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martes, 29 de mayo de 2012

Los inmaculados y sus máculas


                                                                                       A Reynaldo Sietecase


Para propios y extraños queda claro que es una pelea por el poder. No sería particularmente destacable sino se tratara de predicadores de la pureza, la humildad, la solidaridad con los desamparados y la bondad. Eso los hace más odiosos, más hipócritas y menos creíbles. Justo para quienes la creencia es pilar fundamental de su edificio ético y moral. Pues bien, el edificio tiene los ladrillos podridos y sus cimientos carcomidos por la ambición desmedida.
A las piruetas de corrupción de Paul Marcinkus, el obispo yanqui, exdirector del Banco vaticano, conocido como IOR (Instituto para las Obras de Religión) en 1982, podemos sumar, entre las "obras de religión", los casos de pedofilia, la complicidad activa con los genocidios latinoamericanos, los contemporáneos y los del descubrimiento de fines del siglo XV y  principios del XVI. Por ejemplo, el Episcopado argentino acaba de confesar, en sede judicial, que sabía de las torturas, desapariciones y asesinatos desde 1978, por lo menos. Mientras tanto, el genocida Videla y sus secuaces siguió recibiendo asistencia espiritual como usted lectora, sin ningún reproche. Ni siquiera por sus propias víctimas.
Hace unos días fue eyectado de su cargo Ettore Gotti Tedeschi, el sucesor de Marcinkus, por sólidas sospechas acerca del manejo non santo de guita, supuestamente, santa. Para completar, sólo por ahora, los síntomas de putrefacción que surgen desde las catacumbas de su historia, la Iglesia católica universal no escatima perlas negras. Allá y aquí, como para justificar su condición de secta global. Es que Joseph Ratzinger, el pastor alemán que ostenta el apelativo de Benedicto XVI, está viejo y los cardenales y demás pajarracos de la mafia santa se pusieron la servilleta al cuello, afilaron los cuchillos y están ocupando sus asientos, preparándose para el banquete que dará al mundo occidental y cristiano un nuevo Papa. Para postularse al carguito parece que vale todo. Hasta el mayordomo de Maledicto, Paolo Gabriele, y su secretario, Georg Ganswein, parece que se pusieron a jugar al espionaje, emulando a James Bond, pero sin las minas de la saga cinematográfica (Julio, ¿estás seguro que sin las minas?. No, no estoy seguro.). Ahora están en cana, pero en casa vaticana. Para que no se les suelte la lengua, seguramente.
No es necesario viajar a Europa para conocer las trapisondas de estos baluartes de la democracia, la justicia y la libertad. En nuestra provincia de San Juan existe un canal de televisión abierta, Canal 4 Jesús TV, en el que, se supone, se baja línea directa acerca de la concepción misericordiosa de la vida, según los principios éticos de los Padres fundadores del catolicismo.
En el colegio "Monseñor Audino Rodríguez y Olmos", secundario confesional de esa comarca cuyana sucedió un episodio clarificador. Los alumnos formados en el patio en el tradicional momento de reflexión. Micaela Lisole, de 16 años y alumna de 5° año, pide la palabra. Se dirige a sus compañeros y les recuerda que, en tiempos de dictadura cívico-militar, desaparecieron o fueron torturados jóvenes de su misma edad. Las autoridades del colegio no habían conmemorado la Semana de la Memoria y Micaela creyó justo y oportuno cubrir ese bache. Inmediatamente la rectora le arrebata el micrófono con el argumento de que las afirmaciones de la alumna "no estaban chequeadas" (no nene, no se refiere al instrumento de pago, sino a la comprobación histórica) y la conmina a invitar, en cambio, a una marcha por los derechos de los niños por nacer. Haciendo gala de una dignidad, entereza y madurez encomiables, Micaela accede al apriete, pero insiste en su arenga por la memoria, la verdad y la justicia.
Te la hago corta. Fue sancionada con 24 amonestaciones (situación que la deja al borde de la expulsión), pese a las gestiones de su madre y el aplauso de sus compañeros al regresar al aula.
Ayer nos comunicamos con ella y nos ratificó la impresión de solidez, dando un ejemplo más del compromiso que asumió la juventud en estos últimos años. En 2003 Micaela tenía 6 ó 7 años, pero está creciendo en un país fascinante, aun con la plena conciencia de que los bolsones de pobreza no han sido erradicados, pero con perspectivas luminosas, siempre y cuando, las Micaelas se planten ante las injusticias y los métodos autoritarios y nos ayuden a construir una sociedad de mentes abiertas y corazones solidarios.
Los que usan hábito tienen el hábito de presionar a legisladores y gobernantes para evitar que pierdan clientela ante el avance de medidas inclusivas, como la muerte digna, la identidad de género o las reformas al vetusto Código Civil. Hasta se animan a desafiar los fallos de la Corte Suprema de Justicia.
Pero las máculas se le notan mucho y ya no pueden presentarse como ejemplo a seguir. No existe tintorería histórica que lave y elimine sus fechorías consuetudinarias.

domingo, 20 de mayo de 2012

Metáfora zurda

Perdí esa batalla. Entre un sexagenario que gusta de alimentarse con pastas, dulce de leche, selvas negras y masas secas, y ella, tan fina, fibrosa y aclimatada en las montañas, era una fija apostar a ganador. Me peleé con una tabla. Así de boludo fui. Ella se levantó a mi paso e introdujo su cuerpo enhiesto entre mis piernas. El golpe fue, como suelen ser los de Estado, feroz, cruento y sorpresivo. Sintetizo. Mi nariz, prominente por naturaleza, pasó de color rojo tomate a morado higo maduro (o de berenjena salvaje, como dice Graciela), en pocas horas. Los facultativos que, presurosos, me socorrieron en la mismísima lona del ring charamuscado, diagnosticaron "escoriaciones superficiales en manos, nariz y mentón". Eso que en el barrio llamamos raspones. Son queridos amigos, ya se imaginan.
Pero la procesión iba por dentro. La tablita asesina carcajeaba al sol. Se irguió de izquierda a derecha, como sucede a menudo con ciertos personajes. Mi codo izquierdo comenzó a inflamarse, aunque nadie lo veía. Era inútil, su histeria estaba oculta bajo los pulóveres, sacos y remeras varias que portaba el derrotado, a instancias de mi ángel guardián, de polaca ascendencia.
Omití decir (y aquí salvo el error) que la ocasión pintaba de festejo. Una perla femenina que, en rigor de verdad, no se llama así, nos había convocado a libar, manducar y celebrarla. El día era propicio y el lugar, montañescamente inigualable. Puro aire puro y una mermelada de fraternales compañeros.
El asunto es que el herido se hinchó, se puso rígido y fue cómplice y, a la vez, víctima del dolor y le dejó toda  iniciativa de actividad a su derecha.
No hace falta una caída para que suceda. En la anatomía humana los codos, se sabe, son los que articulan los movimientos del brazo. Al intentar mover el mío, el izquierdo, sentí una ráfaga como de corriente eléctrica, una percepción que, felizmente resultó falsa, de interior roto, que me paralizó. Después, ya con analgésicos nadando entre mis vísceras, descubrí que esa sensación de fragmentación de las funciones no era ni más ni menos que una metáfora del recurrente juego de cierta izquierda ultra que termina otorgándole toda la posibilidad de articulación a sus pares diestros.
Sin embargo, el episodio tuvo su final, no digo que feliz porque mis tejidos blandos requieren todavía de varias jornadas de sana sana codito de rana, pero, al menos, no hay fracturas ni fisuras, tan habituales en estos casos (y en las reuniones celebradas para reunir todas las fuerzas proletarias de los cinco dirigentes que tienen la precisa), tal como diagnosticó la bella doctorcita que me despidió en la guardia del hospital con un beso en la mejilla. En la izquierda, como corresponde. Es que los jóvenes, cualquiera sea su sexo, ya saben que este abuelo articula con ellos.
Imaginen entonces que los huesitos del codo pasen a llamarse Emeesete, Peteese, Po, Vanguardiaobera, Corrienteaníbalverón y así hasta formar un Frente C.O.D.O. (Coordinadora Obtusa Deteriorada Ombliguista). No habría yeso que los aguante.
La coda de este textículo no es la amante del codo. Es que ciertos fracasos y dolores disparan metáforas de la vida cotidiana.

viernes, 18 de mayo de 2012

Un diputado con brocha fácil

A Susana Da Dalt y Alfredo Mellado, abogados

El tipo tiene historia. Es diputado nacional desde 2005. Llegó al Congreso Nacional de la mano de Néstor, pero montado en las 4x4 de la oligarquía agrícolaganadera de 2008 (la que huele a bosta de vaca, como bien dijo Sarmiento), se pasó al Peornismo Federal.
En estos días su nombre y su cara volvieron a los primeros planos mediáticos, pero a los locales nomás. Para la corporación hegemónica (y aún para los medios nacionales encolumnados tras las buenas causas) debe ser un asunto menor. Para los primeros, se trata de proteger a un soldado propio. Bobalicón, pero propio. Los otros, los nuestros, siguen con el ataque de obelisquitis, patología que les impide salir del subte, los dislates de Macri y las payasadas de Lanada, esa especie de caricatura mediocre de Michael Moore.
Entonces, amada lectora, si no sos mendocina escuchate ésta. O chupate esta mandarina y convidame un gajito.
En los albores del menemato un grupo de artistas plásticos locales pintó un mural en la pared sur del edificio del Instituto Nacional de Vitivinicultura. Año 1991. Le llamaron "La cultura del trabajo", tenía seis metros de altura por setenta metros de ancho y abarcaba las esquinas de Av. San Martín y Peltier de nuestra ciudad. Ya desde el nombre significó un acto de resistencia y rebeldía a un régimen que comenzaba a reemplazar la cultura del trabajo por la de la timba, la entrega y la corrupción a mansalva.
Catorce años después se tapó, se borró, ese mural a los brochazos. Una pátina de color verde caca de bebé cubrió, casi totalmente, la obra de arte, bajo la inspiración estética del entonces titular del Instituto, el hoy diputado nacional Enrique Thomas, otro caballero de triste figura. Él dice que no fue él. En realidad, que sí fue, pero que no quiso ser. O que, en rigor de verdad, quiso mandar a reparar una supuesta fisura del muro soporte y a los empleados se les fue la mano. Lo de siempre, la culpa la tiene otro, y si es subalterno, mejor.
Embanderados en la dignidad de su tarea y como reacción ante lo humillante, los artistas recurrieron a la Justicia. Es bueno que se los nombre. Gastón Alfaro, Gladys Ariño, Susana Dragotta, Vivian Levinson, Sergio Maure, Daniel Miranda, Alejandro Pannocchia, Laura Pardo, Claudia Peralta y Bernardo Rodríguez no se resignaron al atropello. Son emblema de identidad. Se encontraron, y no es un detalle, con abogados comprometidos con lo que nombra el mural, la cultura del trabajo. El propio y el del prójimo.
Los fallos de primera y segunda instancia condenan al Instituto a indemnizarlos. Lamentablemente, no a él, al responsable del estropicio. Es decir, pagaremos todos por la ineptitud y la desidia de un mequetrefe.
Su itinerario político tiene más perlas negras (¿te acordás de Guillermo Nimo, ese árbitro de fútbol, prototipo del bufón menemista?). Thomas fue el impulsor de la cautelar que intentó impedir la instalación de la Televisión Pública en Mendoza. Paradójicamente, la jueza Olga Pura de Arrabal, aquella que le diera curso a ese absurdo, es la que desestimó, en primera instancia, las excusas del peornista de brocha fácil.
Hace pocos días, el señor del color verde caca de bebé, votó contra el proyecto de recuperación de YPF.
Coherencia ideológica, banquinazo histórico. Una vez más.
Si pasás por esa esquina menduca, verás que el único fragmento que se salvó del tsunami purificador es la imagen de una torre de petróleo de nuestra empresa de bandera. Revanchas de la historia o prepotencia de la dignidad. Vaya uno a saber, pero ahí está la mano de los artistas, mientras Thomas declara que "lo último que haría en la vida es destruir una obra de arte". Miente, porque ya lo hizo. Y lo sigue haciendo.

sábado, 12 de mayo de 2012

Fin de un monopolio

Cada vez que miro por la ventana del comedor de casa veo el naranjo de enfrente más nutrido de perfumados sabores frutales. Y me reconforta. Esas naranjas dicen que el sol sigue funcionando, que sigue teniendo el monopolio de la luz natural para mis ojos cansados.
Debe ser el único que banco. Cualquier atisbo de resquebrajamiento o debilidad de otro monopolio es motivo suficiente para armar una fiesta y convocar a los amigos, a los compañeros y a quienes quieran sumarse. Y, sobre todo, convocar a esas naranjas y sus fragancias para ornamentar el festejo.
Hace pocos días pasó por Mendoza el titular de un Partido casi partido, centenario él (el Partido, digo). No lo confesó explícitamente, pero a juzgar por las declaraciones en una radio local, la gira intenta convencer (persuadir, decía su extinto exjefe) de que está dispuesto a competir por el monopolio de los dislates políticos que, inobjetablemente, ostenta hasta ahora la señora que volvió de Punta del Este luego del rotundo espaldarazo electoral de octubre pasado. O, tal vez, se trate de un test subliminal para medir nuestra capacidad de asombro. O el grado de estiramiento de los músculos faciales al reírnos. O el máximo de capacidad de apertura de los ojos al percibir sonidos e imágenes poco habituales. Novedades inesperadas, eso quiero decir.
Fue intendente de la ciudad de Santa Fe, perdió la interna para gobernador de esa provincia con Antonio Bonfatti, el actual mandatario y se lo nombró presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, luego del papelón electoral  de 2011. Supuestamente, para renovar el Partido, sacarlo de la banquina de la realidad donde lo había dejado el enlace ideológico de Ricardo Alfonsinín y Francisco de Narváez y sus miles de teléfonos celulares.
Don Mario Barletta dijo (no se sabe si antes, durante o después de un buen Malbec mendocino): "Se está poniendo en evidencia que este gobierno profundizó las políticas de la década del noventa".
Y, de inmediato, me puse a buscar cuándo el menemato, y sus secuelas hasta el 2003, habían repartido netbooks en las escuelas; o juzgado a genocidas, con y sin uniforme; o estatizado los aportes previsionales; o aumentado, por ley, el sueldo a los jubilados dos veces por año; o legalizado el matrimonio igualitario; o puesto en vigencia la Asignación Universal por Hijo; o retirado los cuadros de los asesinos de las reparticiones públicas; o recuperado la línea aérea de bandera; o nacionalizado la empresa energética por excelencia; o cuándo sancionó una Ley de muerte digna y una de identidad de género; o creado las condiciones para la repatriación de científicos y técnicos; o cuándo crearon el Ministerio de Ciencia y Técnica; o cuándo dejamos de ser monitoreados por el FMI; o cuándo un hincha de fútbol de Corrientes o Salta pudo ver un partido por televisión sin pagar un mango; y tantos otros cuándos que aburriría nombrarlos.
Sin contar con que el homónimo de Leónidas (sólo homónimo), ese formidable periodista y hombre cabal de la cultura popular, siguió por el carril marginal del raciocinio y expresó que la propuesta alternativa al modelo actual es, tatán tatán, "recuperar los valores" (ponga usted, lectorcita, la cantidad de sic que le satisfagan). Eso sí, dijo con énfasis (yo lo escuché) que ellos "saben cómo hacerlo"  (Un helicóptero ahí, diría el "persuadidor").
Y pensar que lo eligieron como emblema de renovación. En fin, imagino el desconsuelo de algunos amigos queridos, genuinamente radicales, ante los exabruptos barlettianos.
Hay monopolios que dejan de serlo. Y bienvenida sea la ocasión. Aunque para eso tengamos que oír semejantes burradas dichas con esmero.
Quizá yo también esté desvariando: me pareció que una naranja me guiñaba el ojo izquierdo.



miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Qué tomás Abraham?

Dicen que es el introductor del pensamiento de Michel Foucault en la Argentina. Al menos entre estudiantes y estudiosos de la Filosofía y otros especímenes de la fauna académica nacional. Si es así, y parece que es, agradecidos todos. Pero eso significa también que estamos ante un individuo culto, formado y pensante (trío que no siempre convive entre tipos de aquella fauna).
Cada vez que lo veo, lo leo o lo escucho, comprendo el espanto que siente nuestro querido Eduardo Galeano cuando alguien lo llama "intelectual". Ese tipo de tipo que tiene disociados el cuerpo y los sentimientos. Pues, Tomás Abraham, de él estamos hablando, es un prototipo de esa categoría de gente. Me lo imagino siempre caracúlico, enojado con la vida, peleado hasta con él mismo. Cada vez que sonríe (quiero creer que alguna vez le pasa) un rictus, una mueca le levanta la comisura de los labios, fugazmente, para volver, rápidamente, a su estado natural. El fastidio como actitud intelectual, entonces, que no es lo mismo que la insatisfacción que, esa sí, se me ocurre, es la forma de pensar y sentir el tiempo histórico que nos toca protagonizar.
En el N° 449 de "Ñ", del 5 de mayo de 2012, la revista de cultura del diario Clarín, el periodista Luis Diego Fernández le hace una entrevista, a propósito de la aparición de "La lechuza y el caracol. Contrarrelato político", su nuevo libro publicado por Editorial Sudamericana. Son 281 páginas en las que Abraham comete declaraciones con desvarío propio de alguien que, impelido por su enojo, arremete a 78 r.p.m. (regurgitaciones por minuto), con la antigua velocidad de aquellos discos de pasta de nuestros años juveniles.
Precisamente, el filosofito aporta un concepto nuevo a las ciencias sociales: "El juvenilismo", categoría hasta ahora desconocida que, inmediatamente, es calificada como "una estupidez y más si sus portavoces son jóvenes." Supongo que no fue a Vélez, aunque Tomasito es, dice, un agudo comentarista del fútbol (es bueno recordar su apasionado deseo de que a la Selección Argentina le fuese mal, mientras peor mejor, en el último Mundial y su odio visceral hacia Diego). La juventud recuperó su rol de sujeto político a partir del 2003, impulsada por las medidas inclusivas de Néstor Kirchner. Y eso, cómo no, pone nerviosos a los profetas. Es que la alegría vital, el empuje alegre y la dinámica creativa llevan hasta el paroxismo del insulto a quienes ven diluir sus expectativas de mala onda, materia prima de una época en que lo individual fue amo y señor, por sobre la construcción colectiva. De ahí este calificativo de "estúpidos", o el de "descerebrados" con que Beatriz Sarlo pintó a algunos periodistas oficialistas, con ese fervor que ponen los conversos cuando se miran en el espejo de su trayectoria y ven una imagen que no pueden soportar.
El libro tiene como subtítulo "Contrarrelato político", como ya dijimos y está plagado de citas de Foucault, obvio, Deleuze, Nietzsche. Sartre, Gombrowicz y otros padres del pensamiento occidental.  En la entrevista Abraham comete el primer desvarío importante. No se trata ya de una opinión. Es, sencillamente, una mentira. Dice, textualmente, que "Relato es una palabra que impuso la corporación cultural K", cuando es público y notorio   que fueron Sarlo y sus patrones mediáticos quienes inyectaron ese concepto en el debate nacional. Además, no quiero dejar pasar el tono despectivo que se hace del grupo de pensadores que postulamos posiciones afines al proyecto nacional y popular. Calificarnos como una corporación me hace acordar a esos mafiosos que creen que los demás son de su misma condición.
"No es un libro anti K" dice, vergonzante, el autor. Es lamentable que esta gente no asuma con valentía sus posiciones. Así como Sarlo compara al gobierno de Cristina con la parafernalia hitlerista para, inmediatamente decir que no quiere hacer lo que hizo, Abraham no se anima a decir que pretende edificar un edificio conceptual que sirva al Grupo Clarín y sus hijos putativos de cara a la batalla cultural que se viene. Para él el kirchnerismo es "una estafa ideológica que usa recursos de la culpa" y pontifica (y pensar que con un pontífice alcanza y, a veces, sobra) que "cuando hay pensamiento no hay adoración. Necesitamos pensar y no creer". Utiliza, no inocentemente, tres términos vinculados a lo religioso: culpa, adoración y creencia. El primero parece aludir al enfrentamiento con los grupos hegemónicos, civiles y militares, que produjeron un cambio enorme de paradigmas en nuestra sociedad. Andá a contarles a los defensores de derechos humanos que este gobierno no juzgue a los culpables del genocidio neoliberal. Ellos le van a explicar el significado que tiene encontrar los culpables civiles y militares para restaurar el tejido social.
Por otra parte, ¿quién le dijo a este pontífice del pesimismo que pensamiento y cariño (lo que él llama adoración) son incompatibles?. ¿No será que, tramposamente, quiere que confundamos adoración o cariño con fanatismo y de ahí, un paso más y de vuelta con la comparación con el nazismo, el fascismo, el estalinismo?
Por último, nos quiere hacer pasar gato por liebre. Creencia y confianza no son sinónimos. Como saben quienes conocen mi trayectoria, soy ateo. O sea, no creyente. Y sin embargo tengo confianza en la profundización del rumbo económico, social, cultural y político que encabeza Cristina y tiene como motor principal a los movimientos sociales y juveniles surgidos en esta época.
Bienvenido el debate de ideas si los que nos involucramos tomamos las pastillas que nos recetó el médico, sin confundir la azul de la mañana con la verde de la noche. En esos casos el orden de los factores suele alterar el producto y llevarnos al delirio y el malhumor.
¿Qué habrá tomado Abraham?

lunes, 7 de mayo de 2012

Otra vez

  "Y nos queda esta mierda que nos mata"
  León Gieco


Aquí y allá. En Mendoza y en Buenos Aires. Los pibes Díaz y Bugatto son las flamantes víctimas de los imbéciles de azul, los uniformados de la muerte. Que uno de los muchachos baleados haya jugado al fútbol en el club Banfield y el otro habitaba un barrio periférico mendocino es, apenas, un ingrediente para la crónica periodística. Ni me voy a molestar en averiguar qué hacían en el momento fatal. Seguramente los medios investigarán, como casi siempre, a la víctima y no se dedicarán a analizar los porqués de esta maldita costumbre de gatillar contra la juventud. Justo cuando celebramos su retorno a la política, imponiendo su proverbial inclinación a la solidaridad, el empuje vital y la alegría y el placer por sobre la especulación, la codicia y el odio que el sistema destila minuto a minuto.
El gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, promete ir al hueso. Al menos esta vez no escuché ni leí la excusa de rigor: "Hasta las últimas consecuencias", pero sí su muletilla melliza: "Es un caso aislado en la institución policial". La triste lista de episodios anteriores me dice que ambas sólo han servido para encubrir una formación criminal, irresponsable y perversa de quienes deben cuidarnos como su primera obligación.
Esa lista incluye, así, de memoria, el caso de Mauricio Morán, aquel adolescente de 14 años que fue acribillado por cometer varios delitos a la vez: ser pobre, tener frío, ser morocho y subirse a robar un vagón cargado de carbón para llevar un poco de combustible a su hogar. Por supuesto, el milico que lo mató goza de buena vida y sigue siguiendo. Es más, fue él quien le inició juicio al Estado provincial.
El caso Azcurra, futbolista del Club San Martín, baleado en pleno campo de juego, atropello filmado hasta el detalle, que truncó su carrera deportiva y, como en el asunto anterior, terminó acusado, él y sus compañeros de equipo, de haber "provocado" al policía. Cosas de nuestra justicia, heredada de aquella que formaron la dictadura y el menemato.
Más atrás, los casos Guardatti y Bordón, por citar sólo dos ejemplos de una secuencia dolorosa y cruel. Hace muy pocos días la policía sanjuanina se ensañó con parte de la hinchada de Godoy Cruz y todos nos indignamos, pero no tanto como para exigir que las investigaciones, aquí y allá, lleguen hasta la médula. Es decir, quiénes educan y dan las armas para protegernos. Bajo qué concepción acerca de los derechos humanos actúan los jefes y cómo esa concepción baja hacia los subordinados.
Si, ¡por fin!, se está juzgando a los genocidas de uniforme y a los de civil, ¿por qué tenemos que seguir soportando que "esta mierda" nos mate?
En octubre pasado voté por Pérez y, dadas las circunstancias, lo volvería a hacer. Voté para contribuír a consolidar un rumbo que puso de pie al país, pero también para corregir las rémoras de un pasado demasiado presente para mi gusto. Entre las medidas imprescindibles para construír una ciudadanía de mejor calidad está, sin dudas, el concepto humanista de seguridad, diametralmente opuesto a la visión derechista que ve a cada pobre (si es joven, peor) como un blanco fácil (si es morocho, peor).
Tampoco siento que la Policía de Mendoza, como institución pública, sea un "caso aislado". Son años, muchísimos, de un chip cultural deformado y deformante que, lamentablemente, todavía pinta de tinieblas el mapa nacional. La bonaerense, por dar sólo un ejemplo paradigmático.
Me quedo con las palabras de la ministra Garré: "Es inadmisible". Así de simple.

jueves, 3 de mayo de 2012

Camino hacia la nada

Sé que debería estar ocupado con temas más acuciantes. La recuperación de la soberanía energética, sus repercusiones y consecuencias mediatas e inmediatas. Debería preguntarme, por ejemplo, cómo se van a recuperar algunos dinosaurios políticos y mediáticos de esas repercusiones, precisamente. Y no sigo con el jueguito semántico para evitar comparaciones odiosas (el inefable rabino Bergman se dedicaba a esas boludeces en sus ratos de ocio televisivo). O comentarles los comentarios de los medios dominantes acerca de la digna actitud de la embajadora Castro ante el canciller pirata.
 Pero parece un destino manifiesto. Se me cruzan en el camino sin que lo pueda evitar. Mis maltrechos ojitos se dirigen hacia ellos, como imantados, cada vez que aparecen mostrando la hilacha bimilenaria.
Hace unos días lo escuché y lo vi. El jesuita asturiano Juan Antonio Martínez Camino es secretario de la Conferencia Episcopal Española y dijo, sin ponerse colorado, que "Las relaciones homosexuales son objetivamente desordenadas". Los dos conceptos (objetividad y desorden) me llamaron la atención. Sabemos, hasta el hartazgo, lo que piensa la jerarquía católica global del asunto. Es, como dije, una concepción que tiene más de dos mil años de existencia, pero la utilización de estos dos términos me da la pauta del desgaste moral al que han caído quienes se ven avasallados por la realidad. Ayúdeme a analizarlos (a los tipos no, creo que no tienen retorno y, además, no somos psicólogos, ni pretendemos serlo).
Comencemos con la objetividad. Es raro que un sujeto se atribuya ser el dueño de la objetividad. Suena contradictorio, por lo menos. Digo, es muy subjetivo que yo diga que soy objetivo. En nuestra matria, y por motivos muy distintos, la corporación mediático-política utiliza ese sofisma con demasiada frecuencia. Así les va.
Pero lo que amerita un diván, con urgencia, es lo del presunto desorden. Como se sabe, para acceder a la función sacerdotal hay que pasar por la ceremonia ritual del "ordenamiento". Un sacerdote, para serlo, debe ser ordenado como tal. Entonces, me pregunto y te pregunto, ojos verdes de mi insomnio, ¿antes de ser ordenado, don Juan Antonio era desordenado?. ¿Dejó de ser homosexual, perdón desordenado, en Valladolid, un 24 de mayo de 1980?. ¿Así, de repente?. ¿Papá Juan y mamá Guillermina habrán rezado objetivamente para que el mayor de sus cuatro hijos se ordene de una buena vez?
Es tan mediocre y tan irremediablemente primario el argumento que, a esta altura de la vida, uno no sabe si tomarlos en broma, tomarles el pelo (tonsura incluída), cubrirlos con un manto de piedad (siempre y cuando ese manto no semeje una sotana) o tratar de explicarles, de la manera más amable posible, que su camino, don Martínez Ídem, lo lleva sin escalas a la república del ridículo, al territorio del atraso y que, su perorata cavernícola ya hizo demasiado daño, causó muertes y dolores varios, como para dejarla pasar con la impunidad a la que están mal acostumbrados.
Subjetivamente dicho, su camino los deja, más tarde o más temprano, empantanados en la nada de la Historia.

martes, 1 de mayo de 2012

Celebración de Arturo

 "Yo me muero como viví"
  Silvio Rodríguez


La muchacha llegó de Chile para participar en un coloquio filosófico en la Universidad Nacional de Cuyo. Cuando se enteró de que Arturo estaba en Radio Nacional dejó todo y se vino. Eso nos contó ella. Entró sigilosa y se sentó en el piso del estudio para beber cada palabra del maestro. Fue a fines de febrero y la excusa era la inauguración de la biblioteca de la radio, la imposición de su nombre a la misma y la donación de ejemplares de su inmensa obra.
Esa joven trasandina, esa indignada del sur, es una imagen que, seguramente, se llevó Arturo Andrés Roig cuando entregó su cuerpo a la fatalidad biológica. Pero, ¿cómo ha podido morir quien no claudicó jamás? ¿Cómo hacer una necrológica de alguien que se pasó la vida sembrando discípulos? Esta es, entonces, una necroilógica.
Nos contó que la irrupción de la banda cívico-militar genocida lo encontró en Europa. Por supuesto, lo eyectaron de sus cátedras universitarias. A él y a varios más. Le ofrecieron trasladar su sabiduría a La Sorbona, pero dignamente les dijo que, con todo el agradecimiento del mundo, él se quedaba en su casa y que su casa era América. En Ecuador se puso a investigar. El acicate fue, nos dijo, que sus colegas de allí estaban convencidos de que no había antecedentes filosóficos autóctonos en esa cintura del planeta. Y allí estuvo Roig hurgando en los archivos históricos,hasta que lo logró. Claro que había, que hay. Bastaba mirar esos papeles con ojos del sur, con lupa propia, con amor propio.
Me cuenta Marisa Muñoz, su más cercana colaboradora de estos últimos años, que el escritorio de Arturo quedó repleto de proyectos. Un trabajo acerca de la vida y la obra de su padre, el inmenso pintor de nuestra cordillera, Fidel Roig Matons; una resignificación de las lecturas de Platón, en clave americana "De la vereda de aquí", como dijo Rosa Antonietti Filippini; una especie de repaso de su vida, a caballo de un imaginario Rocinante continental y muchas iniciativas que tendrán que continuar en manos de esas mujeres y esos hombres que bebieron de la fuente de su ética, su moral y el interminable bagaje de análisis de la protesta y la rebeldía que Arturo nos deja en su vida y su obra.
Admirado en todos lados, galardonado en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua y en Ecuador, por supuesto, es un entusiasta seguidor de sus procesos emancipatorios. Y del nuestro también.
Cuando terminó la conversación ante el micrófono y lo acompañábamos hacia la calle, me tomó del brazo y, casi al oído, me contó que hace varios años, en una noche otoñal de Mendoza, le hicieron la mejor entrevista de su vida. Ante mi asombro, me guiñó el ojo y siguió lentamente hacia el auto que lo esperaba.
Si usted, lectora amada, nota que se me humedece la vista al escribir estas tonteras íntimas es que la oftalmología también tiene sus sentimientos, que joder.
A celebrar entonces, una vez que culminen los rituales de la muerte, el haber sido sus contemporáneos, haber leído sus obras y compartir sus ideales, su ética y su moral. Celebrar que Mendoza pudo recuperar al humanista mayor del siglo XX.