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domingo, 29 de diciembre de 2013

El Che se quedó corto

                          "Toda idea en movimiento se convierte en una aurora"
                                                         Louise Michel


Estoy viendo (imaginando, quiero decir) la sonrisa en la cara de mis amigas feministas. Myriam, Mariam, Sara, Sofía, Alejandra, Gladys saben, porque me conocen bien, que la cita de la militante comunera anarquista con que encabezo estas reflexiones es un homenaje a ellas también. Pero no vayamos tan rápido. Antes debo cumplir. En mi textículo anterior prometí referirme a "la grieta", ese supuesto disvalor periodístico instalado en la agenda por cierto comunicador fecal desde una de las tarimas que le prepararon sus patrones para premiarlo por los servicios prestados.
Según él se ha producido la tan mentada grieta (a partir de ahora así, sin comillas) entre nosotros, los colegas, y la sociedad,  por obra y gracia, o desgracia, del kirchnerismo que, infectado de odio visceral, no ha hecho otra cosa que abrir una zanja entre amigos, parientes, clientes, deportistas, artistas, amas de casa e intelectuales. Y esa zanja parece agrandarse en la medida en que se suceden las iniciativas gubernamentales y la iracundia opositora, encabezada por las letrinas mediáticas (sí, estoy un tanto escatológico, lo noto. Debe ser la resaca de la lectura de "La materia oscura. Historia cultural de la mierda", de Florian Werner, Tusquets, 2013). La cuestión tomó más relevancia cuando mi querido y admirado colega Reynaldo Sietecase salió a cruzar al bicho bolita de Clarín, pero admitiendo la existencia de la grieta con valor negativo. Reynaldo, un tipo de inclaudicable coherencia ética y honestidad a lo largo de su trayectoria profesional, se mostró preocupado por el problema y destacó que quienes instalaron en la agenda el tajo social no hacen otra cosa que ampliarlo.
Me permito discrepar con él  sólo en la caracterización axiológica del fenómeno. La grieta existe, sí, pero la vivo como una de las grandes virtudes necesarias de estos tiempos. Sobre todo, para quienes hemos sido abrazados por la pasión de la comunicación, pero no solamente. ¿Cómo no abrir un abismo entre quienes vemos una luz de inclusión en la Asignación Universal por Hijo y quienes la ningunean o llegan al exabrupto del senador radical mendocino, Ernesto Sanz, que declaró que ese dinero se iba por la cloaca de la prostitución y el juego clandestino? Ni qué hablar de la señora que en el supermercado, mientras espera que le cobren, con el changuito atiborrado de mercadería, despotrica contra los beneficiarios de los planes sociales a quienes tilda de vagos, en los casos más suaves. Podría seguir, por ejemplo, con la repatriación de más de mil científicos nacionales, la creación de nuevas universidades públicas, el plan de viviendas PRO.CRE.AR, la línea aérea de bandera, YPF, los nuevos jubilados y su recomposición salarial dos veces por año, según manda la ley y así hasta llenar varias pantallas del ordenador. 
El meollo de este debate es: opinar o mentir. Varias veces mis opiniones no coinciden con las de Reynaldo, por ejemplo, pero ninguno de los dos caemos, ni caeremos, en la zancadilla moral de la mentira o el ocultamiento de una verdad, que es más o menos lo mismo. Él dijo que, desde este lado de la grieta, en ciertos casos se "defendía lo indefendible". Puedo llegar a admitir que algún colega confunda obsecuencia con coherencia y pensamiento crítico con homenaje místico, pero aun así, está emitiendo opinión, nunca mintiendo. Porque si miente ya no es un miembro de este lado de la grieta sino un fanático, esa lacra que arruina toda actividad humana.
Vuelvo al principio, a la sonrisa de mis amigas. El fin de semana pasado fuimos sorprendidos. Gratamente. Nuestra compañera y co-conductora de "El Candil", en Radio Nacional Mendoza, fue designada Directora de Promoción de Derechos Humanos de la provincia. Natalia Brite, de ella se trata, sabe, como Louise Michel, que las ideas que no tienen movimiento son dogmas y que éstos son un escollo para cualquier proyecto de inclusión y equidad, sobre todo, en un tema que es columna vertebral de la década que todavía estamos construyendo. Aprendimos a quererla desde su "histórica altura": es más bien petisa, bien formada, madre excelente y compañera maravillosa de Ernesto. Estamos seguros de que, como el personaje-grieta de la recuperación argentina, no piensa dejar sus convicciones en el umbral de entrada de su oficina de la calle Delgado de la ciudad.
El título de estas reflexiones puede sonar atrevido y presuntuoso. ¿Quién soy para decirle al emblema ético por excelencia del siglo XX que se quedó corto? Es que cuando emergen mujeres de la talla de Natalia (no es cargada, me refiero a su ejemplo moral) me surge la pregunta. El Comandante Guevara, inspirador del concepto del Hombre Nuevo, ¿no debió incluir a las mujeres al manifestarlo? Con el antecedente de Olimpia de Gouges en el siglo XVIII y el de las Madres en nuestro pasado reciente, me confirmo que sí, se quedó corto. 
Pero el Che, como Natalia, capullo de Mujer Nueva, y "muchos más que dos" celebramos vivir esta época de grietas en las que caen máscaras y florecen, desde el fondo de su hendidura, nuevos brotes.
En "El aromo", don Ata canta "Hay un aromo nacido/ en la grieta de una piedra./ Parece que la rompió/ pa'salir de adentro de ella". Que así sea.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Tres días


                                             "Son ocho los monos,
                                              yo los conozco"
                                                                      León Gieco.


Otro día voy a hablarles de "la grieta", ese supuesto disvalor periodístico, puesto en escena por un excolega devenido en showman mercenario. Pero eso será más adelante porque hoy estoy muy apurado. Me invitan al cumpleaños de un señor que no conozco y que va por los dos mil y un poquito más.
Se vive apurado, es cierto. Todo, hasta la cópula y el desayuno, tienen un ritmo vertiginoso. En términos históricos, lo que hace veinte años necesitaba el transcurrir de una generación para que se concrete (el desarrollo y la consolidación de un emprendimiento comercial, por ejemplo), hoy se resuelve apretando la tecla "enter" de un ordenador. Se come rápido, se escribe rápido y hasta se pretende publicar rápido, como queda comprobado con este textículo. Un pibe de 9 años quiere hacer cumbre en el Aconcagua y cualquier futbolista de la octava división es tentado para jugar en la primera del Bayern Munich. En realidad, el tentado es el papá del aspirante a minicrack.
El asunto parece haber llegado al mundo de la política argentina. Y tenemos el orgullo de que, una vez más, Mendoza indique el camino. Me y le explico, sin apuro. En las recientes elecciones legislativas la provincia puso en disputa cinco bancas de diputados nacionales. Para sorpresa de propios y extraños el FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores) obtuvo el 14,13% de los votos, se ubicó tercero y logró instalar en una butaca de la Cámara baja a Nicolás del Caño, desplazando al segundo candidato en la lista del FPV (Frente para la Victoria). El FIT es un matrimonio entre el Partido de los Trabajadores Socialistas o PTS, sus siglas, y el Partido Obrero o PO. Como ponerle PTSPO o POPTS era complicado y poco recomendable para lemas, cantitos, carteles, pintadas y versitos de campaña, le pusieron FIT. Aún asumiendo el riesgo de ser confundido con el tradicional matamoscas, "FLIT", para algún despistado que nunca falta (con la L de Liberación, por supuesto). La boda se celebró en 2011 y representa una bucólica imagen del troskismo vernáculo. Usted se preguntará que cómo hizo para seducir a tanto mendocino y mendocina. Tal vez crea que, rarezas de la cuyanía mediante, hubo un repentino y rápido amor por quienes se sienten y dicen ser discípulos directos y dilectos del fundador del Ejército Rojo. Me parece que no, que la explicación habría que buscarla por otros barrios ideológicos. Por ejemplo, y hablando precisamente de barrios, el Frente cosechó una importante cantidad de sufragios entre señoras y señores pudientes de barrios idem. También, como suena lógico, entre los estudiantes universitarios (época de la vida propicia para padecer cierta "enfermedad infantil" a la que aludía el pelado Lenin) y entre kirchneristas desilusionados con el orden jerárquico y ético que ofreció la lista del oficialismo. Es que los dos candidatos que encabezaban las postulaciones, Abraham y Félix (ni son amigos míos ni es un abuso de confianza de quien esto escribe. Son sus apellidos), representan el aparato local del Partido Justicialista y jugaron su suerte a desprenderse de manera vergonzosa y vergonzante de la figura presidencial y provincializar así la campaña (inclusive devolvieron a la remitente el jefe de campaña propuesto desde la Rosada), mientras los tres restantes, Mussato, Ejarque y Ronda, eran y son figuras de auténtica militancia K. O, para decirlo en términos de Galeano, fue una lista "patas arriba".
La muchachada fítera ofreció, entre otras interesantes promesas electorales, compartir la banca entre los dos primeros candidatos si es que, como de manera inédita ocurrió, accedían al Congreso nacional. El mencionado joven de apellido hueco y Soledad Sosa, una agraciada fémina "oriunda" (como dijo aquel ignoto movilero de TN respecto del actual ministro de Economía, Axel Kicillof) de las huestes del zezeozo dirigente Altamira (nacido Wermus, pero esa es otra historia). Es decir, dos años Nicolás y dos años Soledad. Pero algo sucedió en el camino y esta vez, al menos, no tiene ninguna responsabilidad Kerouac. Ya llegaremos al punto, pero antes déjeme decirle, muchacha "piel de gorrión" que, con amigos y compañeros, quise ser indulgente y me pareció saludable que esa izquierda estuviera representada legislativamente. Para el Grupo mediático y sus periodistas tóxicos fue una oportunidad preciosa para ensalzar las virtudes del troskismo mendocino y, de paso, castigar al gobierno. Del Caño tuvo sus quince minutos de fama y fue el niño mimado de la política vista desde los medios.
La cuestión es que, después de tomar posesión (o asiento) de su banca el pasado 10 de diciembre, el joven diputado tuvo una especie de ataque de mutación operativa y comenzó a manifestar ciertos síntomas de amor fetichista por el sillón. Que le parecía mejor formar un interbloque con no sé quién, que era mejor que Soledad le hiciese honor a su nombre, que la clase obrera y el pueblo lo necesitan como el ojal al botón y profundidades así se desprendían de su inesperada actitud (Me viene a la memoria ¿casualmente?, la Ferrari de Menem: "¡Es mía, es mía, es mía!"). Si recordamos que en plena campaña se animó a declarar que los gobiernos K no habían producido ninguna medida seria y profunda para mejorar la vida de los trabajadores, no extraña su comportamiento y el repentino amor apasionado por el cargo. De todas maneras, me dije que, si el Congreso Nacional  soporta a ejemplares como Olmedo, MacAllister, Baldassi, Carrió (esa señora que sufre de logorrea) y Del Sel, por qué no a Del Caño. Como para equilibrar los orígenes ideológicos de los delirios. Digo, no sé.
En síntesis, el 13 de diciembre, en "Prensa Obrera", órgano del PO, en su versión digital, hay una larga diatriba contra el exvendedor de corbatas (de todos los colores menos el rojo porque el rojo no se vende, se milita) y hoy diputado nacional. Le dicen de todo menos bonito, pero se lo dicen como si Marx estuviese discutiendo con el "renegado Kautsky" y Bakunin con Kropotkin o Lenin con Kerensky o Lunacharsky con Plejánov o Gramsci con Luxemburgo. Son, apenas ¡Altamira versus del Caño!, imaginándose sentados en un café, en París, en plena Comuna, entre el 18 y el 28 de marzo de 1871. Toda esa parafernalia semántica para discernir quién se va a convertir en el verdadero redentor de los proletarios argentinos después de rescatar la propiedad de los bienes de producción capitalistas, romper relaciones con Estados Unidos, terminar con la corrupción de los políticos burgueses y fundar, por fin, el socialismo que soñaron los Padres Fundadores.
Lo dicho entonces. El matrimonio duró tres días. Me pregunto por qué los medios hegemónicos no dan a conocer este divorcio. Y qué sentirá y pensará ese 14,13% de señoras, señores y jóvenes que aposentaron al barbado ralo entre sus odiados políticos (como si él no lo fuera y siguiera vendiendo corbatas por las calles de Córdoba).
Mientras tanto, cada mañana y corriendo hacia el laburo, cada habitante de nuestra patria ignora que de esta polémica depende su subsistencia diaria y el futuro de las generaciones venideras. Incomprendidos por la ingratitud de los ciudadanos, los troskos siguen tomando café en su París imaginario.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El objetivo del adjetivo

"Casi todas las trazas de unas reminiscencias fabricadas con palabras se habían pervertido hasta mostrar sus entrañas más viles"
                                             Leonardo Padura




Duró poco más de seis horas. En ese lapso el mundo pareció suspender su itinerario borrascoso. Los canales de televisión dispusieron sus ojos, las cámaras, alrededor de esa casa en la que dos delincuentes, uno de ellos de frondoso prontuario, mantuvieron a una familia como rehén mientras negociaban una entrega honrosa (Digresión: el adjetivo "frondoso" se utiliza, casi exclusivamente, para calificar al sustantivo "prontuario". Como "verde césped" para el fútbol y "presea", sólo cada cuatro años, para las crónicas de los Juegos Olímpicos. Mediocridades lingüísticas del periodismo vernáculo.). La excepción: la TV Pública.
Hasta CN23, canal de cable de un grupo empresario afín al kirchnerismo, cayó en la lógica de la crónica roja como paradigma del show televisivo. No hubo, durante todo ese tiempo, otra noticia. Ni en el graf, ni una ventana, ni flashes mostraban lo que ocurría más allá de perímetro de doscientos metros que rodeaban la vivienda de Tortuguitas, ciudad del centro-norte de la provincia de Buenos Aires, a casi cuarenta kilómetros del Obelisco porteño. Para la familia que fue víctima del episodio está justificada la atención absoluta de los medios, pero el universo siguió girando sobre su eje, Silvio Berlusconi siguió siendo el árbitro de la política italiana, Messi continuó su recuperación de la seguidilla de lesiones a que lo sometió la máquina de producir euros con su talento, al tarambana de Justin Bieber le embargaron sus equipos musicales, Obama siguió espiando a propios y extraños y Carrió persistió en descubrir conspiraciones incomprobables.
Es que, una vez más, el conglomerado mediático blindó todo vestigio de realidad para que sólo resaltara lo morboso, lo sanguíneo, en fin, lo facturable, lo plin caja. Como dijo Durán Barba, lo espectacular.
El sincericidio del ecuatoriano merece varias lecturas. Sandra Russo, en Página 12 del sábado 16 de noviembre, hace hincapié en un detalle que a casi todos les pasó inadvertido. Jaimito dice lo que dice de Hitler para compararlo con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Está a un paso de incluir en la volteada a Cristina, Evo, Correa y, dentro de poco, a Bachelet, si ésta cumple con lo prometido durante la campaña electoral chilena. Mientras el hitlerismo,  protegido por proscripciones, asesinatos en masa y con espeluznante apoyo popular, produjo Auschwitz, los gobiernos latinoamericanos, también con apoyo masivo y en la más absoluta libertad, produjeron UNASUR y trabajan para desmonopolizar la vida cotidiana. Y allí está, en esa tramposa manera de presentar al monstruo del apogeo científico del horror, me parece, el huevo de la serpiente.
Se ha tomado con demasiado énfasis el exabrupto neonazi como una ofensa sólo a la colectividad judía. Creo que es un error. Intencional, además. E histórico. El elogio al pintor frustrado de Viena es un ataque ético a toda la sociedad argentina. O, para ser más preciso, a casi toda. Inclusive existen personajes públicos de la colectividad que han reaccionado de una manera sorprendente, por decir lo menos. El rabino Sergio Bergman reconoció, a duras penas, que los dichos del publicista con "caradeyonofui" fue un error ("No hubo errores, no hubo excesos...", coreábamos con cadencia musical en las calles, "codo a codo"). Su pertenencia al Partido que asesora el canalla puede más que lo que aprendió del Holocausto en el Seminario Rabínico Latinoamericano, seguramente. Y el Peperiodista Eliaschev, que cursó el Bar Mitzvá en tiempo y forma, quiero creer, se enredó en la semántica para tratar de exculpar al autor de "El arte de ganar", en coautoría con Santiago Nieto (Debate, 2010). Ambos, el religioso y el peperiodista, vienen a ser la versión 2.0 de los Judenrat, aquellos prominentes miembros de la colectividad judía que, en los campos de concentración nazis, eran elegidos por los genocidas para administrar y disciplinar a los detenidos. Rabinos, comerciantes ricos y figuras destacadas del judaísmo formaban un Consejo y colaboraban con los asesinos. No estoy traspolando, no, porque soy lector, admirador y amigo de Felipe Pigna, ya saben, pero no puedo evitar recordar que, salvando las situaciones históricas, también al "espectacular" lo sostuvieron las grandes empresas alemanas del momento (Krupp, Messerschmidt, Mercedes Benz, Siemens y, desde Estados Unidos, el mítico Henry Ford, entre otros) como hoy al autor intelectual del insulto moral y a su alumno destacado, también por voto mayoritario. El Grupo Clarín, el diario La Nación, la Sociedad Rural y siguen las firmas, cubren las espaldas de Durán Barba y sus asesorados. Insisto, no estoy comparando, marco una constante en la actitud de los poderosos a través de los tiempos. Inclusive, algunos de esos nombres participaron en los años de la dictadura burguesa terrorista argentina. Y ni hablar de la complicidad judicial. No está demás señalar que el asesor del macrismo está procesado por la campaña sucia contra Daniel Filmus, el competidor del gerente porteño, cuando difundió con malicia que el padre de aquél era arquitecto y estaba vinculado con Sergio Shoklender, el doblemente estafador de las Madres. El juicio está muy cerca de prescribir por abulia de la corporación tribunalicia para investigar.
Usted puede pensar que lo mío es delirio, pero se me ocurre que, conociendo la trayectoria perversa del ecuatoriano (basta recordar que en su libro se jacta de haber producido el suicidio de un candidato opositor a sus intereses), quizás el objetivo del uso del adjetivo sea probar el límite del síntoma "me-importa-medio-carajo" de la clase media porteña que vive casi exclusivamente para ganar guita fácil, vivir a costa del otro y joder a "la yegua". Si los lefebvristas (¿hay mucha diferencia con los dichos de admiración al jerarca nazi y la irrupción de estos tipos a la Catedral?) generaron apenas algunas pocas imágenes televisivas y Macri declaró que el episodio Durán Barba "ya terminó", espero el resultado de las próximas elecciones en Capital Federal.
Permítanme sostener cierto escepticismo al respecto. Es que vivo en Mendoza, una sociedad peligrosamente cobotizada.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Ciertas ternuras, ternuras ciertas

                                                  "Tengo, vamos a ver,
                                                    tengo lo que tenía que tener"
                                                                                      Nicolás Guillén


Habrá que reconocerlo. La Corte Suprema de Justicia argentina se demoró un poquito menos en reconocer la constitucionalidad de la Ley de Medios que el Vaticano en admitir las barbaridades de la Inquisición. Tal vez cuatro años en los albores del siglo XXI sean el equivalente histórico de los casi cuatrocientos que van desde el 12 de abril de 1633 hasta nuestros tiempos. Galileo tenía sesenta y nueve años cuando entró ese día a aquella sala a defenderse de las acusaciones de sacrilegio y otras ciertas ternuras eclesiásticas. Es como si los sesenta segundos que caben en un minuto fuesen hoy más vertiginosos, aunque cualquier reloj lo desmienta, por más berreta que sea.
Debe ser un síntoma más de la confusión con que la civilización, sobre todo la occidental, nos desabriga. En esta época de luces tecnológicas y tempestades éticas parece ser lo mismo la dialéctica que la contradicción. O, al menos, eso nos quieren hacer creer. En Uruguay, por ejemplo, aparece el médico Tabaré Vázquez como estandarte del ala derecha (sic) del Frente Amplio (este sí, auténticamente progresista) y en nuestro país un señor Sergio Massa se postula como dirigente de un Frente restaurador del neoliberalismo, (una cierta ternura genocida y contemporánea), pero autodenominándose Renovador. Casi como calificar de brisa pacificadora al tifón "Haiyán" o de dentadura inmaculada lo que me queda labios adentro, en esa "frontera de los besos", como canta Hernández en su trágico poema "Nanas de la cebolla".
Mientras, el Grupo Clarín tiene, como la Selección Argentina de Fútbol, problemas de defensa. Uno de los abogados patrocinantes se llama Damián Cassino, apellido apropiado para quienes se timbearon la guita de los aportes jubilatorios y crecieron al amparo de la muerte, la desaparición de seres humanos, el robo de criaturas y la tortura para hacerse de negocios. Cassino, bueno es aclararlo, no se pone colorado. Es. Claro que el fútbol, ya se sabe, es causa nacional y popular. En cambio, no creo que un monopolio genere ciertas ternuras, precisamente.
Un fantasma recorre estos medanales cuyanos, si se me permite esta paráfrasis marxista. El fantasma de una endemia ciudadana, una coprofilia electoral que aqueja a buena parte de la sociedad mendocina y que premió a un exdecano, exgobernador y exvicepresidente que ocupará un asiento en la Cámara de Diputados de la Nación después de haber corrompido el cargo ejecutivo para el que fue convocado en 2007. Una cierta ternura cívica.
El publicista ecuatoriano Jaime Durán Barba, asesor emérito del gerente de la ciudad capital del país, ha derramado una catarata de ciertas ternuras históricas. Para este homínido que habita nuestra pampa húmeda "Hitler era un tipo espectacular" y Stalin un ser de infinita finura y un apasionado lector de poesías. Si hasta el rabino Sergio Bergman, su discípulo en versión kipá, debió salir a marcar distancias. Claro, respecto de Hitler solamente.
El mejor alumno de Jaimito, casi su JTP (Jefe de Trabajos Prácticos), Mauricio Macri, también tuvo su gesto de cierta ternura, en la categoría "Soberanía", al cambiar el nombre del Pasaje 2 de Abril (fecha del desembarco, en 1982, de tropas argentinas en Malvinas) por el de ¡Inglaterra!. Con ese timming tan bien ensayado en su trayectoria (nombró al comisario Palacios al frente de la flamante Policía Metropolitana cuando el cana está involucrado en el atentado a la AMIA, al escritor Abel Posse como ministro de Educación, pese a su pasado de embajador del gobierno terrorista burgués del 76, espió telefónicamente a las víctimas del atentado de 1994 y a sus parientes, reprimió a trabajadores y pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, y otras ciertas ternuras aplaudidas en las urnas por buena parte de la también coprofílica sociedad porteña), el gerente tiene su lugar aquí, en el Cuadro de Honor de este textículo miscelánico.
El diario "La Nación" me obsequia una cierta ternura económica o sociológica, no sé. Dice que el llamado "cepo cambiario" desató un boom de viajes al exterior y una fiebre de compras con tarjetas, de débito y de crédito. Traducido a idioma gelmaniano, nos toman por boludos. Si no se puede comer en un restaurant sin reservar la mesa con tres días de anticipación, si las calles y las rutas nacionales parecen un enjambre de vehículos cero kilómetro, si cada vez más argentinos viajan por el mundo y consumen a mansalva es, según estos crápulas con "olor a bosta de vaca", Sarmiento dixit, porque no nos dejan ahorrar en dólares.
Pero basta de ciertas ternuras, paso a las ternuras ciertas.
Deodoro Roca, el abogado y periodista que, entre otras virtudes fue cofundador de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, redactó, se sabe, el Manifiesto Liminar del Movimiento Reformista que, en 1918, sacudió la modorra y la mazmorra mental del clericalismo en la cultura y, especialmente, en la vida universitaria argentina y latinoamericana. Roca escribió: "Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan". Palabras que hoy tienen notable vigencia porque dejamos atrás la vergüenza de una legislación que protegía los monopolios de la palabra y la imagen, pero nos quedan los dolores de los formadores de precios, los asesinos de pueblos originarios, los depredadores de nuestro suelo, nuestro aire, nuestras aguas, nuestra fauna y nuestra flora, los empresarios disfrazados de dirigentes gremiales, el territorio colonizado en las islas del sur y sus pensadores lacayos envueltos en la bandera nacional. La plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es, lo siento así, una de esas ternuras ciertas que justifican mi vocación. Porque tenemos lo que teníamos que tener, Nicolás.
Y, por supuesto, los desayunos con tu mermelada de damascos, amor, esa ternura cierta que me endulza cada jornada.

martes, 15 de octubre de 2013

Casi humanos

Son bípedos. De eso estoy seguro. O, al menos, así se los ve. Se levantan a la mañana, se visten, desayunan, descargan los fluidos corporales, besan a los suyos (incluidas las mascotas cuadrúpedas) y salen a la vida, a recorrer la intemperie, solos entre la muchedumbre que los confunde con semejantes, prójimos. Es que lo parecen, realmente. Sus rasgos físicos, los miembros superiores y los inferiores, tienen dos ojos, dos orejas, la boca en el lugar que corresponde a los homínidos. Todo conspira para que cuando pasen a nuestro lado nada nos llame la atención. Son el otro, pero no la patria.

"Coágulo, hacé justicia", pidió Juan Franco Morales, joven candidato a concejal, en calidad de suplente, del Frente Amplio Progresista, en Cañuelas, Provincia de Buenos Aires, a raíz del hematoma craneal del que debió ser operada Cristina Fernández. Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsinín, los titulares del conglomerado, le aplicaron un justiciero puntapié en el trasero (cuidando no producirle un coágulo, supongo) y lo eyectaron de la lista. Es que semejante espécimen era una mancha en el disfraz ideológico del dúo, de cara a la justa electoral del 27 de octubre próximo. Y se notaba mucho. Para aclarar, el muy franco e inmoral progresista, oscureció: "Que no se muera, así paga en vida por todo lo que hizo". Ahora debe andar tocando castañuelas por las calles de Cañuelas, tratando de explicar que lo "sacaron de contexto", el remanido argumento de los hipócritas y mediocres.

Trabajan. Algunos, por lo menos. Otros, atraviesan los días persiguiendo la realidad desde la mesa de un bar. Tienen familia. La inicial, aquella con la que vinieron a salpicar el mundo para hacerlo más sucio. Papá, mamá, tal vez algún hermano o hermana que lo miran como entomólogos ante una especie exótica y repugnante. Y la familia sobrevenida. Una mujer incauta o un hombre vencido que encuentran en nuestro personaje una balsa para evitar el naufragio de la soledad. La esposa o el marido, en fin, que cumplen con la función biológica de reproducir la especie y poblar este planeta que soporta con estoicismo digno de mejor causa la endiablada carrera de los mercaderes del horror bélico, bajo la capa siniestra del desarrollo científico y técnico.

"Cuando venís barranca abajo se te caen hasta los helicópteros", vomitó por las redes sociales Néstor Pitrola, primer candidato a diputado nacional por el Frente de Izquierda en la Provincia de Buenos Aires. El dirigente trosko twiteó el piropo a propósito del accidente que sufrió el gobernador de San Juan y referente kirchnerista José Luis Gioja, que lo tiene en terapia intensiva y le costó la vida a la diputada cuyana Margarita Ferrá de Bartol, también del Frente para la Victoria. Pitrolita es uno de los tantos humanoides que cacarean en favor de los humildes mientras esos humildes laburan, día a día, para ganarse el pan. Fue empleado bancario y obrero gráfico hasta que el tobogán de la ética lo depósito en la burocracia de izquierda.

En los últimos años de su vida mi viejo decía que actitudes como las del cañuelense y el troskista le hacían dudar del grado de desarrollo del ser humano como tal. Ni siquiera se pueden considerar a esas declaraciones como una animalada. Los bichos no odian y si desean la muerte de un congénere lo hacen por supervivencia, por pura necesidad biológica. Para comérselo. Viene a ser"¡Viva el cáncer!", pero en versión siglo veintiuno.
Sin embargo, el mundo sigue girando sobre su eje, más contaminado, es cierto, con la Estatua de la Libertad cerrada en Nueva York, como una metáfora exquisita del deterioro del gendarme global, con Silvio Berlusconi (esa caricatura mediática, millonaria y bufonesca de Mussolini) cerca de la prisión y Fidel octogenario y lúcido.
Tropiezo con las palabras de un señor que algo supo de luchas, odios y rencores. "Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien". Después de todo lo dijo Martin Luther King que, literalmente, le puso el pecho a las balas.
Personajes como los que me convocan la indignación son, morfológicamente, humanos. O casi. No sé si son sólo dos o se multiplican con el dedo meñique levantado, como los protagonistas de "Los Invasores", aquella serie televisiva de 1967 o como Mirtha Legrand tomando el té.

lunes, 7 de octubre de 2013

No tiene la culpa, pobrecito


                                                      Especial para "La Tecl@ Eñe"


Es más fácil ser un simple transeúnte que, al caminar por las veredas primaverales de la ciudad, se va enamorando del perfume de las mujeres en flor, del canto de los pájaros autóctonos y de los sonidos de esa trompeta que, desde la ventana abierta del departamento del 3° B, nos cuenta la historia de un trabajador del algodón en el sur de Yanquilandia. Sí, es más fácil, pero uno eligió este oficio y vive atiborrado de informaciones, declaraciones y otras manifestaciones de la fauna bípeda de nuestra sociedad. Y esas informaciones, noticias y testimonios se hacen a través del habla, del lenguaje que mamamos y nos constituye. Aunque casi siempre lo bastardeamos hasta el límite del absurdo o de la paradoja. O, para ser más preciso, más allá de ese límite. Ejemplos sobran.
El exgobernador de Santa Fe y actual candidato a diputado nacional por el Frente Amplio Progresista, Hermes Binner, sostuvo (con ese gracejo tan cautivante en su melodiosa voz de oficinista suizo recién levantado de la siesta) que el hambre y la pobreza que azotan a la periferia de Rosario son producto del flujo migratorio. "Vienen muchos paraguayos y bolivianos y hay barrios enteros de chaqueños y tobas", dijo. No le faltó nada. De inmediato y sin tragar saliva, espetó que la responsabilidad es del gobierno nacional. Figurita repetida y conceptos internalizados de quienes corren desde atrás, en el más amplio sentido del término. Y aquí me surge el primer deseo de absolverla a ella, nuestra lengua. Cuando yo era pequeño (niño, quiero decir) y el determinismo histórico era casi una verdad revelada, ser progresista era estar a favor de los humildes, los humillados, los débiles y desheredados del sistema. La colectividad judía, entre la que crecí, se bifurcaba en dos grandes ramas: la sionista y la progresista o asimilacionista, a la que pertenecía mi familia. Aunque el concepto se ha ido diluyendo, licuando en la posmodernidad (léase, por favor, a Zygmunt Bauman), que un señor diga hoy, en nombre del progresismo y el socialismo, que el hambre y la pobreza son producto de corrientes migratorias de pueblos hermanos, recuerda lo peor del Lugones del año 30 y las hordas nazionalistas del Centenario, actualizadas en la concepción elitista y concheta de los Macri que supimos conseguir.
Otra. Por fin, el delincuente sexual con sotana, Julio Grassi, está donde corresponde. En cana. Todas las instancias judiciales lo han declarado culpable de los delitos de abuso sexual agravado y corrupción de menores y lo sentenciaron a pasar 15 años en prisión. El cura perverso debía proteger a esas criaturas mientras estaba al frente de una Fundación que, paradójicamente, se llama "Felices los niños". El Obispado de Morón, a cuya jurisdicción pertenecía Grassi al momento de cometer sus fechorías ha declarado en un documento que duda de la Justicia y, lo más grave aún, que su muchacho había sido denunciado por diecisiete hechos y fue encontrado culpable en "sólo" dos. Si no resultara insultante para las víctimas, uno podría comparar el exabrupto con el gesto de algunos futbolistas que al ser expulsados por el árbitro, tras pegarle una patada al adversario en el medio del pecho, argumentan en su defensa que tan sólo es la primera que cometen en el partido, mientras el rival es retirado en ambulancia del estadio. O ciertos energúmenos morales que aseguran que nuestros desaparecidos no son 30.000 sino "solamente" 8.000. Con tal de cuidar su kiosco celestial aquí en la Tierra son capaces de cualquier patraña. Como seguir cobijando al sacerdote genocida, condenado a perpetua, Christian von Wernich, el delegado de Dios ante los torturadores y desaparecedores Ramón Camps y Miguel Etchecolatz. Los tres, propietarios de la muerte y el robo de niños en la provincia de Buenos Aires. Mientras el Papa Francisco, al menos desde la retórica y la puesta en escena, trata de limpiar su patio trasero de pedófilos y corruptos, los inmorales con púlpito de su patria, la nuestra, hacen de las suyas. También con el lenguaje.
Sigo. Un ejemplo más y no jodemos más, como dicen los pibes. Iván Petrella es el responsable académico de la Fundación Pensar, un reducto de los intelectuales y empresarios que le aportan ideas al gerente de la ciudad de Buenos Aires. Petrella es, además y desde antes, licenciado en Relaciones Internacionales, recibido en la Universidad de Georgetown y doctor en Filosofía, especializado en Religión y Derecho, por Harvard. O sea, se formó en el corazón ideológico del Imperio. Tanto título le valió ser designado como candidato a diputado nacional, en primer lugar, por el PRO, partido político de la derecha recoleta argentina. "Espero estar a la altura", declaró al agradecer el convite. No sé cuánto mide, pero sí sé que le creció la verba y, como Falcioni, se fue de boca. Para Iván (Juan, pero en versión gourmet) el PRO es el partido más progresista de la Argentina (otra vez la palabrita mancillada) y él es un pensador de ultraizquierda. ¿Postulado como sucesor de Trotski o como émulo de Tato Bores? En todo caso, más allá de sus delirios ideológicos, un nuevo ataque al entendimiento básico de nuestro idioma, pobrecito. Aunque, como dice la mexicana Myriam Moscona, "entendemos más de lo que aceptamos entender".
Cuando, entre abril y mayo de 2003, las inundaciones arrasaron con la ciudad de Santa Fe, la extraordinaria escritora  rosarina Angélica Gorodischer escribió un artículo que eximía de responsabilidad al agua. Se llamaba, si la memoria no me hace burlas, "El agua no tiene la culpa", publicado en Página 12. Algo así me pasa con el idioma. Manipulado, tergiversado, maniatado a veces en el abuso del condicional (habría, sería, estaría), subutilizado. Pero él no tiene la culpa, nunca.
Como bálsamo y reivindicación, acaba de aprobarse en la última reunión del G-20 que los territorios en los que buitres y otras aves carroñeras de la timba internacional viven a sus anchas no se llamen más "paraísos fiscales" y se denominen desde ahora como corresponde a su naturaleza: guaridas.
Algo es algo, pobrecito el idioma.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Martínez y Martínez

Creo que perdí unos libros. Anduve haciendo gestiones burocráticas una mañana de agosto y cuando regresé a casa me esperaba un Aviso de Visita del Correo Argentino. Con fastidio, porque casi siempre hay alguien para recibir los libros que me envían las editoriales, supe que tendría que ir hasta las oficinas de la plaza de Godoy Cruz al día siguiente a recuperar el paquete que no me encontró donde debía esperarlo. Pero no, la encomienda no estaba, ni ese día ni el siguiente. Intenté averiguar quién era el remitente, pero no supieron ni quisieron decírmelo. En síntesis, hice un reclamo formal, lo firmé y seguí con mi vida, sus dolores y sus brisas.
Ayer me llegó una carta en la que, luego de las explicaciones protocolares y la promesa de poner todo el empeño necesario para atender mi reclamo, me sugieren "que ponga en conocimiento al remitente del envío a fin que el mismo inicie formal reclamo." (Respeto la sintaxis del original, aunque me duela el estómago). Y me saludan cordialmente. Es Walter Martínez el de la firma, la sintaxis, la sugerencia y la cordialidad. El sello afirma que pertenece al Centro de Servicios y Atención al Cliente del Correo Oficial de la República Argentina S.A. Otra vez el fantasma de Kafka flotando en nuestra tierra. Si no sé cual es el remitente, ¿cómo hago para sugerirle que inicie un reclamo que ya está iniciado por el destinatario, es decir, yo? Todo lo que pude averiguar es que el paquete fue devuelto a la Sucursal Las Heras, de Macrilandia, y que el reparto de allí lo entregó a Eugenia (¡sic!), pero no me dan el domicilio y sospecho que bajo la jurisdicción de la sucursal me va a resultar un tanto difícil censar a todas y cada una de las Eugenias de la zona. Por eso digo que creo, con sólidos fundamentos, que perdí esos libros. O que Franz los está leyendo abrazado a Milena. Un burrócrata, de los que abundan todavía en el país, duerme la siesta como cada día con una sonrisa, entre estúpida y beatífica, seguro de cumplir con su tarea según el reglamento que lo abriga desde hace mil años.
Mientras tanto, Rufino Robledo, 73 años, jardinero, está trabajando en el mismo domicilio en el que su esposa es empleada doméstica. Rufino está muy resfriado y padece diabetes 1 y 2. Empieza a sentirse mal. El dueño de casa se ofrece a llevarlo a un sanatorio. Se suben rápidamente al auto y salen. Al llegar frente a la Clínica de Cuyo Rufino empeora. Entonces detienen el vehículo y él entra a la Clínica a pedir auxilio. Solicita un médico, urgente, y le preguntan qué cobertura de salud tiene. Obra Social de Empleados Públicos, tiene. Le informan que la Clínica no recibe pacientes de OSEP. Rufino se retira, sale y en la vereda, se desploma y muere. Aunque la crónica no sea exactamente fiel a lo que ocurrió vale como relato de la inmunda relación que los prestadores privados de salud tienen con la renta como principio ético fundamental en su actividad. Estela Martínez, portavoz de la empresa, manifestó que una persona (Rufino, se entiende) entró y preguntó si allí recibían OSEP, pero que no dijo estar descompuesto ni solicitó auxilio. He consultado con algunos amigos médicos . Me aseguran que un ser humano, diabético, resfriado y que está sufriendo una descompensación general no necesita decir nada. Se le nota en su palidez, en su rostro sudoroso y la dificultad respiratoria.
En su página oficial (www.clinicadecuyosa.com.ar) la Clínica habla de "valor por la vida" y expresa que ponen "todo su conocimiento y esfuerzo personal" al servicio del paciente. Si no resultara trágico y perverso, sería cómico. Por las dudas, no figuran los nombres de los accionistas ni el de los responsables administrativos del negocio. Sí, el negocio, porque cada bípedo que entra al edificio, por sus propios medios o en ambulancia, ostenta en su frente el signo pesos para estos carroñeros con título habilitante.
Se ha naturalizado de tal manera el concepto de que para estar sano hay que pagar que, me temo, mucho le costará a la familia del jardinero convencer a los señores jueces de que la empresa cometió un delito. Imagino a los asesores letrados de la sociedad anónima interponiendo recursos (siempre habrá un colega que acepte esa zancadilla jurídica de moda, la cautelar), porque tienen aceitado el uso del Manual del Perfecto Chicanero.
Si mi Martínez ha perdido unos libros puede seguir su vida en paz. Jugará tenis los sábados con sus amigos, sufrirá cada domingo con Racing, tendrá sexo los viernes con su esposa y podrá soñar con ese viaje a la Polinesia que lo obsesiona desde años. Tantos años como lleva su rutina de oficinista kafkiano.
En cambio, la Martínez de Rufino nos ha dejado sin un trabajador de la naturaleza, seguramente abuelo, un buen tipo, quiero creer.
Los diarios de hoy ya hablan de otras cosas. Es que ganó Boca, hay una nueva profecía trucha de Carrió y comienza el programa de Susana Giménez.

martes, 10 de septiembre de 2013

Los raros

En su documento de identidad figuran sus verdaderos nombres: Odilón Eufrosino, pero él pidió que lo llamen Elpidio. Es lo que Elpidio pidió. Así que, desde que ingresó a la escuela primaria, se lo conoció como Elpidio Valencia, el pibe de nombre raro. Sin embargo, la crueldad infantil consiguió descubrir lo que Elpidio intentó cubrir. O, mejor, encubrir. Sufrió todo tipo de humillaciones. Empujones, cargadas de viva voz, le pegaban carteles en la espalda con sus nombres oficiales, rimaban Odilón con comilón y otras muestras de ternura similares.
Elpidio (el recuerdo de mis propias vergüenzas escolares, activas y pasivas, me solidarizan con él y me hacen llamarlo según su elección) entendió que solo no iba a aguantar. Tenía mucha vida por delante y empezó a comprender que la lucha por la dignidad requiere compañía. Entonces, buscó compañeros y compañeras.
La primera que se acercó fue Atanasia Lértora, una rubia muy delgada, con bucles dorados y ojos de un almendra apagado. Conversaban en los recreos mientras la jauría se hacía zancadillas, se escupía a distancia y, de vez en cuando, alguno quedaba con un codo o una rodilla sangrando. Elpidio y Atanasia se hicieron más que amigos, compinches. Descubrieron que la complicidad tenía que ver con sus nombres de pila. Él había sido bautizado por un cura perverso que convenció a sus padres de que si no le ponían los nombres que marcaba el santoral el niño sería un asesino, un homosexual o, peor aún, un terrorista marxista y apátrida. Entonces cedieron. Odilón por el día del nacimiento y Eufrosino por el de la ceremonia religiosa. El canalla (el sacerdote, digo) se llamaba, para colmo, Inocencio Cátulo. Era conocido como el Padre Culpable y Con Rima. Travesura de sus corderos.
Atanasia era hija adoptiva. Sus padres eran campesinos, gente magnífica, que encontraron a la niña llena de mocos, mugre y lágrimas abandonada en la puerta de la iglesia de un pueblo rural de Santa Fe, un domingo de otoño, cuando salían del ritual de la semana. Tenía colgada de su cuello una nota manuscrita, con letra clara y firme, en la que se leía el nombre, Atanasia, y el agradecimiento para quien se hiciera cargo del paquete. Así decía, el paquete. Aunque se conmovieron con la criatura y decidieron espontáneamente llevarla a casa, dudaron de llamarla según la instrucción de quien la había dejado, pero optaron por respetarla como un mensaje divino o un mandato del destino. Le dieron su apellido y la niña creció amada y robusta aunque, como conté, muy delgada, pero sana y vivaz.
Terminaron la primaria y los inscribieron en la misma escuela secundaria, un bachillerato con especialidades agrícolas. En segundo año llegó al colegio un muchacho uruguayo, Comunardo de la Peña. El padre era un imprentero anarquista que venía escapando de una de las tantas dictaduras del sur del mundo. Comunardo, haciendo honor a su nombre, se encargó de organizar el Centro de Estudiantes y ganó el puesto de presidente en una elección histórica, la primera participación activa de los alumnos en cuestiones políticas y gremiales que se recuerde en el pueblo. En la lista triunfante figuraban, por supuesto, Elpidio, como secretario de finanzas y Atanasiam, la responsable cultural. Esa experiencia común los consolidó como camaradas. Una vez egresados resolvieron viajar a Buenos Aires para ingresar a la universidad. Elpidio se anotó en Derecho, Atanasia en Sociales y el hijo del anarquista en Filosofía. A cada uno se le iban acercando jóvenes que, como si un imán los manejara, se llamaban Tubalcaín, Xenobia, Reclus, Pánfila, Robustiano, Euclides y un chileno, Marmaduke, en homenaje al militar revolucionario de principios del siglo pasado.
Crecieron. Física y emocionalmente. Como un rayo feroz y luminoso un día, el 27 de octubre de 2010, los sacudió de raíz. Se vieron en la Plaza, acongojados y febriles, abrazándose a viejas dignas, socorridos por otras mujeres que llegaban desde los barrios tristes a trasmitirles el mando de las turbulencias fértiles y el renacimiento del honor perdido. Después de unos días se reunieron donde siempre. El bar se llama "La Barcarola" y lo navega un chileno que llegó a la pampa húmeda expulsado por los pájaros carroñeros trasandinos, en setiembre del 73. Entre cafés, cervezas y medialunas decidieron crear una agrupación militante. Tenían algo en común, además de la Plaza, los pañuelos y el sol. Sus nombres raros. Recibieron mails de distintos países. Una joven cubana, por ejemplo, que vivía cerca de Guantánamo, la base yanqui arrebatada en 1902 al país caribeño, le puso Iusneivy a su hija recién nacida y la quiso asociar a distancia a la agrupación de sus "hermanos raros" argentinos. O el turinés que, por llamarse Candeloro, se postuló como cónsul honorario del rejunte en Italia.
El asunto del nombre del grupo les llevó varias jornadas de debate. Es que para gente que se destaca por la rareza de sus nombres el nombre colectivo, el que los distinguirá por sobre el capricho heredado de los padres, no es un detalle inútil. "Los raros" estuvo cerca de convencerlos, pero no era raro, precisamente, y por eso lo descartaron. El dueño del bar, Patricio (¿de qué otra manera iba a llamarse un chileno afable y compañero?), les dio la pista. Se puso a contarle a otro parroquiano, ajeno a la tertulia que nos ocupa, de aquella vez que, emocionado hasta las lágrimas, había conversado media hora con Pablo Neruda, sentados en una roca frente al Pacífico, en los jardines maravillosos de la casa del poeta, en Isla Negra. Elpidio dijo "Neftalí" y tembló. De manera que quedó así, "La Neftalí".
Para ingresar a la organización no podés llamarte Julio, María o Daniel. Han crecido en número, en conciencia política y hasta hay romances que nacieron al calor de la militancia territorial. Se prometieron no aceptar el ingreso de nadie que se llame Barack. Aunque sea raro.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Indonesio en un bar

                                                          A Jaime Sarusky, mi amigo y camarada cubano,
                                                                                  in memorian


Ella, Mariana, psicóloga, 47 años, morocha, inteligente y frágil. Yo, Alejo, paleontólogo de ideas (o periodista, como prefiera), 67 años, ya canoso, más frágil que inteligente. Somos grandes amigos desde hace muchos años. Ocupábamos la mesa de siempre, la 20, junto al ventanal besado por el sol amable de las siete de la tarde.
No es que ella no entienda, pero le gusta que le explique. Me puse enfático, verborrágico cuando me consultó por el panorama político y cultural surgido de las recientes elecciones primarias legislativas. Mi vehemencia la sobresaltó y me pidió un poco de discreción. Es que de las mesas vecinas nos cayeron ojos con signos de preguntas y un carraspeo casi generalizado de disimulada incomodidad. Sin embargo, el único de los parroquianos que nos llamó la atención fue un atildado caballero de rasgos asiáticos, de edad indefinible como es habitual entre esa gente, pelo corto, de no más de uno cincuenta y cinco de estatura, que atraído, supongo, más por los ojos de Mariana, oscuros, inmensos y profundos, que por mi diatriba ciudadana, se fue interesando en nuestra charla sin ocultar su intención de sumarse.
Lo invité, previa consulta con mi compañera, y se sumó a la mesa. De inmediato sacó una tarjeta personal. Ya se sabe, estos tipos son muy ceremoniosos. Leímos: "Bambang Budi - Entomólogo", esto último escrito en inglés, of course. A continuación figuraba un domicilio en la Isla de Java, Indonesia. Seguí con lo mío. Traté de explicarle a mi amiga que Martín Redrado que, en verdad, no se llama así (sino Hernán Pérez, pero con ese nombre no luce mucho en Wall Street) declaró que la suba de salarios, a raíz del cambio en el Impuesto a las Ganancias, iba a producir un incremento del consumo interno, pero que generaría inflación. El famoso disco rígido de los economistas neoliberales. El indonesio nos empezó a mirar con preocupación mientras revolvía su café y, distraído, ya iba por la quinta cucharada de azúcar. Le ofrecí una tortita mendocina, aceptó, pero la dejó a un costado, absorto por mi entusiasmo dialéctico. Cabe aclarar que Bambang no hablaba ni entendía el castellano y nosotros ignoramos olímpicamente el idioma indonesio, ni su jerga javanesa, o como se llame. Por otra parte, mi inglés es más oscuro que el pacifismo de Obama y Mariana sólo tenía ojos para mí, bebiendo lentamente su café negro, doble y con crema. Dejamos a Hernán Martín Pérez Redrado, siempre tan rubio que cuesta imaginarlo metiendo las patas en la fuente.Primer problema, ¿cómo le explico a un indonesio que no entiende mi idioma que en Argentina existe un economista que tiene un nombre en su documento de identidad, pero otro "artístico" para profetizar catástrofes sociales?. Budi, el académico de los insectos, afirmaba con la cabeza, pero nos dábamos cuenta de que era más un gesto de cortesía que de comprensión.
Pasamos, sin escalas, a nuestro coterráneo y, para mi disgusto, tocayo, exgobernador, exvicepresidente y actual estrella fugaz de lo que queda del radicalismo vernáculo. Si no me alcanza el diccionario completo de María Moliner para explicarle a Mariana el comportamiento excéntrico del electorado mendocino, ¿cómo hacía con el amigo Bambang? Intenté decirle que Cleto emergió de la mediocridad a las marquesinas del show político votando contra su propio gobierno y luego, ¡siguió en su puesto como si la vida fuese una llovizna tenue y él un "desopilante inspector de cornisas", Tejada Gómez dixit!. A esta altura de la conversación el indonesio nos miraba con esa mezcla de conmiseración y perdonavidas que suelen tener los académicos cuando se encuentran con un caso sin fácil solución. Cobos venía de criticar a la Morocha por sentarse a dialogar (ella, la autoritaria y soberbia) con los laburantes y los dueños de la guita. Bambang ya no sabía si le estábamos tomando el pelo, el poco que tenía, o nos deslizábamos irremediablemente hacia los abismos del delirio.
Por la vereda apareció una obra de arte caminando: una mina joven que me hizo acordar a Garrincha, por su juego de cintura, pero Mariana me trajo a la realidad. Bah, es una manera de decir. Estaba asombrada, al punto de que sus ojos se agrandaron como si hubiesen visto un ovni. No, no era por la pintura que acababa de distraerme. Comentó los dichos de Alberto Montbrun, un candidato dizque socialista de cabotaje, extrapartidario. "Tengo mi auto fundido, como la clase media argentina". En principio, y mientras don Budi sacaba su libretita y empezaba a tomar notas, le dije que hay que ser muy opa para, en pleno siglo XXI, fundir un auto. Pero además, comenzamos a sospechar que el progresismo de derecha (cuando el entomólogo escuchó "progresismo de derecha" sufrió un espasmo cafeteril y comenzó a brotarle líquido marrón y espumoso por las fosas nasales, las orejas y el codo izquierdo. Tuvimos que asistirlo hasta que, más o menos, recuperó el aliento y su semblante de habitual color cerúleo), el progresismo de derecha, decía, había dejado de viajar, ir a restaurantes, renovar sus vehículos, ahorrar y tener vacaciones anuales. Hasta que, iluminado por el recuerdo entrañable de mi amigo Jaime, me di cuenta. Lo que cierta clase media tiene fundida es su capacidad de pensar con generosidad ciudadana, en situaciones colectivas y públicas.
Vi a Bambang anotar en su libreta los nombres de los personajes que surgían de nuestra charla. Se le iluminó la cara, la sonrisa le achicó aún más los ojitos. Nos hizo saber que cada uno de ellos iba a ser objeto de su labor específica, la entomología argentina, como una rareza. Se fue, nos permitió que lo invitáramos con su café y nos dejó una rara sensación de haber vivido un momento inolvidable, pero fugaz, efímero.
Mariana y yo, después de pedir una nueva ronda de cafés medianos, con mucha crema y medialunas, descubrimos que no era casual que los abogados del Grupo Clarín se llamen Cassino, Carrió y Gelli, pero por suerte, el indonesio ya no estaba. ¿Cómo explicarle tanta coincidencia entre la timba, la psicopatología y la mafia nominales y la timba, la psicopatología y la mafia mediáticas?
Ella se tenía que ir, la reclamaban sus hijos y su esposo. Como yo tenía tiempo me quedé esperando que reapareciera Garrincha.

jueves, 22 de agosto de 2013

Dicen que estoy loco

El cargo más apetecido por el Frente Reaccionario (que excede largamente el Frente Renovador del intendente de Tigre, Sergio Massa) es el de presidente, pero de la Cámara de Diputados de la Nación. En su primera aparición pública luego de las elecciones primarias del 11 de agosto pasado, Cristina, desde la tribuna, tuvo un diálogo casi tangencial, una digresión en su discurso, con Julián Domínguez, el diputado oficialista y exministro de Agricultura que ocupa aquél cargo. La Morocha le dijo, como quien no quiere la cosa, que iban por él.
Si trazamos una línea tortuosa, pero real, entre la campaña lanzada a toda máquina para declarar insana a la presidenta (Chiche Duhalde y su teoría de la mujer apolítica, Jorge Lanata y su teoría del caos, Jorge Yoma y su teoría de fin anticipado de mandato, Nelson Castro y su teoría del mal de Hubris, Ramón Puerta y su teoría de la junta médica, Ernesto Tenenbaum y su teoría de dos años bajo la cama, Marcelo Longobardi y su teoría de mamma mía, Héctor Magnetto y su teoría de las Islas Seychelles. Falta Mirtha Legrando con alguna teoría gourmet y cartón lleno), el vaticinio lógico de un próximo recrudecimiento y profundización del ensañamiento judicial contra Amado Boudou (a quien ya tienen mediáticamente sentenciado, aunque no esté procesado, como sí lo está Macri), queda el tercer escalón en la línea sucesoria, el titular de la Cámara baja. Ya no sería como en Honduras, con la amenaza de reelección de Manuel Zelaya como excusa (aquí la mismísima Cristina desinfló el operativo de la reforma constitucional), ni como en Paraguay, con la masacre de Curuguaty y la payasada de juicio político a Fernando Lugo. Acá, entre las hectáreas de soja y las comisiones bancarias, entre las vacaciones en Buzios o Miami y un 0km cada año y medio, somos más sofisticados. A la mina hay que declararla loca. ¿En qué país serio se ha visto que se creen escuelas y no cárceles? ¿Acaso no es una locura inconmensurable repartir más de 60 millones de libros en los colegios, casi 3 millones de netbooks, crear un ministerio de ciencia y técnica, repatriar casi mil investigadores o que un hincha de un club de fútbol de Corrientes pueda ver a su equipo por televisión, gratis? ¿Cómo se puede soportar que las empleadas domésticas reciban sueldo, bono de sueldo y aportes jubilatorios? Cuando éramos del primer mundo les llamábamos sirvientas, y el sol seguía saliendo, alto y amarillo, como corresponde. Y, sobre todo, ¿a quién se le ocurre desendeudarse y no recibir más los sabios y generosos monitoreos del FMI? ¿En qué vivís paímos, como dice mi amigo Nene Ávalos? Es más, si no pueden bajar con buenos modales institucionales al tercer muñeco, lo harán de prepo y les queda aún el cuarto escalón: Ricardo Lorenzetti, el amigo del CEO de Clarín y titular de la Corte Suprema de Injusticia.
Cuando lo comento con amigos y compañeros me miran como quien está soportando a un viejo choto decir cosas que sólo dicen los viejos chotos. Mis seres queridos, más indulgentes, dicen que estoy loco. Puede ser. Lo que sigue es un buen indicio de lo que dicen.
Se llaman blatodeos, miden entre 3 y 7,5 centímetros. Han encontrado unas 4.500 especies. Supongo que, entre tantas, debe haber algunas vernáculas. Puedo expresarlo sin culpa ni remordimiento porque, como saben, no soy creyente. Quiero decir que, al menos para mí, no son animalitos de Dios. Cuando era chico (biológicamente, se entiende) me resultaba fascinante pisarlas. Sentir ese ruido tan particular de caparazón crujiendo bajo mi peso. Hoy, con más años de los que merezco y menos de los que aparento, dicen, me dan asco, pero ha regresado, al compás de ciertas actitudes públicas y privadas, aquella sensación de justicia que me daba cada vez que las veía aplastadas, ya sin poder para ensuciar el mundo. Son muchas, demasiadas. Se han puesto en marcha y tratan de llevarse la casa por delante. Las cucarachas.

viernes, 16 de agosto de 2013

Charrúas, guaraníes y un delirio mío


                                                                A mis amigas, a todas



No es lo mismo rojo que colorado. Ayer asumió la presidencia de Paraguay Horacio Cartes, multiempresario derechista que reinstala así en el gobierno (el Poder no lo perdió nunca) al Partido Colorado, el de Stroessner. Hasta hace un rato estaba seguro de que al pueblo de ese mapa se lo conocía, generalmente, como los guaraníes. La confusión me vino porque en el diario "Los Andes" de hoy, viernes 16 de agosto de 2013, dice que "el mandatario conservador charrúa" prometió combatir la pobreza y bla bla bla. Lo de siempre. Y hasta se colgó de la sotana del Papa con el latiguillo de que si no cumple le hagan lío. Pero lo sorprendente, periodísticamente hablando, es el intercambio étnico que hace nuestro "Clarín" del pedemonte, con el pueblo uruguayo, al que, siguiendo con sus clases magistrales de calidad comunicacional,, habría que empezar a denominar como "guaraníes". O sea, que en Cuyo, ya sabe, está permitido hablar de charrúas paraguayos y guaraníes orientales, me cago en la Guerra de la Triple Alianza. En nuestra tierra, capaz de producir el milagro del agua y el fulgor del ocre en el otoño, todo es posible. Si votaron a Cobos también pueden traspolar pueblos originarios. De todos modos, cualquier desatino pasará inadvertido para la señora enojada que no puede comprar dólares y guardarlos en el colchón.
Sin embargo, el premio al papelón de la jornada se lo lleva Hilda. Te cuento. Hilda tenía una frutería en un barrio del conurbano bonaerense. "El Cabezón" se llamaba el boliche y su especialidad, las manzanas. Crocantes, jugosas, de todas las variedades: bicolores, amarillas del tipo Golden Delicious, rojas del tipo Red Delicious y verdes del tipo Granny Smith. Hilda hizo un curso de especialización en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y lo aprobó cum laude. Tan bien le fue con el negocio que convenció a su marido para que invirtiera unos ahorros non sanctos con el loable propósito de ampliar las instalaciones y contratar personal (féminas únicamente) para inaugurar el servicio de delivery. Así fue. El éxito de ella y la astucia de él hicieron el milagro. Hilda fue catapultada al masculino mundo de la política. Pero no cerró el local manzanero. Al contrario, lo adaptó a los nuevos tiempos, le puso la foto de Francisco en el frontis, seleccionó su clientela (eliminó a homosexuales, divorciadas, ateas, trans y otras perversiones de la modernidad satánica) y hasta le cambió el nombre, luego de discutirlo con el capo mafioso de su zona, el marido. Consensuaron en rebautizar la frutería y, ahora también, verdulería: "El candidetto" se llama desde el domingo 11 de agosto. Cuando las clientas, asombradas y lentas, le preguntan la razón de tan extraño nombre, Hilda y el marido sonríen, pícaros y enigmáticos. Adivinen, les dicen. Y comienzan las especulaciones. Que si se trata de un italianismo (eso lo sugiere una profesora de Letras del colegio de monjas de la otra cuadra), otra piensa que es un error del letrista que hizo el cartel y no falta aquella que cree, pero no lo dice, que es un mensaje subliminal al novio de la adolescencia de Hilda, cuyo apellido terminaba en "etto".
Por eso sorprenden (o no, usted verá) las declaraciones que efectuó en una radio amiga (de ella, de su marido y del candidetto): "Tiene que entrar en el debate si la mujer está preparada para ejercer la política per se, con sus características, con sus condiciones y convicciones o si, simplemente, va a acompañar el proyecto de alguien". También habló de lóbulos y desequilibrios, pero con la espuma del odio filtrándosele por entre los labios. Y no se trata de que la exsenadora nacional Hilda González de Duhalde esté haciendo una autocrítica (después de todo ella es una mujer que hace política. Basura, pero política al fin), sino de la ofensa, golpista y de género, a gran parte de la sociedad. Igual que el diputado Jorge Yoma, el jefe de campaña de Ernestina y sus secuaces y el médico y periodista Nelson Castro. Todos, en coro con Chiche, sugieren que Cristina está enferma, desequilibrada psicológicamente, y fogonean un Golpe institucional para que no llegue a 2015. Meten miedo, tratan de que todos compremos manzanas podridas y verdura en descomposición en el ahora Mercadito "El candidetto".

martes, 13 de agosto de 2013

Los voy a extrañar


                                                 "Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman"
                                                                                                               Eduardo Galeano



Fue efímero, apenas pocos días, pero acompañaron mis mediodías, mis tardes y mis noches, incluyendo las horas de sueño y las de vigilia. A algunos los llevaré en el recuerdo por el resto de mis días. ¡Cómo disfruté con la imagen de esa parrilla pletórica de chorizos! Alineados como los soldaditos de plomo de la infancia, cuando mi inocencia aún no había sido perturbada por el pacifismo y la canción de Víctor Heredia. Verlos desaparecer, prolijos y apetitosos, por la maligna influencia de la ideología neomarxista del viceministro de Economía y la perversa persecución del secretario de Comercio Interior, me producía (todavía me produce) esa indescifrable sensación de ganas de comerme cada uno de los embutidos que iban esfumándose de la pantalla televisiva y, a la vez, un ataque de risa que, por respeto al descanso de los vecinos, no se transformaba en carcajada sísmica, barrial, provincial, continental y universal. La cuestión es que los chorizos se iban, tal vez a otra parrilla, y al final, chorizo.
O la nena que abandonaba la mesa familiar para salir con el chico Argen y dejaba al abuelito Tina en estado de soponcio y con el postre sin comer. Y esa moneda que, en cámara lenta, sube y baja mientras se escuchan los voces en off de Menem prometiendo que no nos iba a defraudar, la de Duhalde (el malo) devolviendo los depósitos bancarios en la moneda correcta, la de Néstor invitándonos a compartir su sueño y la moneda que sigue bajando lentamente y el creativo que se olvidó del helicóptero, del chupete en el corralito, los científicos lavando platos, los jubilados en bolas, los sueldos devaluados, los 38 muertos de diciembre, Cavallo y sus secuaces mediáticos, de Kosteki y Santillán, y la moneda que se diluye en papeles pintados, los ahorristas pateando Bancos, las filas en Ezeiza, el país a la deriva y el pesimismo encabezando nuestra vida.
En fin, que pasaron las PASO y los spot de campaña me quedaron en la retina y, vale decirlo, dejaron buena guita en las agencias de publicidad. Los voy a extrañar aunque, felizmente, en poco más de dos meses volverán las inspiradas ideas de los creativos, dispuestos a alegrarnos los almuerzos, a recrearnos las tardes y las noches para que sepamos, de una buena vez, que la agenda la marca el grupo de prohombres argentinos que, desinteresadamente, pone todo lo que tienen al servicio de la sociedad que busca salvarse de esta dictadura chavista, marxista y corrupta que dignificó el trabajo, construyó casi 1.800 escuelas nuevas y repatrió mil científicos y le dio la posibilidad al mediopelo de tener vivienda propia. ¡Gloria eterna al pseudoperiodista gordo y fumador, el ícono del dedo medio en alto, el patriota de la verdad, el denunciador posesivo, el fabricante de candidatos impolutos, el gran resucitador de cadáveres políticos!
Acá, en la provincia del vino magnífico y las muchachas en flor, triunfó el voto bobo. El sociólogo mendocino Marcelo Padilla escribió: "Cobos es una representación simbólica patética de lo que puede una sociedad construir como autorrepresentación". No tengo mucho más para agregar. Apenas sugerir que el PJ local (léase bien: digo el PJ, no el kirchnerismo) parece más heredero de Herminio Iglesias que militante del gobierno de Cristina. Que Julio Cobos, el primer vicepresidente que fue jefe opositor mientras ejercía el cargo, se haya convertido en el candidato derechista más ganador en estas internas generalizadas, junto con el restaurador intendente de Tigre, Sergio Massa, es una evidencia de que el surrealismo está tan vivo aquí como cuando André Breton y Alfred Jarry, entre otros, brillaban en Europa. Ni Marcelo Santángelo, el genial mendocino que mantuvo encendida su antorcha, lo hubiese imaginado.
Pero no es monopolio vernáculo el delirio. Barack Obama, quien sigue sintiéndose el presidente del mundo, acaba de avisarnos que nos va a espiar con más transparencia. Claro que, aclaró que lo hace para protegernos de tanto loco suelto que entra a los tiros en las escuelas, tanto terrorista enardecido que bombardea preventivamente a poblaciones inermes , tanto narcotraficante insaciable. O sea, protegernos, parece, de ellos mismos. Un oxímoron. De manera que ahora, después de su iniciativa, el agente de la CIA deberá tocar el timbre en tu casa, presentarse y decir que viene a cuidarte, pero como es espía no se lo digas a nadie. Ni a tu perro, a tu gato o tu canario y, mucho menos, a la vecina, porque en el almacén lo puede divulgar y, entonces sí, todo el operativo se va al carajo y el pobre tipo pierde su trabajo o tiene que pedir asilo en Moscú, un horror.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cultural y político, sí.

Lo voy a transcribir textual para que no te molestes en ir a buscar el diario y, hasta llegar a la cuestión que nos convoca, tengas que atravesar el territorio de la mentira cotidiana. Lleva por título "Una radio bien política". Ahí va:
"Radio Nacional Mendoza es una emisora de larga trayectoria y, desde hace años, escasa audiencia. Y algo que siempre la caracterizó - junto con Radio Libertador; otra emisora de gestión estatal de la provincia- es poseer un auditorio por el que pasaron figuras de la música popular y desde donde se emitían programas. Hace años ese auditorio fue bautizado con el nombre de un referente de la historia, las letras y la cultura mendocinas, Juan Draghi Lucero. Pues bien, ahora nos enteramos de que ese lugar ya no funciona como un espacio cultural sino como un "centro cultural y político". ¿En qué quedamos: Nacional no era una radio? ¿Desde cuándo un medio de comunicación tiene un centro político?" (Fin de la cita, Rajoy mediante). El sesgado comentario aparece en la página 16A, Sección "Mirador", columna "Se supo!", sin identificación del autor, Diario Los Andes de Mendoza, del miércoles 7 de agosto de 2013 y se respeta la puntuación un tanto estrafalaria del texto.
Apenas arranca, el comentario chicanea con el asunto de la audiencia. El rating, esa obsesión mercantil, cultural y política que parece atravesar cualquier mirada que tenga relación con la comunicación social. Y no te digo si la medición viene con el sello de IBOPE. Es, más o menos, como las estatuillas del premio gauchesco, que tienen membrete del ganador antes de que se enciendan las luces de la frivolidad fiestera. La "escasa audiencia" a la que se refiere el escriba tiene abundante inteligencia, sensibilidad y compromiso, y comparte el principio irrenunciable de que, al menos en nuestro caso, la comunicación es un servicio público y, por ende, un derecho también político y cultural.
En setiembre próximo la Nacional Mendoza cumple 60 años y, efectivamente, por su Auditorio (si me permite el colega, lo escribo con mayúscula) han pasado figuras señeras del patrimonio artístico nacional. Recuerdo haber visto y escuchado, en vivo (una ventaja geriátrica, diría un amigo), a Mercedes Sosa, Los Trovadores, Antonio Tormo y, si mi memoria no me hace una zancadilla, Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui y los célebres radioteatros con presencia de público, entre otros. Sigue diciendo el protestón que desde allí "se emitían programas", así, en tiempo verbal pretérito. Eso le pasa por desayunar tarde. Le cuento que, desde febrero de 2011, fecha en la que arranca la nueva gestión, se emiten (así, en tiempo presente), semanalmente, programas. Él dice que ahora se entera (una prueba más de que Mendoza atrasa), dos años y medio después, de que la radio se ha transformado, explícitamente y por sabia decisión de la Dirección, en Centro Cultural y Político. En el "Draghi Lucero" hay, invariablemente, cada fin de semana recitales, cine, presentaciones de libros, conferencias, debates, cursos y todos, pero todos, se emiten por AM 960, FM 97.1 e internet, en vivo y en simultáneo. He participado de algunos de ellos. Por ejemplo, por allí anduvo Arturo Somoza, Rector de nuestra universidad pública, Milagro Sala, líder nacional de la "Tupac", Alejandro Horowicz presentó su libro "Las dictaduras argentinas", Jaime Sarusky, Premio Nacional de Literatura de Cuba, en reportaje compartido con el colega Alejandro Frías. Como se puede apreciar, actos culturales y políticos todos y cada uno.
Pero el tema es conceptual. A las preguntas del anónimo periodista acerca de "¿En qué quedamos: Nacional no era una radio? ¿Desde cuándo un medio de comunicación tiene un centro político?", cabe responderle que Nacional es una radio y que, por definición, no tiene un centro politico. Es un centro cultural y político. Ahora le pregunto yo ¿acaso las emisoras privadas de la provincia se dedican a la gastronomía, la belleza corporal, la producción de almizcle, la moda en Sumatra y la última investigación en adelanto científico para cremas faciales? ¿Radio de Cuyo, Radio Nihuil o Radio Mitre no hacen, mejor dicho, no son políticas?
El ditirambo conceptual se explica si recordamos que Los Andes es Clarín y, también por definición, ve ventanillas de cobranza en cada minuto audiovisual. O, tal vez, que la escasa audiencia que nos acompaña desde febrero de 2011 no sea ya tan escasa. Y eso les moleste, aunque sea "un tantico así", como sigue diciendo el Che.

viernes, 2 de agosto de 2013

Disconformes o inconformes

Ni una gota de sangre. No hace falta someterlos al pinchazo, al ayuno mañanero ni al estrés de ser atados por un trozo de goma en el brazo que facilite el trabajo del extractor del fluido. En el caso que nos ocupa sólo basta con leerlos. Llevan su ADN en las letras, a flor de página y con ostentación de originalidad de cuarta.
La nota está firmada por el colega Oscar Martínez (sospecho, con fundamentos, que no se trata del gran actor argentino sino, simplemente, de un homónimo). Se titula "Los nuevos desafíos que debe enfrentar la industria financiera" (Los Andes, 29-7-13, Sección A, pág. 7). ¡Industria financiera! Puta madre, como dice la Morocha en momentos de exaltación, pero jubilosa. ¿Dónde carajo le ven la chimenea, el humo, los ladrillos, la productividad? Si lo único que ha producido la mentada "industria" es marginación, desigualdad, hambre, desocupación y concentración obscena de la riqueza.
De todas maneras la Academia Internacional de la Timba no le otorgará un Óscar a Oscar porque el concepto no es de su invención. Según un querido amigo, que está en el mundo del cibernegocio y la sabe lunga, el asunto viene, cuándo no, del Norte. Allí le llaman "financial industries" o "banking industries" y nuestros colonizados comunicadores lo traducen, obedientemente, de modo literal.  Es que el premio que anhelan los amanuenses del neoliberalismo tardío es la banca. O las bancas, si nos fijamos con atención en los escarceos preelectorales de las últimas semanas. Y si la industria, cualquier industria, es un "Conjunto de operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte de uno o varios productos naturales" (Fin de la cita, como diría el inclasificable intelectual hispano, Merkelito Rajoy), según dicen y profetizan los capos de la lengua que nos parió, no resulta fácil meter a la especulación financiera en esta definición. Coherencia visceral de los "nonos": esos personajes nostálgicos de las mieles garcas de los noventas (Digresión: gloria infinita a nuestro oyente Honorio, viejo querido de 89 años, que no quiere cumplir más para no entrar en la década de los 90).
Bajo el cielo inmaculado del desierto mendocino existen ejemplares paradigmáticos de esa "coherencia". El primer precandidato a diputado nacional del radicalismo local (o lo que queda de él, del Partido, digo) es un tristemente célebre exdecano de la Universidad Tecnológica Nacional, Regional Mendoza, aquel que por un error histórico y una controversia cósmica fue ascendido a vicepresidente de la Nación y que, por esto último, fue expulsado "de por vida " de la Unión Cívica Radical. La misma que hoy lo considera la carta principal del mediopelo local. Son gente de vida corta y memoria nula. O viceversa, como guste.
El historiador Pablo Lacoste (raro espécimen de gorila rubio), augur o pitoniso precordillerano, imagina que Sergio Massa será el líder del "peronismo ciudadano" después de las elecciones legislativas de octubre próximo. Aunque no se sabe, pero se sospecha, de qué se trata esa tipología sociopolítica, bien vale recomendarle al señor de apellido remeril y típico gusto francés que le dé a su pollo unas clases elementales de Historia argentina. Estaba el candidato del felino municipio bonaerense sometido a un interrogatorio televisivo. Todo iba más o menos bien, el tipo relajado y canchero respondiendo con soltura, la sonrisa Odol instalada en su máscara de joven promesa civilizatoria entre tanto oficialismo bárbaro, cuando de repente se produjo un cortocircuito antológico. El músico y animador televisivo (reconozcan mi generosidad semántica, por favor) Roberto Petinatto le tiró una frase para que el peronista ciudadano diga, o adivine al menos, quién la había lanzado al océano de la vida. Y, momento aciago, Sergio se puso a tantear y a tontear en su biblioteca mental. La encontró casi vacía y entonces arriesgó. Se lanzó a la pileta, pisó la cáscara de banana y dijo: "Es una expresión típica de Carrió". No, era de Perón y no se trataba de una nota a pie de página, precisamente. Celia, mi compañera, dice que eso no es lo peor. Quizá tenga razón, pero al ciudadano se le ven las enaguas.
Se sabe que cualquier proceso de cambio social, político y cultural, en la medida en que avanza y se consolida, va dejando lastre. Quiero decir que aquellos que dieron, con entusiasmo, los primeros pasos porque creían que eran protagonistas de una clase de maquillaje, empezaron a abandonar el tren y fueron descendiendo en las estaciones intermedias. Alberto Fernández, Sergio Massa, Julio Bárbaro, Hugo Moyano, Jorge Yoma, Felipe Solá, Enrique Thomas, Julio Cobos, son sólo algunos pasajeros que, por distintas causas, van aligerando el camino. Síntoma claro de que no hay pavimento garantizado ni tramo fácil en la ruta hacia la equidad inclusiva plena, pero también que avanzamos hacia tiempos luminosos, aunque con acechanzas en cada recodo del trayecto.
Es que son, apenas, diez años, un pestañeo en la historia de una sociedad que se precie de seria. Por eso, me parece que lo que se dirime en estos tiempos es qué actitud asumimos ante el desafío. Si el de los disconformes, por odio de clase, porque sus intereses se ven tocados, por alcurnia discriminatoria o porque añoran sus mejores momentos de "industriales financieros", por ejemplo. O el de los inconformes, porque todavía quedan compatriotas a la intemperie, porque hay feudos provinciales que matan a los pobres, porque aún no se registran todos los trabajadores, porque es imprescindible debatir el tema del aborto y su legalización, porque sigue la Iglesia católica invadiendo nuestra vida civil cotidiana, entre tanto laburo por hacer. Pero con el pecho (y las pecheras) listo para defender el piso de lo logrado. Porque debajo de ese piso están los compañeros desaparecidos, los nietos a recuperar, las Madres, las Abuelas y los Hijos que sembraron. Y más abajo aún, el infierno del que venimos.


jueves, 25 de julio de 2013

Invernales, con tubérculo y basurero

El juez supremo Eugenio Zaffaroni declaró a un medio porteño que "Una de las cosas que, me parece, produce pánico es la re-reelección". El pasquín digital mendocino MDZ tituló: "Zaffaroni dijo que le causa pánico una re-reelección de Cristina".
Si esto que escribo fuera radio o televisión y estuviésemos a las 16,38, como estamos, trasmitiendo en vivo, no podría decir que lo relatado es un caso explícito de periodismo de mierda. Debería decir que es periodismo basura. Un eufemismo, doña Eufemia. Pero usted, que no es menor de edad, me entiende, ¿no?. Es apenas un ejemplo de ese estilo inmundo con que cierta lacra del oficio ha ensuciado este trabajo hermoso. No es, no llega a ser, ni remotamente, periodismo de oposición. Para alcanzar esa categoría le falta decencia, actitud moral compatible con su historia, "conjetural", como quiere Horacio González.
Otra. "Haciendo un análisis de conjunto, este gobierno no ha tomado medidas integrales en favor de la mayoría del pueblo trabajador". La "genialidad" conceptual es obra del pensamiento de Nicolás del Caño, primer candidato a diputado nacional por el Frente de Izquierda/PTS. ¿Qué es un "análisis de conjunto" para este mendocino que viene de un caño obsoleto, abstracto y declarativo? ¿Hace falta que escriba la lista de lo que él llama "medidas integrales en favor de la mayoría del pueblo trabajador"?. Cuando escucho, veo o leo las sabias elucubraciones de estos minúsculos dirigentes  (izquierdistas a la bartola y seguramente buenas personas, tíos excelentes, maridos comprensivos, padres cariñosos, amigos leales y asadores consumados) entiendo el caudal electoral que logran, directamente proporcional a su temor al Poder. A ejercerlo, quiero decir.
No conozco a Nicolás, pero me recordó aquella charla con un taxista porteño (no, el de Aguinis no, otro) que me dijo que siempre votaba por los conservadores y que, por eso, había decidido que, a partir de ahora, siempre iba a meter la boleta del Partido Obrero o algún otro Frente trosko porque conservan el mismo discurso desde 1905. Y, por supuesto, ambos largamos la carcajada que semejante delirio merecía.
Parece lógico que escriba este tipo de textos en tiempos electorales, pero prefiero postergar, por un rato al menos, el intercambio de piruetas derechistas por vía de spots propagandísticos (algunos muy berretas, otros supuestamente ingeniosos, pero no mucho más).
Viajo a Obamalandia por obra y gracia de la literatura, de la mano de la colombiana Laura Restrepo. Siempre es un deleite leer sus trabajos. En "Hot sur" (pág. 143, Planeta, 2013), su más nueva novela publicada, describe Fresh Kills, el basurero a cielo abierto más grande de la Historia. Son 890 hectáreas ubicadas en Staten Island, New York. Allí se depositan, cuenta la escritora, 13.000 toneladas de basura diarias, desde 1947. Cleve Rose, uno de los personajes, dice que "Empujando el raciocinio al extremo, concluyes que esta gran porción de tierra, cielo y agua que llamamos América está sembrada hasta los tuétanos con nuestra basura, nuestra mierda, nuestros olores y desperdicios. Por eso es nuestra, más allá de los títulos de propiedad, de las invasiones y agresiones defensivas contra las demás naciones y de los operativos de los guardias de frontera." Cabe aclarar que lo que él llama América es Estados Unidos y cuando dice nuestra, pues que se hagan cargo.
Anda por estas tierras sudamericanas Don Tubérculo, con sus ritos proselitistas y sus souvenires a buen precio. Estampitas, paraguas (porque llueve como si fuera Macondo, aunque no se sabe si el agua es bendita o no) y toda otra mercadería útil para mitigar los dolores del alma y darle ánimo y fuerzas a los millones de jóvenes que fueron a acompañarlo. A propósito, ¿cómo habrán hecho los 40.000 argentinos que cruzaron la frontera para burlar el cepo cambiario? Misterio y milagro celestial, pero allí están, meta canto, rezo, baile y capirinha.
Don Tubérculo ya ha actuado. Puso en escena "Generalidades", obra en varios actos y con escenografías móviles. Que "El narcotráfico...favorece la violencia y siembra dolor y muerte", dijo. Si hasta dan ganas de regalarle un chocolate por la noticia. Eso sí, cuando trató de bajar a la tierra, pisar suelo más o menos firme, cuando tenía que ensuciar su inmaculado disfraz blanco con el lodo de los dolidos, le escapó a la pelela. "No es la liberalización del consumo de drogas...lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química", pontificó el pontífice. O sea, que los magnates del negocio sigan, clandestinamente, asociados con políticos, banqueros, jueces, sacerdotes, dirigentes deportivos, policías y empresarios mientras Don Tubérculo le cuida las espaldas.
Usted, lectora de mis desvelos, se preguntará qué tienen que ver los dichos de un pasquín de provincia, el miedo de cierta izquierda a las urnas, un jesuita actor y su perorata con el mayor basurero del mundo. Y yo le contesto (o eso trato) que, desde este rincón luminoso del planeta podemos aportar nuestros granitos de mierda al estercolero yanqui. No sé, no me interesa saber, si alcanza para medirlos en tonelada, pero nos han llenado durante toda la existencia de tanto mal olor y mal sabor, nos han infectado con tanta bacteria ideológica en descomposición, que no les vendría mal darles de beber de su propia medicina. Como se puede apreciar, material hay.















lunes, 15 de julio de 2013

Lo que callan cuando dicen


                                                               A Alejandra Laurencich, inspiradora



En 1962, el artista yanqui Andy Warhol pintó 32 lienzos que mostraban cada una de las clases de sopa de la empresa Campbell. Se hizo famoso y los historiadores del arte lo dan como el fundador del "pop art". Estilo que creció y se desarrolló durante el siglo pasado hasta degenerar en Arjona y el coreano que baila como un caballo por internet. Quizá sea así, pero jamás pensó el rubio Andrés, creo, que iba a inaugurar también una categoría de merchandising político e, inclusive, eleccionario.
En Argentina, América del Sur, planeta Tierra, el asunto funciona a pleno. Desde un candidato-pasta dental (el actor Fabián Gianola), otro, desclasado, que vende camperas de cuero, camiones y humo (Hugo Moyano), un distribuidor de películas propias en desuso (Fernando Solanas), una traficante de profecías místicas (ni hace falta mencionarla, es esa rubia obsesión), un lobbysta de la banca multinacional, pero de centro izquierda, dice (Alfonso Prat Gay), una muchacha que desfila bikinis en verano (Victoria Donda), el sonriente promotor de un tema de Silvio Rodríguez ("Que cosa fuera...sin cantera"), en su versión de felino rodeado de domadores mediáticos, el candidato que promueve a su Tía, a su esposa y a un tipo especial de café colombiano, pelirrojo (tampoco es necesario nombrarlo, usted lo conoce). Y muchos más. Todos mezclados. No sirven ni para tapa de empanadas (aunque sí para tapa de diarios), pero bien pueden venderse como el Noble Rejunte. Cada vez que abren la boca callan más de lo que dicen. En algún caso por carecer de ideas congruentes. Y en otros, porque si dicen lo que piensan se reciben de bonzos políticos.
Pero para escribir estas líneas no me inspiran las trenzas oportunistas y despistadas de los personajes mencionados. "Lo que dicen cuando callan" es el título del magnífico libro de cuentos con mujeres de Alejandra Laurencich (Alfaguara, 2013) que reúne en un solo volumen sus dos obras anteriores y agrega el que le da nombre a esta edición.
El Papa (que está intentando arreglar el desbarajuste moral interno, cambiando macetas y jarrones de lugar sin tocar los cimientos) dijo, en Lampedusa, que hay una repudiable indiferencia global ante la inmigración clandestina. Resulta que en los últimos 20 años han muerto más de 25.000 seres humanos, asesinados por intentar ingresar al mundo "civilizado". Eso que nuestro canalla riojano llamaba el Primer Mundo.Ya se sabe, el sistema perverso fabrica pobres y luego no se banca que esos pobres busquen refugio en los resquicios marginales del deslumbramiento. O sea, no es la indiferencia sino el desprecio, la humillación y el uso de la fuerza lo que debió denunciar Francisco, pero calló. Tal vez porque estaba en Lampedusa, de donde era Giuseppe Tomasi, aquel que escribiera "Que todo cambie para que siga como está", en "El Gatopardo" (1958) y que Luchino Visconti llevara al cine en 1963, con Burt Lancaster y la inolvidable Claudia Cardinale.
En Europa también callan cuando dicen que el secuestro del que fue víctima Evo Morales (y con él todos nosotros) se debió a un "malentendido". Es como sugerir que el genocidio colonial también lo fue, que sólo quisieron persuadir a los habitantes originarios de estas tierras para que adopten la religión y las costumbres de la civilización occidental de aquellos tiempos. Y se les fue la mano. O la espada, el arcabuz y la cruz.
Los amanuenses del Imperio de hoy callan su discriminación, su desprecio por el dirigente que rompió la inercia de 500 años de hegemonía cipaya en su patria y en nuestro continente. Como el excanciller radical Dante Caputo, quien acusó a Evo de "sobreactuar" el atropello.
Los que sí hablaron, y muchísimo, son algunos gerentes locales de las cadenas de negocios que ofrecen electrodomésticos. En la edición del 1 de julio del diario "Los Andes" cuentan que las ventas no cayeron después de vencido el plazo del acuerdo de precios con la Secretaría de Comercio Interior, que conduce Guillermo Moreno, un militante épico de estos tiempos. Al contrario, aumentaron. El argumento que esgrimieron para explicar ese incremento es desopilante. Según estos genios de la impostura, nosotros nos atiborramos de heladeras, procesadoras, lavarropas, computadoras y televisores porque "sabemos" que, en poco tiempo, nuestros ingresos se irán al bombo. Entonces llenamos el hogar de cuanta chuchería vemos por ahí, con el implícito propósito, deliran, de salir a rematar todo al mejor postor cuando no nos alcance la guita para llegar a fin de mes. Como se sabe, estos tipos hacen cursos para trepar en el escalafón empresarial hasta lograr apoyar el culo en el sillón de la gerencia. De merchandising, por supuesto, pero también de packaging, de coaching, de publishing, de marketing y de cualquier otro curro que termine con ing. Ahora parece que han agregado a la currícula una licenciatura en ridiculing. Callan, de esta manera vergonzante, que es el modelo quien promueve el consumo interno. Y no doy los nombres de los declarantes porque, en contra del sentido común, creo que del ridículo sí se puede volver. Démosle, entonces, una oportunidad a los señores gerentes.
En fin, como nos espían hasta en el baño, déjenme intentar una reflexión al respecto. El exagente de la CIA, Edward Snowden, hizo visible una verdad casi tan antigua como el imperio norteamericano. Sus expatrones lo acusan de espionaje. Ellos, que han hecho del sabotaje, la prepotencia y la soberbia su modus operandi consuetudinario. Y hasta construyeron una industria cultural alrededor de la figura del héroe solitario que espía el "mal" para preservar los valores y, sobre todo, las propiedades de los afortunados habitantes del mundo occidental y cristiano. O "accidental y cretino", como lo definió, altri tempi, el exobispo Vicente Zaspe. Eso es lo que intentan callar cuando dicen.
Hay que recordarlo siempre. Cuando dicen, callan más de lo que dicen y en lo que callan, más que en lo que dicen, están el huevo y la serpiente.

domingo, 23 de junio de 2013

Necesita un té de tilo

Tiene unos bigotes poderosos, pintados de amarillo por obra y desgracia del abuso de tabaco. Si uno repasa su trayectoria descubre que no es su única mancha. Aunque tuvo su momento de gloria es bueno recorrer su derrotero, su tobogán moral, hasta llegar al exabrupto de hoy. Declaró, entre las risas de sus entrevistadores, en MDZ, radio de Mendoza, y la suya propia, que "A Cristina se la detiene amordazándola" (Recuerdo los versos de Mario Benedetti: "Seré curioso, ¿de qué se ríe?").
Es muy reciente, pero hasta esta tarde fría y gris de comienzos invernales no se conoce ninguna declaración de repudio de su Partido, el radicalismo, ni del arco opositor, ni de los Colegios de Abogados, ni de los jueces subrogantes, ni de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), ni de los responsables periodísticos y empresariales del medio donde se produjo el bochornoso episodio.
Es que Julio César Strassera, el autor de la simiesca brutalidad oral, tiene su prontuario. Es un hombre de la Justicia, justamente hoy tan visibilizada y hasta no hace mucho tan oculta, esa porción de torta estatal que es comida, digerida y vomitada por sus propios actores.
Antes, mucho antes, de ser el fiscal del Juicio a las Juntas genocidas, don Julio había jurado desempeñar fielmente su cargo de Fiscal General según las normas del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional. Su misión era encargarse, por ejemplo, de responder a las presentaciones de habeas corpus que intentaban averiguar el destino, generalmente siniestro, de los detenidos políticos de entonces. Algunas de sus víctimas fueron el exgobernador de Santa Cruz, Jorge Cepernic, preso a disposición del Poder Ejecutivo de facto. El 19 de marzo de 1979, en plena orgía de sangre, secuestros, desapariciones, torturas y robo de niños, el hoy impoluto afiliado radical entendió que era justo, legal y apropiado que permaneciera en cana. También Lidia Papaleo, la viuda de David Graiver, hoy querellante en la causa en la que se investiga si la transferencia de acciones de Papel Prensa constituye delito de lesa humanidad, vio frustrado su pedido ante Strassera. Estaba clandestinamente detenida, esposada a una cama de hospital y tratando de reponerse de las torturas a las que había sido sometida luego de haber firmado, bajo amenaza, la cesión de la empresa que dirigía su esposo antes de su muerte en un extraño accidente aéreo.
La "Masacre de San Patricio" se produjo el 4 de julio de 1976 y dejó como saldo el asesinato de tres sacerdotes y dos seminaristas palotinos. También allí jugó un rol vergonzoso este insultador crispado. Como fiscal solicitó el sobreseimiento provisional de la causa porque, dijo, no se pudo individualizar a los autores del crimen. En 1981 la dictadura lo premió nombrándolo Juez de Sentencia.
Y sin embargo, en su foja de servicios figura como miembro (supongo que ex) de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), una prueba más de la generosidad, casi suicida, de cierto progresismo vernáculo, bajo el influjo del alfonsinismo de los ochenta.
Algunos antecedentes de este tierno personaje que reacciona según su ADN de chimpancé furioso. O inspirado por aquel bestialidad gráfica de Hermenegildo Sábat que, en Clarín del 31 de marzo de 2008, cruzó dos cintas sobre la boca de Cristina, en pleno conflicto con los "sojetes", según la magnífica definición de Vicente Muleiro.
Del análisis profundo de su desmedido lenguaje se ocuparán filólogos, politólogos y demás logos de esos que abundan en nuestra matria. Solamente agrego que hay que estar demasiado nervioso e impotente para proponer la mordaza como método para debatir ideas. O ser un ser dinamitado por la soberbia de clase, un mediopelo en decadencia superado por el aluvión humano que predica abrazos, inclusión y equidad.
En fin, recuerdo sus palabras finales ante los jueces que debían dictar sentencia contra los genocidas. Yo también "quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece porque pertenece ya a todo el pueblo argentino". Señor Strassera: "Nunca más".

jueves, 20 de junio de 2013

El sexteto

"Tahúres, supersticiosos, charlatanes y orgullosos"
"La aristocracia del barrio", Joan Manuel Serrat



Nadie prometió que iba a ser fácil, ni que la ruta era pavimentada y con florcitas en las banquinas. El país, este barrio que nos vio nacer y crecer, que sufrió la partida de miles de sus hijos y que comenzó a reconstruir sus casas, tiene los altibajos de cualquier conglomerado humano. Risas, agachadas, traiciones, duelos y nacimientos. Y así vamos.
Los aristócratas ganaron el primer set por 6 a 1. Perdón, no quiero deportivizar (ya sé, suena a neologismo barato) un asunto demasiado serio y que nos incumbe directamente. Prometo cuidar mi lenguaje y trataré de evitar blasfemias y otros piropos. Aunque se los merezcan.
Los supremos jueces argentinos decidieron que, por ahora, no podremos elegir a los integrantes del Consejo de la Magistratura, institución política creada por la reforma constitucional de 1994 y que tiene como función aprobar la designación de jueces y decidir si los pedidos para su destitución son o no viables.
Es que son garcas, según la tipología descripta por Vicente y Hugo Muleiro en su libro "Los garcas" (Planeta, 2013). Son herederos del Pacto Roca-Runciman, más cerca del apellido del pétreo genocida que el del extranjero. Son Rivadavia y la Baringh Brothers, más cerca de Bernardino que de los hermanitos ingleses. Son la oligarquía "con olor a bosta de vaca", como los definió un tardío Sarmiento. Son los que quieren "que el hijo del barrendero siga siendo barrendero", perfecta confesión ideológica de aquel milico de la Fusiladora. Son, siempre fueron, amigos y hasta socios de los poderosos. Uno de ellos, el nonagenario, es el gran cuñado de José Claudio Escribano, capomafia del diario mitrista quien, entre otras miles de perlas cultivadas, reprobó la condena a perpetua por delitos de lesa humanidad contra Jaime Smart, ministro de Camps y sus asesinos. Son los que cajonean cautelares en las bóvedas (ahora que el mediopelo mediático las ha puesto en la agenda) sagradas de la impunidad. Son los que reciben CEOS para rendirles pleitesía. Son también sus empleados jerarquizados, pero subalternos al fin. Son los que resuelven rápido bajo mandato empresarial, pero se demoran cuatro años para decidir que una ley está vigente por mandato popular. Son, parafraseando a Serrat, la garcocracia del barrio.
No es garantía que uno de ellos (en realidad, una) sea atea y partidaria de legalizar el aborto. Allí está el oprobioso ejemplo de Alejandro Rozitchner, asesor del macrismo, también ateo confeso, pero ejemplo explícito de cómo se puede mancillar el apellido de uno de los más lúcidos y profundos pensadores contemporáneos, su padre, León. A veces uno se siente mucho más cerca de Camilo Torres o Jaime de Nevares que de estos mamíferos del odio y del estiércol.
Se me puede objetar que son los mismos que declararon la inconstitucionalidad de las malditas leyes de Obediencia Debida y Punto Final, además de dictar el fallo que interpreta con carácter inclusivo el aborto no punible tipificado en el Código Penal. Ninguna de esas decisiones afectó directamente la corporación mediática y económica. Y, sobre todo, la propia. Tocó, principalmente, la rémora del poder militar dictatorial con sus complicidades civiles y, en el caso del aborto, la poderosa maquinaria católica retrógrada.
No son el contrapoder, según el argumento de los sofistas del establishment. Son, claramente, el contrajoder al impulso histórico de nuevas conquistas populares.
Después de todo, ¿cuánto batallaron las Madres y Abuelas para derribar el muro de la impunidad?, ¿cuántos obreros y obreras murieron para alcanzar las 8 horas de trabajo?, ¿cuántas sufragistas sembraron el camino?, ¿cuántos guerrilleros no entraron en La Habana el 1 de enero de 1959 porque dejaron su sangre antes?, ¿ cuántas parejas vivieron sus amores en la clandestinidad hasta que lograron la Ley de Matrimonio Igualitario o el divorcio vincular?, ¿acaso no hace 160 años que espera entrar en acción, hacerse realidad, el artículo 24 de nuestra Constitución Nacional que establece el juicio por jurados?. Siempre temerosos de la voz del pueblo, parece que saben, olfatean que el asunto va a en serio y se hacen encima. Por muy empingorotados que se muestren son apenas seis, que se erigen en representantes de lo más rancio del barrio. Y seis podrán retrasar el reloj, pero no detener el tiempo.
Son Elena Highton de Nolasco, Carmen Argibay, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Juan Carlos Maqueda y todos bajo la batuta de Ricardo Lorenzetti. Son, se los presento, El Sexteto Tongo.