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martes, 4 de junio de 2013

Un creativo maligno

Aunque me produzca un sentimiento muy particular quiero adelantar que no es mi amigo. Ni siquiera lo conocía. Compañeros de tertulia lo han visto en un bar, desternillándose de risa sin motivo aparente. En una de las pocas esquinas infernales de esta ciudad pacata, el tipo bebía un café cargado, oscuro y humeante, muy humeante. Los mozos y los parroquianos se quedaron perplejos ante la carcajada potente y sorpresiva. Es que nada había ocurrido, nadie había dicho algo insólito, fuera de lugar o que justificase esa reacción. Ninguno supo lo que aquel sujeto estaba mirando.
Él sabe que en estos diez años se le trastocó la vida a mucha gente. A algunos para mejor. A otros para peor, tal vez porque la vida les tocó el traste. Y no estaban acostumbrados. Siempre, siempre, habían sido ellos los que decidían qué traste hay que tocar. Como él lo sabe, se puso a pensar. Pensó, pensó, hasta que se le ocurrieron dos grandes ideas para compartir con esos señores trastocados para mal. Extrajo su teléfono celular del bolsillo trasero derecho del pantalón (casi todo atrasa aquí, hasta el pantalón) y marcó un número que sabía de memoria.
-Hola, habla Mefis, ¿está Julio?- Esperó. A los cinco minutos, cuando su paciencia se agotaba rápidamente, escuchó: "Hola, no soy Carlos, soy Julio, ¿quién habla? (Seguía siendo un maestro en ese estilo de hablar por la negativa).
-Soy yo, pelotudo, Mefis, ¿ya no me reconocés? Tengo una propuesta para hacerte que, si la aceptás, te va a sentar de culo, literalmente, en la casa de las leyes, en el Congreso.
-Dale, no hablo (quiso decir que escuchaba), contá.
-Vos salí a decir que sos Julio en agosto. ¿Entendés?
-No, pero no importa.
Y así se puso en marcha la campaña para instalar al señor Cobos en la Cámara de Diputados de la Nación. Seguramente lo logrará. Pero lo que Mefisto desenmascaró con su lema es que Mendoza atrasa. No debe haber frase más corta y más clara para confirmarlo: "Julio en agosto".
Claro que no es el único iluminado por el fuego del Maligno. Veamos. "Ayudame a meterlos presos" solicita confianzudamente Carlos Aguinaga, cachorro de una estirpe de chacales políticos de larga y venenosa tradición local. En principio, no sé quién lo autorizó a tutearme, pero como no especifica a qué individuos intenta meter en cana, me permito pensar que, como dice mi amigo Roberto, "Veré que puedo hacer". Aunque sospecho que no estamos hablando de los mismos. Yo miro para su rancho y él, me juego, está obsesionado con las personas de piel oscura. Lombrosiano el ganso.
Otra del mismo palo. "Nunca K", dice el mismísimo, mientras Mefisto está doblado en dos de la risa que le da haber abierto el Parnaso del dislate callejero. Es que, ya se sabe en esta comarca de los médanos y las bellas féminas, es él quien inspira a los cartelistas del establishment reaccionario.
La oralidad, la fonética, nos ayuda a recordar otras épocas. El "nuncaká" nos retrotrae a 1952 (¿no le dije?, Mendoza atrasa). En la campaña presidencial yanqui de ese año Dwight Eisenhower, a quien en su barrio le decían "Ike", era el candidato republicano (los gringos suelen ser maestros del eufemismo) y sus creativos pergeñaron el lema "I like Ike", que quiere decir, en castellano callejero, "Me gusta Ike" y que en inglés de pub se pronuncia "ailaikaik". Con la boca abierta como para chupar naranjas. Para saber cómo le fue, véase el libro de Umberto Eco, "Apocalípticos e integrados" (Lumen, Barcelona, 1965). No seré yo el que le dé las malas noticias.
Y así podemos seguir un rato, acompañando a Mefisto a recorrer sus ocurrencias. "Para frenar a Cristina", propone Luis Rosales, cuyas espinas no lastiman ni a sus correligionarios "anser domesticus". Otra vez el atraso. La inspiración mefistofélica le surgió hojeando un libro de Historia. Si "La Porteña" fue, en 1873, la primera locomotora argentina, el rosal ganso mendocino reconoce que "La Morocha" es la locomotora política del siglo XXI. Es que, perdón por la insistencia, Mendoza atrasa. También desde el inconsciente, según el tío Sigmund.
En fin, Mefisto va por el cuarto café y los carteles le guiñan el ojo derecho, mientras los parroquianos siguen preocupados por el destino final del club de sus amores y las señoras, muy aseñoradas, preguntan el precio de ese vestidito floreado que imaginan en el cuerpo de su muñeca de 20.

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