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miércoles, 19 de octubre de 2011

Guatemala y Guatepeor

 "Yo los conozco"
  León Gieco


  A Fabián Galdi, maestro

No se trata del país. Los mayas, los que sobrevivieron a los genocidios, dejaron una cultura riquísima que los turistas se llevan en forma de vasijas y telares para adornar sus hogares y cubrir sus anatomías. Pero dejémoslos tranquilos y regresemos a nuestras canchas (término que, de paso, también tiene origen indígena de estas comarcas).
Uno se ha entronizado desde tiempos dictatoriales y va a gobernar las pelotas, los penales, los pases (ambos, las transferencias y los de jugador a jugador), las selecciones, las elecciones, las hinchadas, las entradas y las salidas, los premios y los castigos, los campeonatos y los descensos. Todo, bajo el sacrosanto mantel del negocio. Tuvo socios con los que curró y después se enojó. Como a tantas cosas en nuestra Matria, lo salvó este gobierno porque puso el ojo y el oído en las mayorías y transó con el señor que tenía en sus manos el llavero de todas las puertas del edificio. Don Guatemala no se hizo mejor tipo por el Fútbol para Todos. Todos nos hicimos más y mejores ciudadanos pero, por eso mismo, no nos olvidamos del Mundial 78, ni de los años de connivencia con la otra mafia. La que nos obligaba a pagar para ver porque "es más democrático" o tratar de descubrir algún amigo o familiar entre las hinchadas televisadas (una vez descubrí a Martín Caparrós entre la hinchada de Boca, obvio. Sus bigotazos subían o bajaban según Román jugara para adelante o para atrás. Esa tarde, al menos, lo vi triste. O habrá sido mi alegría, no sé).
Como buen pragmático y rosquero, el vicepresidente de Fifalandia, se aferró a las polleras de la Morocha y ahora mi cuñado, que es fana de Atlanta y yo, que soy gallina, podemos igualar derechos. Pero no es una concesión graciosa de don Guatemala. Es un gesto más de inclusión de un modelo, molesto para poderosos y generoso para mayorías. Así de simple y complejo a la vez.
Guatepeor es dueño de mi provincia. Tiene el gas, el petróleo, la electricidad, se supone que le afanó terrenos a la UNCuyo, hasta hace poco era el dueño del agua, hasta que secó a la empresa y se la devolvió al Estado, el tonto de la película. Saca y pone ministros, candidatos y funcionarios menores. Ahora le dio por adueñarse de un club popularísimo para usarlo como escalera al éxito político. Alguna vez nos amenazó con postularse para gobernador. Como no se le movió la aguja de las encuestas, ataca por el lado de las negociaciones espúreas que lo acerquen al poder en serio. Siempre es más fácil transar con pocos que convencer a un pueblo en marcha. Sus medios son enteros aunque no valen ni medio (no confundir valor y precio, dice Serrat). Se asoció con el Señor Moneda, como le llama mi amigo Villalba, y con el ex ministro frutal, Verbitsky dixit. Es, acá se sabe, un emblema de la escoria.
Salir de uno para entrar en otro es como darle un misil a Unabomber. El fútbol debe buscar parecerse a lo que viene, no a lo que fue. Pero tampoco vamos a dejarlos sin laburo. Seamos generosos, una vez más.
Para don Guatemala sugiero un destino pacífico y amable, después de haber cumplido 80 años y 9 nueve períodos en la letrinatrono de la AFA. Debería ser nombrado cónsul en Fukushima, con un buen sueldo, equipado con barbijos metálicos y un sueldo acorde con sus necesidades. O sea, cargo honorario.
A don Guatepeor podríamos enviarlo a Groenlandia a fundar el IFC (Iglú Football Club, así, en inglés es más pituco) y que, ya que estamos, se lleve en la mochilita a varios relatores y comentaristas locales. No sólo de fútbol.
Y, por último y por ahora, que de la verdadera Guatemala nos presten a Rigoberta Menchú para que dirija la entidad madre de este deporte bello y apasionante, como una mujer bella y apasionada. Después de todo, se entenderían mejor, de mujer a mujer.

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