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miércoles, 29 de octubre de 2014

Píldoras

(Especial para "La Tecl@ Eñe)
A Rodolfo Braceli


No entiendo por qué tanto asombro. El líder de la CGT opositora, el despechado excamionero Hugo Moyano, vaticinó que el gobierno que surja de las elecciones generales de octubre de 2015 deberá recurrir a fuertes medidas de ajuste económico y social. Y que, en ese caso, la central síndicoempresarial que él conduce, acompañará esa política.
Digo, me parece, que no entiendo la sorpresa. Moyano es, se viste, piensa, come, se traslada, juega al fútbol, se lava los dientes, sonríe, negocia, especula, ve televisión, actúa en televisión, en fin, vive como un empresario cuya mercadería es la plusvalía de los trabajadores que simula representar. Ergo, no puede pensar de otra manera. Su ilógica lógica es la del ajuste y la única novedad es que ahora lo verbalice, lo explicite.

En la puerta del cementerio de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, el símil gremial de Moyano, el metalúrgico Antonio Caló, máximo dirigente de la CGT  dizque oficialista, atendió a la prensa luego del entierro de otro Antonio, Cafiero, mítico militante y exfuncionario peronista, que dejó la zona de la vida terrenal a los 92 pirulos, intensamente trajinados.
Caló utilizó varias veces la palabra "compañero" ante el enjambre de micrófonos y cámaras que le pedían honras fúnebres para el finado. En primer lugar, la condecoración fue para el protagonista de la necrológica, pero le otorgó también el galardón a Lorenzo Miguel, prototipo de caudillo sindical de su gremio, el de los metales, admirador confeso de Benito Mussolini, mañoso y pertinaz ejemplo de la deformación desclasada de propietario de uno de los sindicatos más poderosos surgidos al amparo del proceso de industrialización del primer peronismo.
Lo que sí me atragantó el arroz con pollo que disfrutaba en el almuerzo, fue que Caló agregó a la categoría de compañero a Carlos Menem. Así como lo lee, compañero o compañera. Hizo alusión a aquella interna que enfrentó al flamante óbito con el riojano horroroso, de cara a las presidenciales para suceder a Raúl Alfonsín. ¿Hace falta que enumere, a esta altura del ARSAT-1, la tremenda lista de iniciativas  con que el "compañero" Menem y sus secuaces doblegaron a los trabajadores argentinos, a su clase media, a la educación, la salud y la cultura en nombre del presumido ingreso al Primer Mundo? Creo que no. Por eso, me caló hondo el gesto, quizás inconsciente, de Caló.

"El desgobierno ha conducido a la Argentina a la caída libre". El autor de esta frase lapidaria es, nada más y nada menos, que el insigne Mario Vargas Llosa. Marqués de Nosedonde, premio Nobel de Literatura, frustrado presidente de Perú, militante neoliberal y novelista vip. El tipo regurgita estos ditirambos con una frecuencia que, para algunos, es muy útil y para otros, divertida, por decir algo.
Propongo, dada la importancia del emisor, que recordemos que los auténticos logros del escriba los recibió por su apego, trabajo y perfeccionamiento en el mundo de la ficción. Entonces, si ahora asimilamos y leemos sus dichos en esa clave, podremos desayunar tranquilos, con la sonrisa que acompaña cada sutileza de esas vacas sagradas de la literatura y el arte. Y así conservar algo del respeto y la admiración que nos produjeron, en su momento, las lecturas de "La casa verde", "Conversación en La Catedral",  "La fiesta del Chivo" y "El paraíso en la otra esquina".
Vargas, Varguitas como le decían en sus comienzos, suele preferir la fricción política a la ficción creativa. Le agrega una erre, de reaccionario. O sea, tomarlo como lo que es: identidad ideológica o divertimento novelístico.

El asunto es telefónico, parece. Ya me llamaron Julián Domínguez, Mauricio Macri y Sergio Massa. En realidad, sus voces, grabadas en un tiempo detenido en el tiempo, con un mensaje único en cada caso. Y a mí, vetusto aficionado a la dialéctica, al diálogo chispeante y espontáneo, me deja un gusto metálico en la boca no poder responderles con alguna sugerencia, una crítica mordaz o un elogio medido y humilde. Por eso me surge la respuesta, a veces salvaje e irreproducible. Para completar la falta de puntería, el señor diputado de los dientes impolutos, mandamás del municipio felino y conchetizado por los narcos, se le ocurrió importunarme en el preciso momento en que Teo Gutiérrez sellaba una nueva victoria de mi amado River Plate. Aproveché los festejos, más la efeméride del Día de la Madre y lo mandé derechito a que se reúna con la que lo parió. Pero no a modo de insulto, créame, sino como un deseo irrefrenable y recóndito.
Es que me crié en la época de mitines en la calle, en las esquinas de una Mendoza fervorosa y militante, viendo, escuchando y aprendiendo con Benito Marianetti y Ángel Bustelo, colosos de la oratoria popular, flameando verdades desde la tarima en tiempos de clandestinidad y peligro vital. Algo de esa mística han recuperado los jóvenes que llenan estadios y ganan espacios públicos, a partir de los festejos del Bicentenario, la despedida a Néstor y el hombro solidario ante ciertas catástrofes naturales.
Para colmo, o tal vez sin colmo, el mensaje despersonalizado de los dirigentes de hoy no dice nada, pura retórica, espuma de una cerveza livianita y publicitaria. Salvo Domínguez y su promesa de continuar apostando a la inclusión y el fortalecimiento del Estado, pero poco más que eso en los escasos segundos que van desde el saludo inicial hasta el "tu-tu-tu" de cierre..

La Policía de Mendoza, mata. En lugar de cuidarnos, mata. Y mata jóvenes, con una preferencia perversa, con la inmunda complicidad de funcionarios judiciales y políticos de distinta época, distinto rango e igual malformación moral. Siempre, desde siempre, son "casos aislados" dicen, ataques de locura homicida de individuos munidos de armas de fuego. Así justifica cada magistrado, cada jefe de la fuerza, cada ministro del área cuando se los enfrenta con la realidad de cadáveres púberes. Y claro, con otro signo distintivo que los hermana: son pobres. La lista de apellidos fúnebres amenaza con convertirse en interminable. Guardati, Bordón, Castañeda, Garrido, Baigorria, Gómez Yárdez, Neme, Ross, Aráoz, González, Gómez, Romagnoli, Cardulo, Zambrano, Rodríguez, Morán, Chandía, Díaz, Carrasco, Basualdo. Nómina incompleta que arranca en setiembre de 1989 y amenaza con  no terminar. Son los Luciano Arruga del país profundo, las víctimas de un método que es rémora calcificada de noches y días dictatoriales. Son forúnculos sociales que sólo con decisión política coherente podremos empezar a extirpar.

Mientras, parece que "El mundo se detuvo en Ébola", si se me permite la paráfrasis, y los yanquis envían milicos al África una vez más, y los cubanos médicos, una vez más, y algún laboratorio ya siente el aroma inconfundible de sus dividendos dolosos. Escribo de pie, como desde mis primeros años, como siempre.
Como nunca, desde hace una década.

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