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lunes, 30 de noviembre de 2015

ANAL.

Como casi todas las buenas cosas la idea nació alrededor de la mesa del café de los sábados. Las otras buenas cosas se generan de a dos y en una cama. Estábamos los de siempre, pero ese sábado se sumó a la tertulia un médico pederasta (perdón, pediatra), el doctor Caín Cansino. Se presentó y dijo ser portador de una iniciativa interesante.
El doctor Caín nos traía su propuesta y un distintivo muy colorido que sólo mostraba una brillante letra M. Ante nuestra sorpresa Caín nos prometió explicar primero la idea y luego, si nos sumábamos, el significado del prendedor. Pidió su tecito con una medialuna sólo para chuparla, le dijo a Raúl, el mozo. Fue otra sorpresa.
Los veo muy intrigados, agregó.
Llovía con ganas. Cuando uno piensa o dice que llueve con ganas surge alguno de nosotros y plantea la duda, ¿con ganas de qué? En esas nubes andaba yo cuando, como un eco, escuché a Caín ¿Andan con ganas? En los treinta y pico de años que ponemos el culo en las sillas del café hemos recibido personajes de distinto pelaje, pero éste nos desconcertó.
Alfredo de Rosas, es el más viejo de nosotros (hace quince que tiene ochenta y nueve años. Dice que ahí paró para no volver a la década de los noventa, que ya estuvo y le fue como el orto. Él lo dice así, jamás lo diría yo, un profesor de Lengua, un experto en su buen uso). Alfredo, que se jacta de ser descendiente del Restaurador de las Leyes, es un experto en detectar especímenes raros. Anarcocomunistas, guevaristas tardíos, troskistas dolarizados, socialistas póstumos, ecologistas fumados, ninguno escapa a su ojo clínico. Por eso me guiñó el izquierdo (el otro lo tiene en stand by) como aviso de que la cosa venía bien.
Caín nos contó parte de su historia. Dijo que tenía un hermano mellizo que, por supuesto, se llamaba Abel (Hay que ver la maldad de ciertos padres para marcar in aeternum el destino de sus cachorros) y que, también por supuesto, era médico. Pero ginecólogo.
Como en el best seller global los hermanos se llevaban muy mal. Abel era prejurásico en su modo de ver la vida. Tenía un concepto cavernario respecto del cuerpo humano y su uso. Y no te digo si ese cuerpo tenía curvas, tetas prominentes, culo apetecible y piernas bien torneadas, contó Caín mientras lamía con fruición la medialuna.
Notamos que su cara iba tomando un color rosado subido de tono, pero lo instamos a continuar. No quiso abundar en detalles. Sólo agregó que planeaba constituir una agrupación, una cooperativa, un club o una unión vecinal (entre sus alternativas no mencionó la unidad básica) o algo por el estilo, para contrarrestar, dijo, la pésima influencia en la conciencia colectiva de la sociedad de un tipo tan retrógrado como Abel, su hermano.
En nosotros fue creciendo el interés. Se sabe, o debería saberse, que somos unos viejitos inofensivos, pero audaces en lo teórico. La praxis amatoria nos fue abandonando al ritmo infalible de la biología, pero mantenemos nuestra memoria viva, erecta sería más preciso, para la seducción y la rebeldía ante las mujeres bellas o los fanáticos de lo puro, según corresponda.
El asunto es que Caín hizo la propuesta concreta, terminó de lamer su factura, pagó y dio por concluida la misión. Nosotros invocamos el recuerdo del querido Egidio González Condón, uno de nuestros muertos amados, con la certeza de que su apellido materno había atraído a Caín, y aceptamos el convite.
El doctor Cansino comenzó a alejarse con paso ídem hacia la puerta del bar. A los gritos le reclamamos la explicación prometida respecto del distintivo y la letra M.
Ah, es cierto, nos dijo. La letra M significa Manuela y al color violeta del fondo se le llama obispo, creo.
Así nació ANAL (Asociación Nacional de Autosatisfactores Libertarios).

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