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lunes, 25 de marzo de 2013

Quiero creer

Comenzaré diciéndolo en idioma cursi: no os asustéis queridos compañeros, amigos, hermanos y demás prójimos de la fauna de acá. No renegaré de mis convicciones ni me inclinaré ante las divinidades inventadas desde los cenáculos de la oscuridad. Despejad vuestras dudas al respecto. Sigo tan ateo, anticlerical y zurdo, adscripto a las teorías (y sus diversas prácticas) de cambio a favor del inmenso mundo de los desposeídos y menospreciados. En síntesis, que ni en pedo (como ven, de lo cursi a lo procaz hay apenas pocos renglones) seré jamás un hombre religioso. Lo proclamo urbi et orbi.
Sin embargo, como el sábado me reuní con los antropófagos cómplices del café (y eso me convierte en un hombre bueno e inocente, al menos, por unas horas), quiero creer que Bergoglio, hoy Francisco, no entregó ni abandonó a los dos jesuitas, Jalics y Yorio; que, como dice Adolfo Pérez Esquivel, practicó la "diplomacia silenciosa" en plena dictadura terrorista burguesa (práctica a la que no se sumaron don Jaime de Nevares, Jorge Novak y ni siquiera Vicente Zaspe, por ejemplo); que, como declaró la exDefensora del Pueblo de Macrilandia, Alicia Oliveira, le dio su documento de identidad a un perseguido político de esos años para que pudiese escapar del país; que recuerda haberse reunido con la familia De la Cuadra, pero no recuerda qué les dijo; que el tipo tiene una sensibilidad social a prueba de villas y asentamientos marginales; que ya en 2011, según revela la colega Sandra Russo ("Rezo por vos", Página12, sábado 23/3/13), pidió la beatificación de Carlos de Dios Murias, sacerdote asesinado junto a Gabriel Longueville en 1976, hechos que investigaba el obispo Enrique Angelelli, también muerto por la máquina estatal del terror; en fin, que es sincero cuando nos invita a caminar junto a él, inclusive a los no creyentes.
También entiendo que no es lo mismo ser el almacenero del barrio que el gerente de una cadena multinacional de supermercados (les pido disculpas a mis amigos católicos, sobre todo a mis amigas, pero es la primera comparación que me aparece cuando se trata del Vaticano. Debe ser por aquello de los mercaderes y el templo). No debe ser fácil ser el guía espiritual de más de mil doscientos millones de personas y, a su vez, resolver los tremendos despelotes políticos y morales internos (de nuevo me salió el barrio) que tiene como jefe de Estado. Pero el tipo es el mismo, porque si no tendría que aparecer un Erasmo del siglo XXI para que escriba el "Elogio de la esquizofrenia".
Mas sigo pensando que me cuesta diferenciar al señor que, en nombre del Señor, considera una "movida del Diablo" el amor entre dos personas del mismo sexo y este otro señor que pide amor, comprensión y gestos de solidaridad para con los más pobres y los distintos. Y me carcome la duda existencial de por qué se conoce recién ahora su participación en el documento de Aparecida y sus aparentes auxilios a perseguidos políticos. Y por qué su silencio ante la complicidad de sus pares en las torturas, violaciones, robos de bebés y asesinatos perpetrados para destruir el aparato productivo nacional y quebrar la espina dorsal de nuestra sociedad. Total, no es del primer genocidio en el que sus jerarcas participan por estas comarcas, incluyendo entre sus víctimas a varias ovejitas de su rebaño.
Sin embargo, no soy tan lelo como creen algunos. Admiro la muñeca política de nuestra presidenta, del jefe de gobierno de Ecuador y del ejemplo histórico de la actitud de Hugo Chávez quien, una vez más, marcó rumbos en esa extraordinaria fusión de cristianismo y marxismo que se había puesto en marcha en tiempos del Concilio Vaticano II. Pero quiero verlo funcionar al Papa argentino, yo sentado ante el desfile del mundo mientras él y los suyos van dando señales de cambio, más allá de los gestos y actitudes que hemos visto. A saber: presentarse en ventanilla a pagar sus cuentas, viajar en metro, resignación de oropeles, algunos, en su vestimenta, lenguaje más coloquial, la "gran Néstor" al zambullirse en la multitud, y novedosas maneras de acercarse a la gente común. Todo muy auspicioso, pero la prueba de fuego, para mí, será la su respuesta a la iniciativa del exjuez Baltasar Garzón, quien le pidió que abra los archivos vaticanos comprendidos entre 1976 y 1983 para, de esa manera, terminar con la polémica acerca de la conducta de la jerarquía católica nacional (incluida la suya) y vaticana respecto del genocidio. El desafío es serio, contundente, preciso. Si Murias es, efectivamente, beatificado y los archivos aireados, empezaré a creer que la asunción de Francisco es un paso hacia el cambio de época, también para la Iglesia. Entonces, por ahora, ni ensañamiento ni sobreactuación laudatoria.
Mientras tanto, mientras se suceden los días y los rituales milenarios de Semana Santa, esperaremos que, una vez finalizados, la maquinaria del Estado pontificio empiece a dar señales claras y profundas a través del nombramiento de sus principales colaboradores, de las medidas concretas que tome ante los países centrales, ante las presiones que, seguramente, recibirá de los grupos mafiosos internos para tratar de que Lampedusa y su "Gatopardo" sigan gobernando el catolicismo desde las sombras. Y, lo que me parece más grave, imponiéndonos sus prehistóricas concepciones, a nosotros, el resto del mundo.
No le será fácil, si es que, de verdad, ha llegado para salvar a un enfermo terminal. Quiero creer que sí. Ojalá, por el bien de casi todos, no me arrepienta.
Vuelvo al cursi para dejaros, por último, un consejillo que espero os hará provecho. No traguéis sin masticar. Amén de produciros cólicos dolorosos, vejigas inflamadas, digestiones inclementes y ruidos incómodos en vuestras cavernas interiores, os privaréis del sabor del alimento a ingerir. Este humilde aporte a vuestra calidad de vida es aplicable, os digo por experiencia propia, a la gastronomía, pero también a todo tipo de ingestión, ya sea la intelectual o la afectiva. Estimo que me habéis comprendido. Eso quiero creer, también.


lunes, 18 de marzo de 2013

Deseo fecundo

Nunca supe si lo que les voy a contar, y alguna vez alguien me contó, se refiere a un hecho real o es otra de las anécdotas que él tenía en sus maravillosas alforjas y derramaba al público. Eran tiempos de la llamada "primavera democrática". Presidía el país Raúl Alfonsín, (existe una versión que tiene como protagonista a otro presidente, innombrable por varias razones) con su halo de hombre progresista, cofundador de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos). La carrera artística del otro personaje de esta historia comenzó en Tandil, Provincia de Buenos Aires. Alfonsín había nacido en Chascomús. Entre una y otra localidad hay 265 kilómetros de distancia.
Facundo Cabral (Fecundo, le llama mi amigo Adrián Abonizio) daba un concierto en el pago chico del líder radical y, como un gesto de época, don Raúl asistió. Estaba en su casa, entre su gente y, además, podemos imaginar que también disfrutaba de la poesía y la música del trovador que, ya a esa altura de su trayectoria,
había dejado atrás al "Indio Gasparino". Ya era, simple y rotundamente, Facundo Cabral.
Pero esa noche había otro personaje. La madre del cantautor. Una vez finalizada la actuación, el presidente se acercó a saludar y felicitar al autor de "Vuele bajo". Charlaron un rato, intercambiaron elogios y Facundo le presentó a su mamá, por quien sentía un cariño superlativo. Alfonsín, rápido de reflejos, sacó una tarjeta personal, se la ofreció a la señora y le dijo, dicen: "Señora, tome. Cualquier cosa que necesite, no dude en llamarme". La mujer, anciana curtida por una vida de sacrificios y esfuerzos, tomó la tarjeta y, digna madre de su hijo, le respondió, dicen: "Gracias, pero con que no me joda es suficiente". Le dio un beso en cada mejilla, como acostumbran nuestras campesinas, y se sentó. Eso dicen. No sé si es cierto, insisto, pero merece serlo.
Recordé esa anécdota deliciosa en estos días. Ahora que tenemos un Papa simpático, desacartonado, canchero, un porteño en el Vaticano, un argentino en el corazón del catolicismo, que ha despertado un fervor parecido, demasiado parecido al chauvinismo; ahora que su vocero, Lombardi, acusa a la "izquierda anticlerical" de falsear cierta vinculación de Bergoglio con los crímenes de la dictadura terrorista burguesa, me acordé del pedido de la madre de Cabral.
Como, efectivamente, soy un izquierdista anticlerical (jamás anticatólico ni anticristiano) y no quiero herir los sentimientos de la buena gente que, ilusionada, mira a ese señor que paga el hotel vestido de monarca y que le pide a sus sacerdotes connacionales que den a la caridad el dinero que iban a utilizar para viajar a su entronización (el primero en adherirse públicamente es el "Momo" Venegas, sindicalista explotador de obreros rurales. Un cristiano muy sui generis) y que tiene conductas y gestos de verdaderas actuaciones ante las cámaras globales; como le espera la ardua tarea de ordenar las cuentas vaticanas, limpiar la mugre moral de sus curas pedófilos y tratar de desarmar los grupos mafiosos al interior de la Iglesia. Por todo eso y porque él mismo ha pedido misericordia y va a estar tan ocupado en cambiar opulencia y boato por pobreza, según ha prometido, soy yo quien, humildemente, le pido, parafraseando a la vieja de nuestro fecundo artista y mártir: "Francisco, con que no nos joda, es suficiente".

jueves, 14 de marzo de 2013

Nos quieren hacer puré

"A veces sigo a mi sombra,
a veces viene detrás"
Vidala para mi sombra
Julio Espinosa

Aviso a lectores y lectoras desprevenidos. Es posible que este textículo tenga sobredosis de adjetivos. O sea, incorrección literaria y esas paparruchadas tan en boga entre los intelectuales que supimos conseguir.
Hecha la advertencia, me largo a la piscina celestial. Si alguien debería sentir como una ofensa la designación de Bergoglio al frente de la secta más antigua y primitiva del planeta, ese alguien es mujer. En la Argentina, y no sólo, la impostura moral del jesuita entronizado tiene como víctima propiciatoria el cuerpo de las mujeres.  Y esa concepción atávica y perversa corre riesgo cierto de propagarse urbi et orbi, como gustan latinizar en sus discursos. Allí están los ejemplos. Recientes. Para el mutado en Francisco I la Ley de Matrimonio Igualitario fue, es, "una movida del Diablo" y también la Ley de Identidad de Género. Su obcecada oposición a obedecer la sentencia de la Corte Suprema de Justicia respecto del aborto no punible, consagrado en el Código Penal Argentino ¡desde 1921!, lo hace cómplice de violadores, es decir, partícipe necesario de delitos a la integridad sexual de las víctimas.
¿Qué esperaban? Bergoglio, como los ciento catorce cardenales restantes, es hijo ideológico de Woytila y Ratzinger. Eduardo de la Serna, coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres, dice que había peores candidatos. Chocolate, amargo, por la noticia. Mal consuelo, querido y admirado compañero. Durante los días de acefalía que siguieron a la renuncia de Ratzinger se especuló, como sucede siempre, acerca de la nacionalidad del nuevo monarca a designar. El capitalismo timbero mostró su faz más siniestra: apuestas, ríos de guita para adivinar. Ganó, era inevitable, el caballo del comisario. Pero, dice bien esta vez de la Serna, poco importaba si el nuevo Papa era australiano, ugandés, filipino o peruano. Importa, y mucho, que resultó entronizado un tipo profundamente reaccionario, aunque la prensa hegemónica lo trate de presentar como moderado. Moderado, las pelotas. A lo ya dicho respecto de las mujeres y sus cuerpos, cabe agregar su comportamiento sinuoso, cuando no colaboracionista, con la dictadura genocida (Leo, con cierta sorpresa, que Pérez Esquivel afirma que Bergoglio no colaboró con la dictadura. Presbicia ideológica, se llama eso). Las sospechas fundadas de haber entregado a las mazmorras de la clandestinidad asesina a Francisco Jalics y Orlando Yorio (dos sacerdotes jesuitas, como él, que fueron a pedirle refugio en tiempos de plena represión ilegal), el encubrimiento institucional de Christian von Wernich, capellán de la policía de Camps y condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad (sigue siendo miembro de la Iglesia, como si nada hubiese ocurrido) y la hipocresía ética de lamentarse por las víctimas de pedofilia, mientras se protege, implícita o explícitamente, a los curas delincuentes, no hacen más que pintar un panorama gris, tirando a negro oscuro.
De las razones políticas de la llegada de Bergoglio a la silla de Pedro se ha dicho y se dirá mucho, lo que cada analista pueda y quiera. A mí me queda claro que han puesto a un hábil, viscoso e intrigante al frente de un Estado que tiene mil doscientos millones de súbditos y, creo, otros tantos problemas por intentar resolver.
Cuando Fidel le preguntó en Cuba al exjoven nazi "Dígame, ¿qué hace un Papa?", no se sabe cuál fue la respuesta, pero me juego que no le respondió "Negocios, si no cómo cree, compañero Fidel, que llegamos hasta el siglo XXI". Por lo de compañero y porque no es habitual que las cúpulas eclesiásticas digan la verdad. Es puro fruto de mi atea imaginación, lo confieso.
Dice Gabriela Michetti, la dirigente derechista del macrismo (noto que me estoy poniendo redundante), que cuando conoció la noticia lloró de alegría. Lo puso en Twitter. Me pregunto si habrá llorado de tristeza por cada niño y joven abusado, por cada bebé robado, por cada bendición a los torturadores y violadores, por cada hostia consagrada para Videla y sus secuaces, por el "corralito", también genocida, de Cavallo, por el helicóptero manchado de sangre de de la Rúa. Sospecho que no. Al menos no en las redes sociales. No figura.
Mucho se ha hablado de los tiempos de la Iglesia. Tardaron cuatrocientos años en pedirle disculpas a Galileo y a Giordano Bruno, pero bastante menos en desmantelar, uno a uno, todos los hitos progresistas del Concilio Vaticano II. Siempre proclives al cambio, al reaccionario, al elitista, al regresivo y discriminatorio. A ese cambio sí están prestos a darle manija. Lo dice, más claro que yo, el eminente filósofo Rubén Dri, exsacerdote salesiano y uno de los sobrevivientes de la Teología de la Liberación: "Una mala noticia". Digo, como el diputado nacional Carlos Raimundi, "Ojalá me equivoque".
Comenzaba nuestro programa en Nacional Mendoza cuando se anunció la nueva. Como un conjuro, María del Carmen Yurichich, nuestra insigne operadora (fue la primera mujer del país en hacer ese laburo, allá en su Río Turbio natal. Un orgullo tenerla en el equipo), puso en el aire la "Vidala para mi sombra". No sabemos (ella tampoco sabe) si fue la tan mentada intuición femenina, brujería ancestral o inspiración divina, pero ahí están esas sombras que, a veces preceden o otras siguen al jesuita, acompañándolo de por vida.
Esas sombras, me dije, tienen nombre y apellido. Son Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, asesinado de accidente automovilístico el 4 de agosto de 1976; Salvador Barbeito, seminarista palotino, muerto el 4 de julio de 1976; Emilio Barletti, idem que el anterior; Daniel Bombara, militante de la Juventud Universitaria Católica, asesinado en Bahía Blanca el 10 de diciembre de 1975; Carlos Dorniak, sacerdote salesiano, muerto en Bahía Blanca el 21 de marzo de 1975; Pedro Duffau, cura palotino, caído junto a Barbeito y Barletti; Héctor Jesús Ferreirós, del Partido Popular Cristiano, periodista de la Agencia TELAM,  asesinado el 30 de marzo de 1977; Elizabeth Fress, militante como Bombara, desaparecida en setiembre de 1976; José Manuel González, agente pastoral, muerto en Bahía Blanca el 24 de abril de 1975; Alfredo Kelly y Alfredo Leaden, igual que sus compañeros palotinos, muertos el 4 de julio de 1976; Gabriel Longueville, sacerdotemuerto en Chamical, el 18 de julio de 1976; María del Carmen Maggi, Decana de la Facultad de Humanidades de Universidad Católica de Mar del Plata, muerta el 23 de marzo de 1976; y así hasta completar 30.000.
Pesada sombra, mochila de plomo (literalmente), que no le ha impedido al hoy Papa Francisco dormir su primera noche en los aposentos vaticanos, supongo.
En fin, que Bergoglio es un temible adversario de las políticas de inclusión y de igualdad de oportunidades que flamean por nuestro mestizo continente. Aunque la corrección diplomática y las realidades particulares de cada país obliguen a Cristina y a Nicolás a desearle buena faena e, íntimamente, que esa faena no nos haga puré.

viernes, 8 de marzo de 2013

Nombres propios

Pateando piedritas, mientras llegaba a la radio, imaginé las tribulaciones de ciertos energúmenos al ver la alfombra roja que tapiza Caracas y se expande por el mundo hasta cubrir el patio de tierra de una casita humilde de Nairobi, el balcón indignado de aquel departamento de Barcelona y los estantes multicolores de mi biblioteca.
Mis propias tribulaciones me llevan a la gramática. Siempre me pareció una materia árida, con ripio, que sólo cobra vida cuando los imaginantes la transforman en belleza estética. Pero allí fui. Recordé que los nombres son sustantivos, es decir, palabras que sustentan. Y que, en el afán humano de clasificar todo y ponerlo en cajoncitos para poder encontrarlos y dominarlos, los sustantivos (o los nombres) son comunes o propios. Dos académicos, Alcina y Blecua, dicen que "Los nombres propios son, por sí mismos, nombres sin significado propio, nacidos por la necesidad de particularizar las diferentes versiones de una misma clase, especie o género de la realidad." Traducido al castellano quiere decir, supongo, que no es lo mismo Ángel que ángel, Alma que alma, Celeste que celeste, Julio que julio (cosa de ser un poco autorreferencial), Rosa que rosa o Salinas que salinas, por dar sólo unos pocos ejemplos.
Toda esta introducción fatigosa y oscilante me la sugirió una entrevista radial a Enrique Thomas, minúsculo diputado nacional de brocha gorda, titular del bloque peornista (neologismo verbitskyano, que también es un neologismo, caramba), para consultarlo por un comunicado suyo recomendando a los venezolanos una transición pacífica(¡sic!) luego de la muerte del Comandante. No voy a detenerme en las minucias de su pequeña mente derechista porque temo que me distraiga del objetivo de este textículo, entre dolorido y militante.
Me pregunté cómo lo recordará la historia, cómo lo nombrará. Y se me dibujó una sonrisa, vaya uno saber por qué.
E inmediatamente pensé en Evita, el Che, Fidel, Cristina, Evo, Rafael, Lula, Dilma, Hugo o Comandante, Pepe, Néstor y, pronto, muy pronto, Nicolás. Así se los conoce y se los nombra a los y las líderes de nuestra América. Nadie, que yo sepa o imagine, nombra al presidente Sebastián o Juan Manuel, por ejemplo. ¿Alguien recordará, por sus nombres, al presidente Fernando, o Arturo, o Eduardo, o Raúl, o Carlos (a éste, más que a ninguno, se le podrá llamar el Turco, más el epíteto que le surja en el momento al ciudadano en cuestión)?. Debe ser por aquello que dice Cristina, que éstos no se parecen a sus pueblos y aquellos sí. Tal vez. O porque, efectivamente, estamos viviendo un cambio de época, según la feliz conclusión de Rafael.
La cuestión es que estos pueblos del sur del sur han hecho propios los nombres propios de sus dirigentes, los han comunizado (si se me permite el término subversivo). En síntesis, nombres propios devenidos en comunes, poniendo patas arriba la mesa prolijita de la gramática de la vida. Enhorabuena.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Anita y Hugo

"La era está pariendo un corazón,
no puede más, se muere de dolor..."
Silvio Rodríguez


Ayer no pude. Y hoy no sé, pero lo voy a intentar. Tengo que intentarlo, los compañeros me esperan.
Anita nació en Buenos Aires y convirtió a Pablo y Jimena en padres, a Armando y Mecha en abuelos, a Lucía, Martín y Camila en tíos y a Celia en tía abuela. Anita llegó a un país mejor que el que era. Llegó a una Patria Grande, creciente, acechada por buitres y demás carroñeros, pero lúcida por primera vez en mucho tiempo.
Anita llegó cuando él se iba. Es inútil hacer la crónica. Propios y ajenos se han ocupado de eso. Tinta y archivo. El diario Los Andes, letrina comunicacional centenaria, tituló hoy: "Conmoción en Venezuela: habrá elecciones en 30 días". Allá ellos. No digo más.
Nunca imaginé que las locomotoras también morían. Por personalidad, por potencia energética, propia y territorial, por ser el primero en emerger de entre las tinieblas genocidas del neoliberalismo (Cuba y Fidel ya eran estandarte y estaban en terapia intensiva), porque impuso un lenguaje insolente en las relaciones internacionales y, por eso mismo, no fue indolente. Porque olió azufre donde había estado Mr. Danger, el impávido señor de la muerte, por su solidaridad irrestricta con el pueblo palestino. Porque mandó al carajo la trampa. Porque nunca le mintió a su gente. Simplemente, por amor, Hugo es una locomotora que imaginó y puso en marcha un trazado bonito, como se llama su revolución.
Ya van dos. Néstor murió, dicen, por bala ajena. Hugo, dicen, por cáncer ajeno. Es que el cuerpo es un traidor, como dice Feinmann (¿cómo que cuál Feinmann? Al otro no lo citaré jamás).
El País, me refiero al diario serio español, podrá ilustrar, ahora sí, con la foto que quiera.
El pueblo venezolano, los líderes latinoamericanos y nosotros nos quedamos con Anita, con las Anitas del mundo, confiando en que Hugo "seguro que al rato estará volando, inventando otra esperanza para volver a vivir".

lunes, 4 de marzo de 2013

Una explicación sin importancia

"El honor es una forma subjetiva de la derecha"
Horacio González


No vengo a dar lecciones de ética. Ni de moral. Ni de honor. Porque acuerdo con Horacio González y porque no soy quién (alguien dijo que todos guardamos muertos en el ropero, o algo así) y porque la docencia no es lo mío. Empiezo entonces por contarles, contarte amiga, algunos de esos "muertos" éticos que, aunque no llegan a avergonzarme, me confirman como ser humano. Es decir, impuro, vulnerable. Voté a Luder, voté a Carrió, trate de justificar la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia, fui gorila de izquierda, tengo un libro dedicado por Abel Posse y otro por Firmenich, quise creer que lo de Chernobyl no era tan grave, alguna vez mentí. Y otras patinadas por el estilo. Me embarré, me caí, quedé herido, moralmente herido. En síntesis, supe que era, que soy, finito (no me miren la panza, lo digo ontológicamente).
Pero me curé. Creo, siento que me estoy curando de todos esos bochornos. Y en buena medida el mejor remedio ha sido y es mi relación con seres maravillosos y contradictorios, casi todos cosecha de largos años de siembra laboral. Artistas, escritores mujeres y hombres del periodismo, compañeros entrañables, gente de una sensibilidad especial, al servicio del Otro, del distinto, el cercano. Mis años de lecturas y, en menor medida, de cine, el café con los amigos y amigas, cómplices de los sábados y el amor de mujer, hijos y nietos me sostienen y mejoran cada día, espero.
Hago este introito para entrar en tema despojado, desnudo, y para que, como sucede siempre, desnudo se vean las costillas y las cicatrices. Antes de que finalice 2012 le envié un correo electrónico a quien era en ese momento director de MDZ, el diario puramente digital mendocino, con quien me une una vieja relación de afecto, (ignoro si continúa como responsable periodístico, si sigue en el diario o no), para pedirle que dejara de publicar mis textículos. Tengo amigos y colegas trabajando allí, a algunos los admiro especialmente y ellos, sin consultarme nunca y como un gesto de reconocimiento que agradeceré siempre, hacían conocer a sus lectores algunos de mis delirios. Porque estaban de acuerdo o en desacuerdo, porque promovían o provocaban el debate y la polémica, o por cariño nomás.
La línea editorial del diario (adictos al copie y pegue de Clarín y otras letrinas comunicacionales), el uso y abuso, sin cortapisas, de los foristas (¿no le falta una erre?), esa caterva de anónimos agresores e insultadores, me hicieron tomar la decisión. Meditada y dolorosa. A aquellos queridos amigos y colegas mencionados, por lo menos, les pagan. Sentí que mis textos le servían a la Empresa para simular una pátina de pluralismo ideológico mentiroso, falso.
Como hizo Mempo Giardinelli (un referente ético para mí, un amigo, además de gran escritor) con sus columnas en La Nación. Privilegiar la trayectoria (incomparable la mía con la suya) por sobre cualquier otra cosa.
Pese a mi pedido, esta mañana, lunes 4 de marzo, con sorpresa, vi publicado mi último textículo (antes de éste, obvio), "AMIA, DAIA, una paradoja" (www.julio-rudman.blogspot.com). Pero lo que colmó el vaso de mi paciencia es que compartía sección (lo digo en pretérito porque, ante mis alaridos vía correo electrónico, ya fue retirado) con un artículo de Christian Sanz, pseudoperiodista que tiene en su curriculum preciosuras como haber afirmado que a Jorge Julio López lo escondió el kirchnerismo, o que Marita Verón no fue secuestrada sino que se dedicaba a la prostitución.
Por supuesto, soy consciente de que estas tribulaciones personales son un grano de arena insignificante frente a la elección del próximo Papa, el pedido de democratización del Poder Judicial, el regreso de Riquelme al negocio, el pronóstico del tiempo en el sur de la provincia de Chubut o el pase de Tinelli, pero vos sabés, amiga mía, que lo personal es político, como dicen las feministas, y a mí la política me dibuja sonrisas o muecas, según quien la esgrime.

sábado, 2 de marzo de 2013

AMIA, DAIA, una paradoja

"Que el sionismo es un nacionalismo de carácter "völkisch", es decir, centroeuropeo, etnicista y sustancialmente conservador, es algo razonablemente aceptado"
José Saramago
en Prólogo a "Las falacias del sionismo progresista", de Yitzhak Laor.


Los acusados iraníes son inocentes. Esto no es una conclusión personal ni siquiera una expresión de deseos. El ordenamiento jurídico argentino lo tiene expresamente dicho. La Constitución nacional lo consagra. Toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Es más, si se presentan ante el fiscal Nisman y el juez Canicoba Corral, en Teherán, y se niegan a declarar seguirán tan inocentes como hasta hoy. Es que la declaración indagatoria es, precisamente, una herramienta procesal de la defensa y no, como pretenden hacernos creer los dirigentes sionistas y sus corifeos opositores, un método para culpabilizarlos. Y es también la única llave para destrabar un caso que, desde hace diecinueve años, viene sufriendo investigaciones sesgadas, pruebas manipuladas, negocios, pistas falsas y conexiones con otras maniobras encubridoras (casi nadie ha mencionado por estos días a Rubén Beraja, titular de la DAIA y del Banco Mayo al momento del atentado, cabeza visible de una estafa por asociación ilícita, por mucho kipá que luzca).
De allí y sólo de allí puede venir la luz. Saber si la pista iraní, la pista siria o la conexión local (esta última parece inevitable en cualquier caso) tuvieron participación activa, y en qué medida, aquel 18 de julio de 1994, cuando estalló la mutual judía y el país entraba por segunda vez al Primer Mundo, de la mano del terror y el fantoche riojano.
La discusión parlamentaria por el Memorandum de Entendimiento con Irán estuvo impregnada de chicanas, burlas y hasta insultos al canciller Timerman (y, por elevación, a Cristina). Se destacó la falta de propuestas alternativas y la infección macrista que contagió a casi todo el arco opositor, incluidos una vez más, los sectores que cacarean progresismo y ponen los huevos en el gallinero, a la derecha de su pantalla, señora. Todos ellos mirando las elecciones legislativas de octubre próximo y con ánimo de seducir a los votantes de la colectividad. Como me dijo por radio Sergio Burstein, el lúcido y valiente familiar de una de las víctimas: "No les interesa saber la verdad, les interesa jorobar al gobierno nacional".
Un cronista avezado y, a la vez, con ínfulas de escritor de ficción, podría haber "visto" al rabino Sergio Bergman abrazar al comisario Palacios, al tiempo que le decía: "¡Ya está, Fino, lo tuyo ya pasó, hay que mirar para adelante!". Claro, si no fuera por el detalle, minúsculo, de que el comisario elegido por Maurizio para dirigir su Policía está procesado, precisamente en la causa AMIA, por encubridor.
Probablemente la dirigencia sionista argentina, además de padecer la mencionada infección macrista, hubiese preferido que el Memorandum se hubiese firmado con Israel o Estados Unidos, pero resulta que los acusados son iraníes y nuestro país dejó, desde 2003, de resignar soberanía a cambio de créditos que fueron, casi siempre, salvavidas de plomo (las multinacionales financieras ahogándonos en su timba e Israel colaborando con la dictadura burguesa, terrorista y genocida). Si hasta me llegó, vía correo electrónico, una declaración de un expresidente de la mutual que se jactaba de ser un adalid de la campaña para que Argentina rompa relaciones diplomáticas con Irán. Evidentemente, una prueba más de que el fanatismo estupidiza y enceguece. Si no es con Irán, ¿con quién debatir?, ¿con Netanyahu, con el jefe de la CIA, o con el primer ministro de Maldivas?
Imaginen esa burrada trasladada al conflicto por Malvinas. Rompemos relaciones con los piratas y nos quedamos colgados del pincel. Es lo mismo.
El Memorandum ya es ley, afortunadamente. Pero nadie puede garantizar que la película tendrá un The End feliz, con beso apasionado y música romántica de fondo. Ningún médico responsable puede garantizarle a su paciente que se va a curar de una simple gripe. Y este asunto no es un catarro diplomático, precisamente. Pero resulta paradójico que, quienes dicen representar a una colectividad y familiares de víctimas del atentado, hayan pugnado con tanto énfasis porque la causa quede como está desde hace casi dos décadas, sin plantear más alternativas que profecías irresponsables y mezquindades comiteriles.
Dicho con dureza, actuaron como nuevos Judenrrat (aquellos judíos colaboracionistas dentro de los campos de concentración). En unos casos a conciencia y en otros como piezas útiles de un entramado siniestro.
Dos conclusiones, por lo menos. En primer lugar, la capacidad de iniciativa política y de gestión de Cristina y su equipo, para romper la parálisis de un asunto tan sensible para nuestra sociedad y, en segundo término y como contracara, la incapacidad de casi toda la oposición para instalar agenda (ni siquiera como furgón de cola de la maquinaria mediática dominante). En los próximos días los veremos, probablemente, muy preocupados por determinar si Marcelo Tinelli seguirá mostrando culos y tetas de mujeres en el canal del multimedios o en uno afín al gobierno.
Así les va.