se subieron al gobierno en diciembre pasado por obra y desgracia de las urnas infectadas.
Por eso, porque Mempo me abrió la puerta para ir a jugar, voy a hacer lo que no se hace. Agregaré un surtido de mi propia cosecha, de mi mejor ira, de lo que me brota desde las vísceras. El autor de "La revolución en bicicleta", "Luna caliente" y "Visitas después de hora", entre algunos de sus novelas emblemáticas, les dijo estafadores, mentirosos, autoritarios y otros piropos catárticos. Sumo y sigo.
Cínicos, hipócritas, xenófobos, discriminadores, soberbios, inútiles, impúdicos, rapaces, caraduras, corsarios, ladinos, taimados, fanáticos, basuras, violentos, patéticos, odiosos, obtusos, avaros, ignorantes, estúpidos, temibles, siniestros, infectocontagiosos, horribles, caretas, falsos, truchos, mojigatos, revanchistas, inhumanos, corruptos, nauseabundos, asquerosos, antipopulares, homofóbicos, delincuentes, mediocres, malparidos, represores. En fin, macris.
Dedico esta descarga ética ("Diatriba por la patria", un Giardinelli que alguna vez le regalé a Volodia Teitelboim, es otro de sus títulos imprescindibles) a todos y cada uno de los funcionarios nacionales, provinciales y municipales, a los legisladores de cualquier jurisdicción, a jueces, fiscales y otros animales de esa fauna y aún a quienes colaboran con el régimen so pretexto de ganarse la vida sin contaminarse, dicen, de la pus neoliberal. Ellos creen que son una isla, un coto blindado al que no le llega la mierda explotadora. Son los judenrath del siglo XXI. Cada nuevo pobre, cada pibe perseguido, cada mujer maltratada, cada plato de comida vacío, cada escuela convertida en merendero, cada andamio mudo, cada comercio cerrado es una cachetada explícita a los militantes del yonofui.
Claro, ya sé, esto no se hace. Por eso lo hago.