También podría llamarse "Chocolate por la noticia" pero me parece que ya escribí un textículo con ese título. O "Mirá quién habla" como la película. Los espías terminaron espiados. Salvando las distancias de horror y muerte, este episodio de desvelamiento en la trama de inseguridad nacional de USA, viene a ser el equivalente del atentado a las Torres Gemelas. La monstruosa cantidad de dinero que los yanquis destinan a jodernos y joderse es un queso gruyère.
Todos sabíamos que sus sedes diplomáticas albergan soplones. Propios y alquilados de entre los habitantes vernáculos de cada país de que se trate. En nuestra patria se conocen casos. Algunos son respetables columnistas de prensas hegemónicas, por ejemplo.
Pero no sé a que viene tanto asombro. El espionaje es un arma esencial en las guerras y, se sabe, la economía norteamericana tiene como columna vertebral de su existencia imperial, precisamente, las guerras. Las explícitas, las posibles y también, ahora, las virtuales. Es que USA usa a sus espías para saber cómo piensan, sienten, sufren, se alegran, hacen el amor, se entretienen y, fundamentalmente, cómo hacen negocios los espiados. Si son líderes, mejor.
Ahora, Doña Hilaria tendrá que hacer las valijas y, con su cara de haber dormido mal y poco, tratar de explicar lo inexplicable. El viajecito que le ha encargado su jefe Barack hará escala en las capitales europeas, Madrid y París, Roma y Berlín, para decirles a Rodríguez Zapatero y Sarkozy, Berlusconi y Merkel que no es lo que parece. Lo que me recuerda el chiste aquel en el que un tipo se levanta una mina, la esposa lo sigue y cuando lo sorprende cabalgando sobre la mina, en los estertores del orgasmo, el tipo, imperturbable, con su mejor cara de haber dormido poco y mal, le dice: "No, querida, no es lo que parece".
Ahora, Rafael Correa, nuestro compañero ecuatoriano, ha invitado a Julian Assange, el responsable del sitio web que armó semejante despelote, a divulgar los documentos en su patria. Esta actitud demuestra dos cosas, por lo menos. La primera, que en nuestro Sur saludamos la apertura de una nueva ventana de libertad en la información. La segunda, que esta vez, al menos, Cristina Fernández no tiene la culpa, pese a ser una víctima más del apetito voraz del imperio por quitársela de encima.
Wikileaks es un negocio y el emblema desnudo del capitalismo espión, ya se sabe, es bussines are bussines. Así que...